Hace unos días, charlaba amigablemente con un amigo. Me citó a Neville Chamberlain como ejemplo de político débil. Le hice ver a mi amigo que la historiografía moderna ha rehabilitado completamente la figura de esta figura tan incomprendida por el mismo Pueblo al que sirvió, el inglés. Chamberlain parece el político puesto por Dios en el lugar adecuado, en el momento adecuado, para hacer lo que se debía hacer. Puesto allí para que siempre se diga con toda claridad: “No se pudo hacer más”. Ningún historiador ha acusado al Reino Unido de que podría haber hecho más por la paz. Se hizo todo, absolutamente todo, para evitar la destrucción del Viejo Continente, para evitar decenas de millones de muertos, millones de mutilados, millones de seres con traumas psicológicos para toda la vida.
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Hoy,
después del almuerzo, en mi pequeño tiempo libre, me he dedicado a ver fotos de
Hitler y Chamberlain, tratando de estudiar sus gestos, su psicología. Y he
descubierto de lo que nunca me había dado cuenta: a
Hitler le caía extraordinariamente bien el primer ministro inglés.
Es cierto
que hay muchas fotos en que Hitler aparece con su gesto típico de persona
insoportable y engreída. Era su forma de ser y es natural que aparezca así en
muchas instantáneas. Pero hay un cierto número de fotos en que se ve que Hitler
tenía los mejores sentimientos hacia el primer ministro británico. Arriba he
puesto solo dos ejemplos entre muchos.
No hace falta
recalcar lo importante que era eso en tal momento. Hoy día pensamos que la
guerra era inevitable. Pero no, alguien tan psicológicamente inestable como
Hitler podía haber hecho cualquier cosa, incluso haberse parado en
Checoslovaquia.
Y el
primer ministro era una persona que le caía bien a Hitler. Fue perfecto para
negociar. A eso se añadía algo que, sin duda captó, el dictador: la elegancia, el porte, la majestad de Neville.
El
rostro, el aspecto físico, de Adolf era vulgar. Neville era alto, esbelto; sus
gestos y su dicción no podían no impresionar a Hitler. Neville era, en su
físico y en su prestancia, lo que siempre hubiera deseado ser Adolf. El cual
tirano estaba rodeado de una camarilla de ministros y jerarcas tan vulgares en
gestos, palabras y físico como el mismo Füehrer.
Durante
las negociaciones con los alemanes, en todas las fotos, tomadas en tantas
situaciones, Neville siempre aparece sereno. No hace falta escucharle para
darnos cuenta de que siempre defiende lo razonable. Alguien tan amable, racional
y que defiende sus puntos de vista de forma tan amable, sin duda, debió
impactar a Hitler. Es lo que capto en no pocas fotos tomadas en momentos en que
no posaban.
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Hay muchos pecados,
pero ningún pecado peor que la guerra. Neville hizo lo posible para que no se
cometiera ese pecado.
Neville
nunca buscó una paz a cualquier precio. Nunca. Buscó una paz razonable. Y lo
consiguió, en Munich. Pero Hitler no honró su palabra. En esa época, nadie
podía estar seguro de que Hitler no cumpliría lo que firmó.
P. FORTEA
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