domingo, 11 de octubre de 2020

UN SASTRE CON PINTA DE DESASTRE

Sembrando Esperanza I. ¿Con qué rectitud, desprendimiento, sencillez, humildad haces las cosas? 

Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net

El mundo de excelencia, perfección y crítica en que vivimos, nos lleva a un auto-esfuerzo muy grande para sacar adelante de la mejor manera nuestros proyectos. Sí, es verdad, vivimos angustiados en querer quedar bien con todos y que luego se nos diga, ¡qué bien lo hiciste!, ¡qué padre te quedó!, ¡es que realmente eres excepcional! En el fondo, fondo, lo que buscamos es el aplauso y que se nos reconozca; así, incluso, sentimos que nuestra autoestima está alta. Pero cuando las cosas no salen como lo hemos programado, ¡ah decepción...! el mundo se nos viene encima y más aún cuando en conciencia le hemos echado todas las ganas, como decimos los jóvenes, todos los kilos. Tenemos que tener cuidado en medir los resultados ¿sólo con nuestros esfuerzos y cualidades? o ¿pensando sólo en lo que los otros dirán?, pues nos podemos llevar alguna sorpresa por ahí.

Yo les haría una pregunta y con esta comienzo mi historia: ¿Con qué rectitud, desprendimiento, sencillez, humildad haces las cosas?

Cuenta el relato que un hombre atribulado subió a lo alto de una montaña para consultarle a un sabio sobre un problema que traía. Al llegar le dijo: "Maestro, soy un sastre. Con los años gané una excelente reputación por mi experiencia y alta calidad de mi trabajo. Todos los nobles de los alrededores me encargan sus trajes y los vestidos de sus esposas. Hace unos meses, recibí el encargo más importante de mi vida. El príncipe en persona escuchó de mí y me solicitó que le cosiera un ropaje con la seda más fina que es posible conseguir en el país; puse los mejores materiales e hice mi mejor esfuerzo. Quería demostrar mi arte, y que éste trabajo me abriera las puertas a una vida de éxito y opulencia. Pero cuando le presenté la prenda terminada, comenzó a gritar e insultarme: "¿Esto es lo mejor que puedes hacer? ¡Es una atrocidad! ¿Quién te enseñó a coser?" Me ordenó que me retirara y arrojó el traje tras de mí. ¡Maestro, estoy arruinado! Todo mi capital estaba invertido en esa vestimenta, y peor aún, mi reputación ha sido totalmente
destruida. ¡Nadie volverá a encargarme una prenda luego de esto! ¡No entiendo qué sucedió, fue el mejor trabajo que hice en años!"

-"Vuelve a tu negocio", dijo el Maestro, "descose cada una de las puntadas de la prenda y cóselas exactamente como lo habías hecho antes; luego, llévala al príncipe".

-"¡Pero obtendré el mismo atuendo que tengo ahora!", protestó el sastre; "además, mi estado de ánimo no es el de siempre".

-Haz lo que te indico y Dios te ayudará", dijo el maestro.

Dos semanas después, el sastre volvió a subir la montaña.

-"¡Maestro, usted ha salvado mi vida! Cuando le presenté nuevamente el ropaje, el rostro del noble se iluminó: ¡Hermoso! exclamó, ¡éste es el más hermoso y delicado traje que haya visto! Me pagó generosamente y prometió entregarme más trabajo y recomendarme a sus amigos. Pero Maestro, deseo saber ¿cuál era la diferencia entre la primer prenda y la segunda?"

"El primer traje", explicó el Maestro, "fue cosido con arrogancia y orgullo. El resultado fue una vestimenta espiritualmente repulsiva que, aunque técnicamente perfecta, carecía de gracia y belleza. Sin embargo, la segunda costura fue hecha con humildad y con el corazón quebrado, transmitiendo una belleza esencial que provoca admiración en cada uno que la vea".

Humilde es aquel con quien todos están a gusto, el que está ubicado. Agradece a Dios las cruces y contrariedades aún sin entenderlas.

No pierde la cabeza si le corrigen incorrectamente, pues sabe que lo que es, es a los ojos de Dios, no reclama frente a las ofensas.

Se alegra y habla de lo bueno que hay en los demás y no tanto lo malo que pueda ver.

No discute a Dios, no se desalienta en el fracaso. Se confiesa con sincero dolor, pero con serenidad; reconoce sus fallas, pide perdón y sigue adelante con la cara muy en alto.

No hay comentarios: