jueves, 24 de julio de 2014

F.-ORACIÓN DEL ENFERMO


Conviene que el enfermo también ore. Es muy cómodo solamente pedir oración a otros como quien manda lavar su ropa sucia a otra parte y él no se ocupa de nada. Estas personas están buscando un alivio rápido y cómodo que no les exija ningún esfuerzo de su parte. La sanación profundas solo se da en la medida que entramos en comunión profunda con el Dios que purifica y santifica.

¡Qué maravillas vemos en las personas que oran! Si creyéramos en el poder de la oración estaríamos más dispuestos para hacerla y le daríamos prioridad sobre otras actividades. Muchos dicen que se pierde el tiempo orando porque no se hace nada, y no se dan cuenta que lo más importante no es lo que nosotros hacemos sino lo que Dios hace en nosotros durante la oración.

Había una persona que siempre, en todo tiempo y lugar, nos asaltaba para que oráramos por ella. Cundo yo me la encontraba ya hasta le sacaba la vuelta, pues era muy insistente. Un día vino una persona de Estados Unidos a impartir un retiro. Al terminar la charla, como de costumbre, la señora se le acercó y le pidió que orara por ella. Esta persona se puso primero en la presencia de Dios y sintió una voz interior que decía: “no ores por ella, pues solo está cansando a mis servidores”.

Que diferente es este caso al que sucedió en el Congo: en la misa de clausura de Brazzaville el Señor realizo muchas curaciones maravillosas. Mientras el sol se ocultaba la gente salía feliz como si bajara del Monte Sinaí después de haber experimentado la gloria del Señor.

Después de que todo el mundo abandono es estadio alabando a Dios, el guardián cerraba las puertas y apagaba las luces. Entre las gradas se había quedado una mujer en oración; junto a ella su hijito de seis años sentado en medio de dos muletas. El guardián le dijo:

-Señora, ya váyase. Ya todo termino y voy a cerrar las puertas.

-No, no puedo irme porque todavía mi hijo no se cura, voy a seguir orando.

El cuadro era tan conmovedor que el guardián le permitió permanecer allí más tiempo. Ella persevero en la oración más de dos horas. A las 8:15 p. m. el pequeño se levantó por su propio pi y comenzó a caminar sin muletas ante la luz que con su palidez plateada hacia más bella y tierna la escena.

Era la perseverancia en la oración de la que nos habla el Evangelio. (Lc 11, 5-8)

P. Emiliano Tardif

FUENTE: JESÚS ESTÁ VIVO

Publicado por: José Miguel Pajares Clausen

(Continuará)

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