jueves, 24 de julio de 2014

TESTIMONIO DE SANACIÓN


TESTIMONIO DE SANACIÓN - 17 DE NOVIEMBRE 2009

¡EFETÁ! (ABRETE)

El Señor empezó a regalar antes de Navidad.


Ayer, 17 de noviembre, Dios se glorificó con un pequeño grupo de oración semanal del Santo Rosario. ¡Me la imagino a la Virgen intercediendo por sus devotos hijos!

Algunos me dirán: Pero hermano, si en las reuniones de los viernes de su grupo siempre hay alguien que se sana ¿cuál es la novedad? La novedad es que estas personas por primera vez asistían a una reunión de sanación. No sabían lo que se hacía ni como obraba el Señor. Una que otra había visto por televisión, pero directamente y en su persona ninguna.

Me habló mi ahijada Susann sobre el deseo de su grupo de Rosario de hacer una reunión y accedí sin titubeos. De nuestro grupo original sólo éramos cuatro: Susann, Samuelito (hijo de Susann de casi 3 años, que también es del grupo y colabora pasando el Cristo para que lo besen o con el agua bendita), Chabela y yo, y ellos más o menos veinte.

Nos reunimos en casa de una de ellas y mientras Samuelito correteaba por toda la casa, iniciamos la reunión. Luego de las oraciones usuales, llegó el momento crucial en que obraría Dios.

IMPOSICIÓN DE MANOS...

Habían dos señoras que hacía tiempo no podían arrodillarse por enfermedades a las piernas; otra con problemas en la columna que no le permitían agacharse, menos tocarse los pies en ángulo recto con las manos; otra tenía hace mucho tiempo dolores en el pecho que no le permitían una buena respiración; otra, una morena cincuentona soltera que estaba muy bien de salud pero no abría su corazón; un señor con problemas de artritis en las manos; otra con problemas en la vista; bueno, todos tenían algún mal desde hacía tiempo.

¿Qué pasó? Las que no se podían arrodillar se arrodillaban; los dolores de pecho desaparecieron; a la morena Dios le mandó un mensaje para que abriera su corazón, que habían dos personas que la amaban; la otra se agachaba y se paraba como si nunca hubiese tenido nada en la columna; y así les pasó a todos sin excepción… Dios los sanó. ¡Gloria a Dios!

Luego vino la teofanía y tuvimos la presencia de nuestra Madre celestial (Ella viene con permiso de Dios). Sus palabras fueron estas: “Ustedes, hijitas mías, ustedes son mis niñas y huelen a rosas porque están conmigo. Les doy la misión de buscar más gente para su grupo de Rosario. Les agradezco por rezarlo… eso me agrada mucho”. Esto, entre otros mensajes que en este momento no recuerdo. Todos escuchaban extasiados y puestos de rodillas – no ante el instrumento, sino ante el mensaje que recibían a través de él.

¡No se imaginan las caritas de sorpresa de esta gente humilde de corazón! ¡No creían lo que estaban sintiendo! Las que no se podían arrodillar se arrodillaban y se volvían a parar, la otra se tocaba el pecho como preguntándose ¿dónde se había ido su dolor?... todos estaban loquitos de amor y alegría. Se sanaron hasta de la columna.

Me despedí, sin antes pedirle a la morena que me enviara el parte de su matrimonio, y llegando a mi casa sonó el teléfono. Mi ahijada me contó que no la dejaban salir de la casa. Todos preguntaban ¿qué había pasado? Todos coincidieron en que sintieron como una corriente eléctrica por todo el cuerpo a la hora de la imposición de manos. Mi ahijada les hizo leer la Biblia donde se habla de los dones del Espíritu Santo y les explicó a grandes rasgos en lo que consistía la sanación... comenzó a evangelizar. Si no se evangeliza ¿cómo se entera la gente?

¿Qué tiene de importancia para mí esto que pasó? Dios me está diciendo que quiere que forme un nuevo grupo por esa zona y, ayer, estas personas ya lo solicitaron a través de mi ahijada. Sólo falta escoger el día y la hora, para que muy pronto el Señor y su santísima Madre derramen su amor y gracias por esa zona a tantos que lo necesitan. Ya no serán solamente 20... sino muchos más los que se acerquen al Señor. ¡Qué grande es el Señor!

José Miguel Pajares Clausen

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