No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por: Leo Ascencio (seminarista). | Fuente:
PadreSam.com
Suele ser usual escuchar hablar del perdón, pero
cuando tenemos la necesidad de recurrir a él no sabemos muchas veces cómo
afrontarlo.
A continuación te dejo estos 7 consejos para lograr perdonar.
1. Acércate a un sacerdote
o a una persona de confianza, y pídele un consejo. Coméntale
la situación sin intentar presentarte como víctima, sino más bien presentando
los hechos tal cual sucedieron. Recuerda que “compartir
el sufrimiento disminuye la pena”.
2. Ora por la persona que te ha
ofendido, precisamente porque te cuesta hacerlo, ahí
encontrarás mucho más mérito ante Dios. Muchas veces sólo nos concentramos en
pensar en el daño, lo mejor que podemos hacer es pedirle a Dios que disponga
nuestros corazones para la experiencia del perdón.
3. Pide auxilio al Espíritu Santo
para que te ayude a perdonar y perdónate a ti mismo por dejar
que tal situación te robara la paz. Recuerda que el Espíritu Santo es “experto en causas imposibles”, por lo tanto por
muy imposible que te parezca, se puede perdonar.
4. Si el
que te ha ofendido no busca el perdón hazle saber que tú ya le
perdonaste con tus buenos
comportamientos.
5. Cierra el capítulo,
sigue adelante recordando que ha sido una enseñanza para crecer
espiritualmente.
6. Recuerda
que Dios te ha perdonado y que tú eres capaz de perdonar.
7. Ve a Jesús Sacramentado
y conviértete en un discípulo de la misericordia. De esta
manera ayudarás a los demás a ser testigo visible de su gracia con tus
consejos.
“Se adelantó Pedro y le
dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que
me haga? ¿Hasta siete veces?». Jesús le respondió: «No te digo hasta siete
veces, sino hasta setenta veces siete”. (Mt
18,21-35)
Artículo originalmente
publicado en PadreSam.com
NO PODEMOS PRETENDER EL PERDÓN DE DIOS, SI NO
PERDONAMOS AL PRÓJIMO
Ángelus del Papa, 13
de septiembre de 2020
Fuente: Vatican News
“Si no nos esforzamos por
perdonar y amar, tampoco seremos perdonados ni amados”: fue la conclusión a la
que llegó el Papa Francisco en su Ángelus de hoy, al reflexionar sobre la
parábola del rey misericordioso. El Santo Padre se asomó, como cada domingo, a
la ventana del Palacio Apostólico, para rezar junto con los fieles la oración
mariana del Ángelus dominical, en este XXIV domingo del Tiempo Ordinario.
El Evangelio propone en este día la parábola del
rey misericordioso, en donde “encontramos –
dijo Francisco – dos veces esta súplica: ‘ten
paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
La primera vez la pronuncia
el siervo que le debe a su amo diez mil talentos, una suma enorme. Hoy serían
millones y millones de euros. La segunda vez la repite otro criado del mismo
amo. Él también tiene deudas, no con su amo, sino con el siervo que tiene esa
enorme deuda. Y su deuda es muy pequeña comparada con la de su compañero, tal
vez como el salario de una semana.
LA
INFINITA MISERICORDIA DE DIOS
Tal como explicó el Papa, el centro de la
parábola es la indulgencia que el amo muestra hacia el siervo más endeudado.
El evangelista subraya que
«el señor tuvo compasión de aquel servidor, - no olviden jamás esta palabra que
es propia de Jesús: "tuvo compasión", Jesús siempre tuvo compasión -
le dejó marchar y le perdonó la deuda». ¡Una deuda enorme, por tanto, una
condonación enorme! Pero ese criado, inmediatamente después, se muestra
despiadado con su compañero, que le debe una modesta suma. No lo escucha, le
insulta y lo hace encarcelar, hasta que haya pagado la deuda, aquella pequeña
deuda. El amo se entera de esto y, enojado, llama al siervo malvado y lo hace
condenar. ¿Pero yo te he perdonado tanto y tú eres incapaz de perdonar tan
poco?
APLICAR
EL AMOR MISERICORDIOSO EN TODAS LAS RELACIONES
Son dos las actitudes que demuestra la parábola:
la de Dios, que, representado por el rey, muestra una justicia “impregnada de misericordia”. Y la del hombre, que
“se limita a la justicia”. Jesús, en cambio,
nos exhorta a “abrirnos valientemente al poder del
perdón, porque no todo en la vida se resuelve con la justicia”. Da
cuenta de ello la respuesta que le da a Pedro, antes de la parábola, cuando le
pregunta: «Señor ¿cuántas veces tengo que perdonar
las ofensas que me haga mi hermano?». A lo que Jesús le responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete». En el lenguaje simbólico de la Biblia, - explicó el Papa - esto
significa que estamos llamados a perdonar siempre.
¡Cuánto sufrimiento,
cuántas divisiones, cuántas guerras podrían evitarse, si el perdón y la
misericordia fueran el estilo de nuestra vida! Incluso en la familia, también
en la familia. Cuántas familias desunidas que no saben perdonarse, cuántos
hermanos y hermanas que tienen este rencor dentro. Es necesario aplicar el amor
misericordioso en todas las relaciones humanas: entre los esposos, entre padres
e hijos, dentro de nuestras comunidades, en la Iglesia y también en la sociedad
y la política.
DEJA
DE ODIAR, EL RENCOR ES COMO UNA MOSCA EN EL VERANO
El Papa Francisco se detuvo en la meditación,
para contar una primera reflexión que tuvo en la mañana, durante la misa,
leyendo una frase el libro de Sirácides. La frase que dice: "Acuérdate de tu fin y déjate de odiar". Y
exhortó:
¡Piensa en el final! Piensa
que estarás en un ataúd y llevarás el odio allí. Piensa en el final, ¡deja de
odiar! Deja el rencor. Piensa en esta conmovedora frase: "Acuérdate de tu
fin y déjate de odiar". No es fácil perdonar, porque en los momentos
tranquilos uno dice: "sí, pero éstos o éste me han hecho todo tipo de
cosas"... pero yo también he hecho muchas. Mejor perdonar para ser
perdonado. Pero luego, el rencor vuelv, como una molesta mosca en el verano que
vuelve y vuelve y vuelve... Perdonar no es sólo algo momentáneo, es algo
continuo contra este rencor, este odio que vuelve. Pensemos en el final,
dejemos de odiar.
“Es una condición: piensa
en el final, en el perdón de Dios y deja de odiar, ahuyenta el rencor, esa
molesta mosca que vuelve y vuelve y vuelve”.
PERDONAR
PARA SER PERDONADOS
La frase que recitamos en la oración del Padre
nuestro: «Perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores», cobran su pleno significado
gracias a esta parábola, puesto que contienen, continuó diciendo el Papa, una “verdad decisiva”:
No podemos pretender para
nosotros el perdón de Dios, si nosotros, a nuestra vez, no concedemos el perdón
a nuestro prójimo. Si no nos esforzamos por perdonar y amar, tampoco seremos
perdonados ni amados.
Por todo ello, al concluir su reflexión, el Papa alentó a encomendarse a la maternal intercesión de la Madre de Dios, para que Ella “nos ayude a darnos cuenta de cuánto estamos en deuda con Dios, y a recordarlo siempre, para tener el corazón abierto a la misericordia y a la bondad”.
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