domingo, 25 de abril de 2021

CADA AÑO SE ESTRENA EL CIRIO PASCUAL

 Es para preocuparse, y se le queda a uno cara de póker, imperturbable, estupefacto, cuando sacristán o sacristana, seglar o consagrado, te comenta entusiasmado antes de la Vigilia pascual: “¡Y este año el cirio pascual es nuevo!” No dices nada, sonríes educadamente y tragas saliva pensando: “¿este año? ¿Los demás años no es nuevo? ¡Ay, Dios mío, dónde me han metido para celebrar!”

La santa Pascua del Señor es la novedad de vida nueva y resucitada: Cristo, resucitando, todo lo renueva, hace nuevas todas las cosas y da vida nueva a quienes se unen a Él por el bautismo.

Todo es nuevo. La creación entera renace: es la primavera y la primera luna llena; la Pascua del Señor repercute en el orbe entero, en la naturaleza y en el cosmos. Pasa el frío, la tierra reseca, el invierno y su letargo, y renace la vida, los árboles, las hojas y las flores, la luz vence la tiniebla y los rayos del sol derriten las nieves y expulsa el frío.

Así como la Pascua es nueva, y Cristo todo lo renueva (cf. Ap 21,5) con su poder salvador, así en la liturgia pascual todo expresa esta novedad de Vida y Resurrección.

El fuego que se bendice es nuevo para encender de nuevo las lámparas y cirios; el agua para el bautismo es nueva en esta Pascua y se bendice con solemnidad; nuevo, recién consagrado en la Missa chrismatis, es el santo Crisma para la Unción; nueva será la Eucaristía, que no se celebraba desde el Jueves Santo ni se comulga con los Presantificados como el Viernes Santo.

Y nuevo, evidentemente, es el cirio pascual, el símbolo de Cristo resucitado, que se enciende con el fuego nuevo de la Pascua para destruir la oscuridad del pecado y de la muerte, de las tinieblas del corazón y del espíritu. Nuevo es el cirio por respeto al Señor resucitado; nuevo cada año es el cirio en homenaje y ofrenda a Cristo resucitado; nuevo para que se vaya consumiendo con su llama viva.

Claras son las rúbricas:

“Prepárese el cirio pascual que, para la veracidad del signo, ha de ser de cera, nuevo cada año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar realmente que Cristo es la luz del mundo” (Cong. Culto divino, Cta. Preparación y celebración fiestas pascuales, n. 82).

Normativa clara: nuevo cirio cada año, sin reutilizar el del año anterior, o siendo ficticio, de plástico con un tubo de parafina líquida en su interior.

Teniendo un tamaño apropiado, “relativamente grande”, difícilmente se podrá aprovechar de un año al siguiente cuando hay que encenderlo en todas las Misas de Pascua, Laudes y Vísperas, así como durante todo el año en los bautizos que se celebren y en los ritos exequiales junto al cadáver.

El hermoso, magnífico texto, del Pregón pascual incide en la materia noble de este cirio, fabricado con “cera de abejas”, para que arda consumiéndose:

En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia te ofrece por medio de sus ministros en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas.

Además, el cirio pascual nuevo, de tan noble materia, es calificado de “solemne ofrenda”, y por tanto, debe ser una ofrenda digna (no falsa, no artificial, no desgastada) pues es para el Señor en este sacrificio vespertino de alabanza.

El cirio pascual debe arder iluminando con la cera pura de estas abejas: Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para la gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de esta cera fundida, que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa.

Es un cirio precioso que arde y se va consumiendo en honor del Señor, destruyendo la oscuridad. Se consume como ofrenda y por eso al año siguiente, en la nueva Pascua, un nuevo cirio se ofrecerá al Señor y se encenderá como ofrenda. Es el valor de una ofrenda anual junto al de homenaje: ¡por ello se ofrece un cirio nuevo al Señor!

Arde, su llama resplandece y por eso está encendido –no apagado- durante las distintas celebraciones de los cincuenta días de Pascua:

Te rogamos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche. Y, como ofrenda agradable [in odorem suavitatis acceptus] se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentro ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso, y es Cristo, tu Hijo resucitado.

Cada año se estrena un cirio pascual que se ofrece al Señor y se consume iluminando. Esa fue la costumbre de la liturgia durante siglos para la Pascua del Señor. Era una ofrenda anual y, al principio incluso, en algunas regiones, terminada la Vigilia se partía el cirio y se distribuían sus trozos a los fieles como un sacramental de Pascua: “Al fin de la vigilia pascual se solía romper el cirio en algunos lugares y se distribuían sus fragmentos entre los fieles como sacramentales. En el siglo X se hacía esto el domingo de Quasimodo. En algunas iglesias, como Poitiers, para no romper los cirios preciosos, se consagraban después de la función otros cirios pequeños con la fórmula del Gelasiano, y éstos eran los que se rompían y distribuían entre los fieles. Esta costumbre desapareció cuando se introdujo la costumbre de dejar el cirio al lado del ambón del evangelio hasta el día de la Ascensión. En Roma se suplió esto con los agnusdéis (especie de medallones hechos con la cera que había quedado del cirio pascual” [1].

Un dato más de la tradición eclesial que avala que cada año se bendecía un cirio nuevo, sin reutilizar el del año anterior, fue la tradición bella de elaborar los Agnus Dei, realizados en la Octava de Pascua, con el cirio pascual del año anterior. Dom Schuster lo explica: “El Sábado santo muy temprano, en Letrán, el archidiácono hacía fundir la cera; derramaba en ella el crisma, la bendecía y la derramaba en pequeños moldes ovalados en los que estaba impresa la imagen del místico Cordero de Dios. Estos Agnus Dei se distribuían después a los fieles en la misa del sábado in Albis, como eulogias y recuerdos de la solemnidad pascual.

Fuera de Roma, allí donde estaba en vigor el antiguo rito del Lucernario de la tarde y de la bendición del cirio pascual, la cera de la que se fabricaban los Agnus Dei era precisamente la que quedaba del gran cirio destinado a iluminar el ambón en la noche de Pascua. Sin embargo Roma consintió más tarde solamente en adoptar este rito del Lucernario pascual y para adaptarse al uso difundido desde el siglo V, de distribuir al pueblo los Agnus Dei de cera, encargó su confección al archidiácono” [2].

Era una costumbre hermosa la de los Agnus Dei que ha llegado, modificada, hasta nuestros días: consistía en “repartir entre el pueblo los restos del cirio pascual, a modo de elogia o de objeto bendito. En Roma, en el siglo VII, como hemos dicho, el archidiácono, la mañana del sábado santo, hacía una mezcla de cera fundida y de aceite bendito, y por medio de un molde, cortaba pequeños discos llevando grabada la imagen del Agnus Dei. Estos objetos se distribuían a los fieles durante la octava de Pascua, para que los quemasen en sus casas en caso de enfermedad o de tormenta. Éste es el origen de lo que se llaman los Agnus Dei que bendice ahora, en épocas determinadas, el Soberano Pontífice” [3].

Una propuesta, pedagógica y pastoral, sería la de fabricar esos Agnus Dei o algún sacramental fundiendo la cera del cirio pascual del año anterior: “No estaría mal que después de la Ascensión se fundiese el cirio y se fabricasen algunas medallas de esa cera y se distribuyesen a los fieles o a las familias de la feligresía el día mismo de Pentecostés. Sería bueno que los fieles contribuyesen en ese caso a costear el cirio pascual de la parroquia” [4].

Escribía esto Garrido Boñano cuando regían las rúbricas del Misal romano de 1962, en que el cirio pascual se retiraba en la Ascensión. Actualmente se traslada al baptisterio después de Pentecostés. Por lo cual la propuesta tal cual la expone no es factible. Pero sí la idea: el cirio del año anterior se podría emplear en fabricar algunas medallas de cera, ya sea para regalárselas a los fieles durante la Pascua, ya sea para entregarlas como recuerdo a los que se bautizan, se confirman o reciben la Primera Comunión durante esta cincuentena pascual. Así el cirio pascual del año precedente se emplea en realizar unos sacramentales bellos.

Cada año un cirio nuevo para una nueva Pascua: es sentido litúrgico, es amor al Señor, es solemne ofrenda a Cristo resucitado, es tomar en serio los signos de la liturgia.


Javier Sánchez Martínez

 

[1] GARRIDO BOÑANO, M., Curso de liturgia romana, Madrid 1961, p. 485.

[2] SCHUSTER, I., Liber sacramentorum, t. III, Bruxelles 1929, p. 271.

[3] SCHUSTER, Id., p. 66.

[4] GARRIDO BOÑANO, Curso de liturgia romana, p. 485.

 

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