En el Apéndice del Breviarium Romanum se contienen unas bellas y “piadosas peticiones” atribuidas a san Agustín.
Únicamente queremos apenas detenernos
previamente en lo que no podemos dejar de notar, a saber, la católica teología
de la gracia del gran Doctor de la gracia: “Mírame
a mí, para que te ame a Ti. Llámame a mí para que te vea a Ti y eternamente
goce de Ti”. Como dirá luego otro gran agustiniano, santo Tomás de
Aquino: “Amor Dei est infundens et creans
bonitatem in rebus” “el amor de Dios es el que crea e infunde la bondad en
las cosas” (S. Th., I, q. 20, a. 2, c.). Y algunos siglos más
tarde dirá otro gran agustiniano, san Juan de la Cruz: “Cuando
Tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían: por eso me adamabas, y en
eso merecían los míos adorar lo que en Ti veían” (Cántico
espiritual (B), 32). Es la “mirada de Dios” la
que deja gracia y hermosura en el alma: “después
que me miraste, gracia y hermosura en mí dejaste” (cf. ib.,
33).
PIADOSAS
PETICIONES DE SANAGUSTIN
Señor Jesús, que
me conozca a mí, que te conozca a ti, y no desee otra cosa sino a Ti.
Que me odie a mí
y te ame a Ti.
Todas las cosas
haga por Ti.
Que me humille a
mí, que te exalte a Ti.
Nada piense sino
a Ti.
Que me
mortifique a mí y viva en Ti.
Todo cuanto
suceda lo acepte como venido de Ti.
Que me persiga a
mí, que te siga a Ti, y siempre desee seguirte a Ti.
Que huya de mí,
que me refugie en Ti, de modo que merezca ser defendido por Ti.
Que me tema a
mí, que te tema a Ti, de modo que me encuentre entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de
mí, que confíe en Ti.
Que quiera
obedecer a causa de Ti.
Que a nada me
incline sino a Ti, y sea pobre a causa de Ti.
Mírame a mí,
para que te ame a Ti.
Llámame a mí,
para que te vea a Ti
y eternamente
goce de Ti.
Amén.
Schola Veritatis
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