Al desmontar dentro de la cueva y dejando a las bestias comiendo ichu, Zoilo cogió la piel de la vizcacha que dejó colgada secándose. Llenándola de paja la dejó como si estuviera viva, colocándola después cerca de la madriguera donde la capturó. Amontonándole piedras, semejando estar prisionera y a su alrededor colocó lazos.
Mientras
Zoilo preparaba esta trampa para cazar más vizcachas, yo empecé acarrear leña
de distintos sitios buscando siempre de encontrar la más seca posible, para que
no humeara dentro de la cueva. En previsión de la gran lluvia a producirse por
el anuncio de los cuatro arco iris que alarmó al viejo cazador diciendo: "¡Gran lloquia ha de venir!". Y cuando ésta
llegara, contar en el refugio de la cueva, carne fresca de caza y abundante leña
para cocinar y calentamos nosotros y los animales.
Las
emociones vividas estos días, el ascenso a la montaña, el descubrimiento del
Jardín de la princesa y del palacio en la cumbre de la montaña, certificaba la
leyenda de los amores del inca Pachacutec y la princesa Atuspari.
En el
desfiladero donde estaba el refugio, Zoilo afirmaba era un adoratorio de los
incas, donde todos los años éstos venían a rendir homenaje al dios Viracocha,
creador del mundo.
Era
el más bello mirador sobre la belleza de la naturaleza.
Teniendo
frente a frente dos cordilleras con las montañas más altas del mundo; llamada
una Cordillera Blanca por tener las cumbres siempre cubiertas de nieve y las
faldas una puna de hielo.
Al
atardecer del siguiente día, el cielo nos deslumbró con dos arco iris situados
sobre la montaña azul. Disparándose negras nubes, avanzando a las cordilleras.
Relámpagos y truenos alumbraron retumbando la montaña. Asustando a las cabras.
Zoilo dijo: "Seguro princesa ver cabras destruyendo su jardín convirtiéndolo
de nuevo en desierto. Clamando ayuda llorar lágrimas azules. Gran dios
Viracocha compadecer. Por esto mandar "Lloquia”.
Nunca haber visto tanta nube junta en cordillera. Por eso mejor quedamos
en “adoratorio”.
Las nubes
avanzaban a gran velocidad, ganándose unas a las otras, oscureciendo la luz del
sol. Al momento de empezar la tempestad, oímos el nadar de cilindros en el
cielo, y una torrencial lluvia se precipitó horadando el suelo.
Durante
los días que duró el diluvio exploramos esa cueva. Zoilo cateando ere una
fisura de la roca dio con una falsa pared, dejando al descubierto dos cuartos.
Una con alimentos cubiertos con arena blanquísima, “ser
colca”, expresó Zoilo. Estaban resecos, pero sin ninguna picadura: frijoles, maíz, pallares, etc. El otro compartimento
era depósito de armas: flechas, lanzas, mazos. Dentro
de un escudo encontramos oculto un pequeño tubo de cerámica, al moverlo
contenía líquido. Zoilo, sobre una gran piedra en forma de batán, lo golpeó.
Un denso
líquido empezó a salir y conforme avanzaba sobre la piedra, ésta se fue
abriendo como una granada. Entre asombrado y perplejo oí decir a Zoilo: "Ser líquido secreto para trabajar la piedra".
Cogiendo un pedazo de tubo de cerámica alisó los lados de la piedra quedando
labrados en pequeños bloques de distintos tamaños, como se ve en sus
construcciones.
En la
cueva adoratorio, al chisporroteo de los leños ardiendo, dentro de la
cosmovisión ejercida por las sagradas hojas de coca. Bajo el diluvio producido
por la torrencial lluvia, Zoilo como interceptor de los dioses apus, me narró
las siguientes leyendas.
Qué jefe
tomó el mando del imperio cuando el ingenuo quiteño Atahualpa cayó en la trampa
tendida por Pizarro en Cajamarca. El origen de las grandes y monumentales
estatuas en la isla de Pascua y a que dios pertenece o simbolizan. El
descubrimiento del líquido para trabajar la piedra. El hallazgo del árbol rey
del desierto y las plantas que convierten las neblinas en lluvia. De dónde vino
el dios libertador del pueblo Mochica, Naylamp. Cómo los yungas de la costa en
las veces de su historia que fueron invadidos. En busca de libertad emigraron a
otras tierras, allende los mares.
El
torrencial diluvio continuó días de días. Menguaba por horas para continuar la
lluvia con más fuerza nuevamente. El octavo día amaneció lloviznando y a media
mañana el cielo empezó a despejarse, vislumbrando tenuemente la luz del sol. ¡Qué emoción!, ¡Qué felicidad!, ¡Qué tibieza!, ¡Qué
alivio! La tierra retomaba nuevamente su ritmo de vida.
Confraternizando,
celebrando el suceso, Zoilo y yo nos dimos un abrazo de hermanos, hijos de la
tierra a la cual pertenecemos y debemos cuidar. Desde lo alto del desfiladero
mirador-adoratorio, veíamos a venados salir de sus cuevas, igual a zorros y
vizcachas, y bajo la saliente de las peñas a llamas y vicuñas empezar a
levantarse. Pero a las voraces cabras, que antes del diluvio avanzaban
destruyendo los andenes y comiendo hasta las raíces de las plantas, no las
veíamos.
Los rayos
se fueron abriendo paso hasta aparecer brillante el sol deslumbrando la tierra.
Entonces apareció ante nosotros un monumento de belleza: La montaña azul circundada de la bandera del
Tahuantinsuyo.
Los siete
colores de un bellísimo arco iris. Del hanan pacha (cielo) apareció el inti
(sol) alumbrando la montaña azul. De sus cuatro costados descendían bellísimas
cataratas despeñándose al vacío. Dentro de esa neblina formábase un bellísimo
koyche (arco iris) alumbrando la cordillera y la puna de hielo. Entonces vimos
los miles de cabras sepultadas entre las piedras y el lodo. Zoilo tartamudeando
por la emoción exclamó: "dios Viracocha,
compadecido de princesa, mandar diluvio para sepultarlas".
Los
secretos de la montaña azul debían conocerse. Desafiando a los dioses apus,
decidí realizar un nuevo intento pensando que la entrada al palacio era seguir
el vuelo de la princesa convertida en paloma kukulí, apareciendo del otro lado
de la montaña.
De Alberto Bisso Sánchez
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