A la Santísima virgen María la encontramos directamente en los textos del Nuevo Testamento, pero los Padres de la Iglesia la ubican también como prefigurada en el Antiguo Testamento en diversas figuras.
La aparición del Hijo de Dios,
del Salvador, fue preparada con especial cuidado durante todo el Antiguo
Testamento. Por lo que su madre, como personaje importante para que se llevará
a cabo el cumplimiento de la promesa, también se hace visible en este momento.
Veamos tres textos que
prefiguran a la Madre del Señor, teniendo en cuenta que siempre que se hable de
María, se habla de su Hijo y cuando se habla de Jesús, se habla de su
Madre.
ISAÍAS 7, 14
«Por tanto, el
Señor mismo les dará esta señal: Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y
le pondrá por nombre Emmanuel».
Este texto es un oráculo
enviado con motivo de que el rey Acaz se sintiera demasiado fuerte, tanto que
no necesitara de Dios en su lucha contra enemigos. Por lo que el
profeta advierte que será por medio de Yahvé, no por medio de los hombres, que
Israel recibirá la salvación.
Esto se dará por medio del
nacimiento del Salvador que vendrá de una joven virgen, signo de la completa
liberación de toda contaminación de pecado. ¿No es
esto hermoso?
En medio de un pueblo que vive
la guerra, las dificultades y demás vicisitudes de tener un rey prendado de sí
mismo, ¡llega el anuncio de la intervención de
Dios!
Pero dicha acción se dará por
medio de una joven virgen, lo que demuestra una participación en la obra de la
salvación. Los Padres de la Iglesia, siempre han visto plasmada en este relato,
la imagen de la Virgen María.
MIQUEAS 5,1-5
«Y tú, Belén
Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti nacerá el que debe gobernar
a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial. Por eso,
el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre,
entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas.
Él se mantendrá
de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del
Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque Él será grande hasta los
confines de la tierra. ¡Y Él mismo será la paz!
Si Asiria invade
nuestro país y pisa nuestros palacios, le opondremos siete pastores y ocho
príncipes del pueblo: Ellos apacentarán a Asiria con la espada y al país de
Nemrod con el acero. Y Él nos librará de Asiria, si llega a invadir nuestro
país y pisa nuestra frontera».
Se habla de manera retórica
sobre el hijo nacido, «… dé a luz la que debe ser
madre». Es muy notorio cómo se habla del Salvador en relación con quien
es su madre, y de la madre en relación con Él.
El
Mesías esperado debe nacer del vientre de una mujer que ha sido escogida por el
amor de Dios. Una joven, virgen, que ha sido
llamada por Él para ser madre de su santo Hijo. Y por tanto, hacer parte del
proceso de redención del género humano.
GÉNESIS 3,9-15
«Pero el Señor
Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?». «Oí tus pasos por el jardín,
respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí». El replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido
del árbol que yo te prohibí?».
El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí
de él». El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Cómo
hiciste semejante cosa?». La mujer respondió: «La
serpiente me sedujo y comí».
Y el Señor Dios dijo a la
serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas
entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te
arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré
enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Ella te aplastará la cabeza
y tú le acecharás el talón».
Este texto es conocido como el
protoevangelio y se presenta en el contexto del primer pecado. Luego de que Adán y Eva
se hacen conscientes del daño cometido, buscan esconderse de Dios y Él, al
darse cuenta de lo sucedido, les interroga por lo que han hecho.
El relato nos cuenta cómo Dios
considera culpables tanto a Eva, como a Adán y a la serpiente. Y es en la
serpiente donde particularmente se presenta esta parte del texto, el anuncio de una mujer y su descendencia, que lucharán contra las
fuerzas de la maldad y les vencerán.
La Sagrada Escritura como ha
llegado hasta nosotros, ha conservado una traducción ciertamente mariana. «Ella te aplastará la cabeza», y así fue usado,
principalmente en la liturgia de la Iglesia, por muchos siglos.
Ahora bien, las versiones
críticas de la Escritura más actuales sostienen una traducción que al referir
la acción sobre la serpiente no la atribuyen a la mujer, sino al Hijo.
Sin embargo no se elimina la
posibilidad de una lectura mariana del texto, ya que si María es la nueva Eva,
como bien hicieron ver los Padres de la Iglesia, la presencia de ella
junto a su descendencia vendría siendo una prefiguración de la presencia de la
Madre de Jesús junto a su Hijo, el vencedor del pecado y de la muerte, no pudiendo separar al Mesías de su Madre.
REFLEXIÓN FINAL
Finalmente debemos reconocer
que la estrecha relación de la Madre con su Hijo, permite descubrir que, en
palabras de José Cristo Rey, en su libro de «Mariología»: «No se
puede ser discípulo amado de Jesús, sin acoger a María como madre».
Las prefiguraciones marianas
en el Antiguo Testamento son, en definitiva, la muestra de cómo el amor del
Padre, desde los inicios de la creación ha pensado en la salvación de todos los
hombres.
Y se ha servido de una sierva
fiel, prudente, joven y virgen para abrirse camino entre la humanidad. Lo que
solo se entiende desde el amor que profesamos al Hijo de Dios y a su Santísima
Madre como intercesora de todos los pueblos.
Escrito por Mauricio Montoya
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