Mons. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba (España) habla en su carta semanal sobre el perdón, que tiene su fundamento en el perdón que nosotros hemos recibido de Dios.
“Por parte de Dios hemos sido perdonados hasta la
saciedad, y no hemos de olvidarlo nunca, porque aquí está el argumento para que
nosotros podamos perdonar a los demás hasta setenta veces siete, es decir, sin
límite”, asegura.
Ese es, según afirma Mons. Fernández, “el
núcleo del evangelio, el tema del perdón a quienes nos ofenden, que lleva
incluso al amor a los enemigos. No hay doctrina más sublime en ninguna cultura
ni en ninguna religión”.
“Perdonar, perdonar siempre es la quintaesencia del
cristianismo, es el amor más refinado. Es lo que ha hecho Jesús hasta dar la
vida por nosotros. Quien recibe el Espíritu de Jesús, lleva en su alma este
impulso a perdonar, como lo hizo él. Tenemos que ejercitarnos en ello, porque
no sale espontáneo de la carne ni de la sangre”, aseguró.
En ese sentido, Mons. Fernández recuerda que ese concepto ha quedado “plasmado en la oración principal del cristiano, el
Padrenuestro”.
“Hay una correlación entre el perdón recibido y el
perdón ofrecido, en ambas direcciones. Perdonar a los que nos ofenden nos
capacita para recibir el perdón de Dios. Y al mismo tiempo, cuanto más
recibimos el perdón de Dios y más conscientes nos hacemos del perdón que
recibimos, más nos capacitamos para perdonar a los demás”, asegura.
Y recuerda que “en cualquier caso, sería una
grave injusticia que no perdonáramos a los demás, cuando nosotros somos
perdonados continuamente”.
El Obispo de Córdoba explica que el perdón cristiano “no es simple cuestión de cortesía” porque “cuando Dios nos perdona, nos devuelve con creces los
dones rechazados por el pecado, por las ofensas a él.”
“Es decir, Dios se complace en volver a darnos lo
que antes habíamos rechazado, incluso aumentándolo. Nos lo devuelve con creces.
Y cuando nosotros perdonamos movidos por este mismo Espíritu Santo, nos hacemos
capaces de restaurar en el otro lo que él ha perdido por la ofensa al hermano”,
apunta.
Por eso subraya que la vida cristiana “es un
camino de perdón continuo, puesto que somos débiles, pecadores y rompemos la
alianza con Dios y el amor debido a los hermanos”.
Y anima a construir esa “dinámica de perdón”
en nuestra sociedad, porque “sólo las
fuerzas humanas no serían capaces de este programa de perdón”, pero
recibiendo a raudales el perdón de Dios y su gracia, nos vamos capacitando para
perdonar a los demás. Y qué hondamente contentos
nos sentimos al ser perdonados por Dios y por los demás, qué satisfacción la de
poner perdonar a los hermanos hasta setenta veces siete”.
SETENTA VECES SIETE
Las relaciones comunitarias tienen varias dimensiones y distintos aspectos.
El domingo pasado Jesús nos hablaba de la corrección fraterna, en este domingo
nos habla del perdón a quien nos ha ofendido. ¿Cuántas
veces tengo que perdonar?, le preguntan. ¿Hasta
siete veces? Es número completo, que señala la perfección. Es decir, si
llego a perdonar siete veces, ya he dado la talla de la perfección. Y Jesús
responde: -No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete (Mt 18,22). Esto es, sin límite, siempre.
Y les puso una parábola para explicar esta enseñanza. Jesús es verdadero
maestro y gran pedagogo a la hora de hacernos entender las cosas grandes con
ejemplos sencillos. Un hombre, deudor ante su dueño de una gran deuda, pidió a
su dueño que se la perdonara; y se la perdonó. Y este mismo perdonado, ante un
compañero que tenía pequeña deuda con él, le exigió que pagara hasta meterle en
la cárcel. Cuando se enteró el dueño, indignado tomó cartas en el asunto y le
ajustó las cuentas a este criado tan exigente con su compañero. “No debías tú también tener compasión de tu compañero,
como yo tuve compasión de ti?”.
Jesús nos hace ver que el perdón a los demás tiene su fundamento en el
perdón que hemos recibido nosotros de Dios. Por parte de Dios hemos sido
perdonados hasta la saciedad, y no hemos de olvidarlo nunca, porque aquí está
el argumento para que nosotros podamos perdonar a los demás hasta setenta veces
siete, es decir, sin límite.
Estamos tocando el núcleo del evangelio, el tema del perdón a quienes
nos ofenden, que lleva incluso al amor a los enemigos. No hay doctrina más
sublime en ninguna cultura ni en ninguna religión. Perdonar, perdonar siempre
es la quintaesencia del cristianismo, es el amor más refinado. Es lo que ha
hecho Jesús hasta dar la vida por nosotros. Quien recibe el Espíritu de Jesús,
lleva en su alma este impulso a perdonar, como lo hizo él. Tenemos que
ejercitarnos en ello, porque no sale espontáneo de la carne ni de la sangre.
Así ha quedado plasmado en la oración principal del cristiano, el
Padrenuestro: “Perdona nuestra ofensas, como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Hay una correlación
entre el perdón recibido y el perdón ofrecido, en ambas direcciones. Perdonar a
los que nos ofenden nos capacita para recibir el perdón de Dios. Y al mismo
tiempo, cuanto más recibimos el perdón de Dios y más conscientes nos hacemos
del perdón que recibimos, más nos capacitamos para perdonar a los demás. En
cualquier caso, sería una grave injusticia que no perdonáramos a los demás,
cuando nosotros somos perdonados continuamente.
El perdón cristiano no es simple cuestión de cortesía. Cuando Dios nos
perdona, nos devuelve con creces los dones rechazados por el pecado, por las
ofensas a él. Es decir, Dios se complace en volver a darnos lo que antes
habíamos rechazado, incluso aumentándolo. Nos lo devuelve con creces. Y cuando
nosotros perdonamos movidos por este mismo Espíritu Santo, nos hacemos capaces
de restaurar en el otro lo que él ha perdido por la ofensa al hermano. En
realidad, la vida cristiana es un camino de perdón continuo, puesto que somos
débiles, pecadores y rompemos la alianza con Dios y el amor debido a los
hermanos.
Qué sería de nosotros sin esta dinámica de perdón. Y esa misma dinámica
es la que debemos contribuir a implantarse en nuestra sociedad. Sólo las
fuerzas humanas no serían capaces de este programa de perdón. Recibiendo a
raudales el perdón de Dios y su gracia, nos vamos capacitando para perdonar a
los demás. Y qué hondamente contentos nos sentimos al ser perdonados por Dios y
por los demás, qué satisfacción la de poner perdonar a los hermanos hasta
setenta veces siete.
Recibid mi afecto y mi bendición: + Demetrio
Fernández, obispo de Córdoba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario