viernes, 24 de septiembre de 2021

"LA VIUDA DE LA CALLE LA PALMA"

 Recuerdo la época en que la única diversión era el cine, pues inclusive la tele transmitía hasta las 11:00 pm y era en blanco y negro. Por ello nos agrupábamos entre cuatro o cinco patas y acudíamos al cine Colón el más ficho de Huacho en los años de 1960, ubicado en plena plaza de armas.

Aquella noche estrenaban: "Django" con el actor Franco Nero. En el barrio de prolongación La Palma éramos fanáticos de las coboyadas. Terminada la función fuimos a la carretilla de “Burro blanco", cholo blancón él, muy hablador, cuya carreta era conocida como el Mustang, (muchos huachanos de la época lo recordarán).

Y comentando el filme degustábamos su rico aguadito, de mala presentación pero de un sabor peculiar que siempre nos gustó. Luego comenzamos a regresar por la calle La Palma, empedrada, como muchas calles de Huacho de aquella época.

Lloviznaba, veíamos el reflejo de los postes de madera con sus amarillentos focos reflejados en cada piedra. Cuando pasamos por el club "Juventud La Palma" escuchamos el alarido tenebroso y desgarrador de una mujer, a la vez que veíamos entrar de forma desesperada al guardián del club, "Douglas", cuya minusvalía lo hizo popular, quien nos gritó: ¡¡Corran, carajo!! ¡Que está viniendo La Viuda! Corrimos desesperados llenos de espanto, al pasar por el cruce de La Palma con San Martín, justo en la antigua farmacia “Nonato”, escuchamos el alarido desgarrador de mujer que se acercaba ya, por la calle Adán Acevedo.

Corrimos despavoridos, escuchando el aullido de los perros asustados. Pasamos por la quinta "Vilela" y oímos el alarido, tenebroso, justo en la farmacia "Nonato" ¡Y que ya nos alcanzaba! Llegamos a la casa de la familia Kian, famosa por su salchicha, frente a ellos había una huaca o cerro en cuya parte alta vivía un zapatero. Ahí había una higuera a la cual subimos los cinco, aterrorizados.

¡Pudimos sentir el alarido al pie de la higuera! A la vez que sentíamos ¡como si una inmensa mano la sacudiera! los perros dejaron de aullar. Luego salió de su choza el zapatero y mirándonos, exclamó: ¡Carajo! ¡Son lecheros, ah! porque si los agarraba el grito pisando suelo, les juro: ¡Que se los llevaba en cuerpo y alma!... Comenzamos a temblar, pero esa es otra historia.

De Darío Pimentel (2018).

Alejandro Smith Bisso

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