viernes, 29 de enero de 2021

LOS OBISPOS FRANCESES CONSIDERAN QUE SUMMORUM PONTIFICUM NO HA DADO BUENOS FRUTOS

Las experiencias negativas superan claramente a las positivas.

Los obispos franceses han respondido al cuestionario que la Congregación para la Doctrina de la fe envió a los obispos de todo el mundo en abril de 2020 para recabar opiniones sobre la aplicación de Summorum Pontificum, el motu propio por el que Benedicto XVI normalizaba el uso del rito extraordinario (Misa tridentina). Su opinión es negativa.

(Katolische/InfoCatólica) Según se desprende de las respuestas de la Conferencia Episcopal francesa al cuestionario que la Congregación para la Doctrina de la Fe envió a los obispos de todo el mundo, hay «dos mundos que no se encuentran» por la coexistencia de la misa en sus dos formas. El cuestionario se envió en abril de 2020 para recabar opiniones sobre la aplicación de Summorum Pontificum.

Los obispos galos creen que el Motu Proprio Summorum Pontificum, con el que el Papa Benedicto XVI normalizó la celebración de la Misa en su última forma antes de la reforma litúrgica de 2007, fue bien intencionado pero no dio los frutos esperados.

En total, 87 de las 92 diócesis respondieron al cuestionario. Sólo cuatro diócesis no celebran ninguna misa en la forma extraordinaria, mientras que la mayoría de las diócesis tienen uno o dos lugares de misa a la que atienden de forma regular entre 20 y 70 personas.

Los obispos dicen que a menudo hay tendencias monárquicas y rigoristas entre los fieles que asisten a esas Misas. Algunas diócesis también han establecido parroquias personales específicamente para la celebración de la misa en forma extraordinaria.

En 24 diócesis las misas son llevadas por la Fraternidad Sacerdotal de de San Pedro, en 18 por sacerdotes diocesanos, incluido un obispo emérito, y en 16 por el «Instituto de Cristo Rey y Sumo Sacerdote». 

Los baluartes en Francia de la forma extraordinaria son las diócesis de Fréius-Toulon, con diez templos donde se celebra habitualmente, París, con seis parroquias a las que asisten entre 1.100 y 1.300 personas, y Versalles, con siete iglesias en los que se celebran un total de 17 servicios dominicales regulares. Cuando se celebra la misa en su forma extraordinaria, los demás sacramentos se administran normalmente según el rito antiguo. 

FSSPX Y TENSIONES

Según los obispos el motu propio de Benedicto XVI ha evitado una mayor división y la migración de fieles a la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, pero creen que esa no es la única manera posible de afrontar ese problema y además indican que no ha servido para que la FSSPX regrese a la plena comunión con la Iglesia.

Algunos obispos han señalado que debido a las dos formas admitidas del rito romano ha surgido una apertura hacia otras formas de espiritualidad, pero la mayoría se quejó de las tendencias al aislamiento. De hecho, por el Motu Proprio se produjo un «bi-ritualismo» en la iglesia. «La Eucaristía, que debería unir, separa», expresó un obispo. También se señaló positivamente que la forma extraordinaria ofrecía oportunidades para una mayor unidad con las Iglesias orientales. Sin embargo, en opinión de la mayoría de los obispos, las experiencias negativas con la forma extraordinaria superan claramente a las positivas.

MAYOR PARTICIPACIÓN EN LA VIDA DE LA DIÓCESIS

En cuanto a las mejoras propuestas, los obispos desean sobre todo una mayor participación de los afines a la forma extraordinaria en la vida de la diócesis. También sería deseable que se fomentara una mayor unidad mediante un calendario litúrgico común y un orden de lectura uniforme para ambas formas. Pero en general los obispos se pronuncian en contra de que continúe la validez del permiso del Motu Proprio.

Lo cierto es que en dicho Motu Proprio, Benedicto XVI dijo que la Misa según el rito extraordinario nunca fue abrogado: Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

Cabe preguntarse si los obispos franceses pretenden dicha abrogación.

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