martes, 11 de noviembre de 2008

CARTA DE ELIZABETH


Hno. José.

Lastima no haberlos encontrado. Creo que todos ustedes son extraordinarios; la verdad no encuentro palabras para explicar la admiración por ese don tan incondicional que tienen de ayudar a todos los que lo solicitan; pero quiero decirles que cuando uno entra al grupo se siente como en familia, con todos esos chicos tan bondadosos, especialmente Katty.

Gracias por toda la ayuda que siempre me han brindado, gracias por el apoyo con mi hermano Cesar. La verdad que esas son cosas que nunca se olvidan y que quedan grabadas en el corazón, porque es bonito encontrar personas como ustedes que han estado con nosotros y que nos brindaron la ayuda que en ese momento más necesitamos.

Una vez más, muchas gracias a usted y a todo su grupo.
Elizabeth Panta

Nota: Cesar vivió, gracias Dios y su infinita misericordia, mucho más de lo que los doctores esperaban.

Recuerdo que antes de Navidad, el Señor le mandó a decir que se preparara y que le compre los regalos a sus hijos. El 23 de diciembre, Cesar se puso mal y me mandó a llamar. Los doctores dijeron que se esperaba su deceso en cualquier momento y que vallan haciendo los preparativos. En palabras semi-cortadas y él semí-inconciente me dijo:
§ “Hermano José… siento que ya me voy
Yo le contesté:
§ “Te has olvidado, Cesar, que el Señor te dijo que ibas a pasar la Navidad con tus hijos

Él ya se había confesado, comulgado y había recibido los oleos de enfermos; a parte había sido preparado con anticipación para su partida al Señor. Hablábamos de cómo era la muerte y que era lo que le esperaba una vez que partiera al Señor. Solamente él esperaba el desenlace final con mucha calma… aunque siempre me decía que tenía un poco de miedo.

Pasó la Navidad con su familia y luego… partió. No todos se sanan, pero sí, todos se salvan, que es lo más importante. ¡Gracias, Señor!

José Miguel Pajares Clausen

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