jueves, 29 de octubre de 2020

¡6 DISFRACES PROHIBIDOS PARA TODO CATÓLICO! EL #3 ASUSTA A CUALQUIERA

¡Hola familia! En estos días se habla mucho de los disfraces. ¿Los católicos pueden disfrazarse en Halloween? Pueden estarse preguntando.

Muchos dicen que la intención es lo que vale y simplemente quieren divertirse con sus amigos y otros han propuesto una alternativa para que sobre todo los más pequeños se disfracen de sus santos favoritos.

No es mi intención debatir si podemos o no ponernos disfraces de Superman, La Casa de Papel o de San Francisco de Asís. Simplemente les propongo algunos disfraces que sí o sí deberían estar radicalmente prohibidos para quienes queremos seguir a Jesús de Nazaret.

1. DISFRAZ DE JUEZ

Dícese de aquél disfraz que nos convierte en personas obsesionadas con que los demás se porten de forma tan ejemplar como nosotros. Las palabras de condena vienen incluidas como el accesorio perfecto.

Este disfraz es muy peligroso porque cuando vemos mucho la paja en el ojo ajeno, nos distraemos de ver la viga que hay en el nuestro.

2. DISFRAZ DE FOTOCOPIA

Este disfraz anula nuestra autenticidad para convertirnos en un molde que agrade a los demás. Incluso dentro de nuestras pastorales, con la excusa de que Dios nos quiere dar una nueva vida, a veces tenemos que renunciar a lo que somos y adoptamos una identidad que no nos pertenece.

Oramos, nos vestimos, hablamos y hacemos cosas de una forma que no responde a nuestra esencia. Este disfraz es muy peligroso porque si vivimos fotocopias nuestra felicidad nunca será original.

3. DISFRAZ DEL REY

Aquél disfraz que convierte a la gente en nuestros súbditos. Algo tiene este traje que hace que miremos a los demás por debajo del hombro.

Este disfraz suele ser muy peligroso sobre todo para quienes tienen cargos de liderazgo como coordinadores de comunidad, asesores de catequesis, priores, obispos, etc.

El riesgo es olvidarnos que nuestra meta no es conservar la corona, sino arrodillarnos frente a los más pequeños para lavarles los pies.

4. DISFRAZ DEL GUERRERO DE CRUZADAS

Es el disfraz que nos convierte en gladiadores, luchadores de la UFC o piratas de Facebook para defender nuestra fe a capa y espada.

Nuestro hobbie es meternos en todas las conversaciones posibles, no precisamente para hacer un comentario, dar una opinión o establecer un diálogo, sino para matar toda fraternidad posible con quienes piensen diferente a nosotros.

El peligro de este disfraz es que el mandamiento que más deberíamos defender es precisamente el amor a quienes consideramos nuestros enemigos.

5. DISFRAZ DE SONRISA DISNEY

Este es el disfraz que nos ayuda a mostrarnos siempre felices con los demás. Tenemos que tener nuestra sonrisa de oreja a oreja, de lo contrario, no estamos reflejando que Dios está en nuestra vida.

Y si un día lloramos mucho, preferimos no ir a la reunión de comunidad porque nos hicieron creer que la tristeza no es cristiana.

El peligro de este disfraz es dejar de amar nuestra humanidad como si el mismo Jesús no hubiese sentido cólera, tristeza, desánimo, soledad, alegría, miedo y todo lo que tú y yo sentimos en este momento.

6. DISFRAZ DEL DISTRAÍDO

Este disfraz nos roba la valentía de alzar la voz cuando vemos que algo no está en sintonía con los valores del Evangelio.

Nos hace quedarnos callados frente a las injusticias que suceden en nuestros trabajos, frente a prácticas machistas que pueden ocurrir en nuestro grupo de WhatsApp de amigos, frente a algún caso de abuso de autoridad que veamos en nuestras pastorales juveniles, o frente a alguna situación donde hayan personas convirtiéndose en víctimas.

El peligro es olvidarnos de Mateo 25,42. ¡A disfrazarnos de nuestra mejor versión! ¡Jesús nos quiere auténticos! Decía Martín Valverde que el mejor disfraz que puedes ponerte es ser tú mismo.

Si has apostado por seguir a Jesús tienes que saber que el camino tiene muchas tentaciones que nos pueden alejar de convertirnos en buena noticia para nuestros hermanos.

Si reconoces que tienes algo de estos disfraces, tranquilo, si los escribí es porque creo que yo tengo un poco de todos. Pero también creo en un Dios que me acompaña y me enseña, que me respalda y me levanta, que me ama y me espera.

Feliz Semana. ¡Mucho ánimo!

Escrito por Fernando Merino

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