Todo el pueblo fue testigo de su aparición en el año 1008
En
plena pandemia por coronavirus, en Francia se recuerda estos días como la
Virgen María rescató al pueblo de Valenciennes de una plaga que en pocos días
mató a ocho mil personas de forma que parecía que los muertos superaban a los
vivos. A través de un ermitaño, la Virgen pidió que ayunaran un día tras el
cual debían pasar toda la noche en oración. Así lo hicieron y fueron testigos
de un gran milagro.
(Bcrblog/InfoCatólica) Valenciennes es una ciudad del
norte de Francia, a orillas del río Escalda, y el santuario de Nuestra Señora
de la Fuente se encontraba a media legua de la ciudad en el año 1008.
Según la tradición, en dicho
hubo una terrible hambruna que precedió a la peste.
Consta que la ciudad de Valenciennes fue tan asolada por la peste que murieron cerca de 8.000 personas en pocos días, por lo que las crónicas de la época cuentan que parecía que «los muertos superaban a los vivos». El pueblo
se afligió profundamente ante el espectáculo de la muerte que le rodeaba
constantemente, y no teniendo otro recurso, acudió en masa a sus iglesias
para refugiarse a los pies de Nuestra Madre de la Misericordia e implorar su intercesión.
Un
santo ermitaño llamado Bertholin, que vivía cerca, en Nuestra Señora de la Fuente, se sintió conmovido
por la desgracia de sus hermanos y redobló sus austeridades y oraciones. Rezó
por los habitantes de Valenciennes, diciendo: «¡Oh,
María! ¡Rescata a estos afligidos que han clamado a ti! ¿Dejarás morir a este pueblo
que te ha invocado para que lo rescates y que te confía sus preocupaciones?
¿Serás invocada en vano?»
La
Santísima Virgen se le apareció al ermitaño Bertholin mientras rezaba fervientemente en la noche del
5 de septiembre. El piadoso religioso quedó repentinamente deslumbrado por el
resplandor de una luz más pura que el sol, mientras que al mismo tiempo la
Madre de la Misericordia se le apareció con un aire de bondad. Ella ordenó a Bertholin que dijera a los habitantes que ayunaran al día
siguiente, y que luego pasaran la noche en oración para poner fin a la plaga. «Ve a mi pueblo de Valenciennes. En la víspera de mi
natividad verán la garantía de protección que quiero darles».
La respuesta fue abrumadora.
El pueblo de Valenciennes hizo lo que se le dijo, y en la víspera de la
Natividad de la Virgen, el 7 de septiembre, el pueblo se situó en las murallas
y torres de la ciudad esperando con entusiasmo el cumplimiento de la promesa
celestial. Su confianza no fue en vano, pues de repente la noche pareció
convertirse en día y vieron a la Reina del Cielo descender a la tierra con majestuosidad, brillando como una luz del
Cielo, más brillante que el sol. Acompañada por una hueste de ángeles, la Virgen parecía ceñir la ciudad con un cordón. No hay nada
que pueda expresar los sentimientos de alegría y devoción con los que los
habitantes de Valenciennes se sintieron atraídos por este espectáculo. En un
momento dado, todos se inclinaron y pidieron la bendición de la Virgen. Su Madre celestial los bendijo, y los enfermos recuperaron la salud, y
los habitantes de Velenciennes se libraron para siempre de la peste.
La Santísima Virgen encargó al
ermitaño que dijera al pueblo que debían hacer una procesión
solemne, y que lo hicieran cada año. El pueblo estaba ansioso por cumplir este
deseo de su Madre celestial, y
salió de la ciudad cantando alabanzas a la Santísima Virgen María.
Desde
entonces, la procesión de Nuestra Señora del Santo Cordón, tiene lugar todos
los años,
siempre por
el mismo recorrido donde se había colocado el santo cordón. El cordón de la
Santísima Virgen estaba guardado en un santuario en una hermosa iglesia gótica,
Notre-Dame-la-Grande.
Este cordón, relató el abad
Orsini, se conservaba todavía en Valenciennes cuando él viví. Ya no es así,
pues desapareció durante el Terror de la Revolución
Francesa. La iglesia fue vendida en subasta y luego arrasada, y el
relicario enviado a la ceca. Del Santo Cordón no se sabe nada ahora, aunque
nadie fue testigo de su destrucción cuando desapareció en el año 1793.
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