martes, 23 de marzo de 2021

UN DIOS QUE INSPIRÓ A PROFETAS Y A MÚSICOS

 Ya sé qué he hablado varias veces de los tres minutos de sinfonía de la BWV 29, de esa obra en la que Bach estalló en un poderoso Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias.

Pero es que se trata de una música rebosante de vitalidad. La armonía resuena con una brillantez que parece dejar cualquier otra música mundana a otro nivel. Esta es una partitura que tiene prisa, prisa por agradecer la alegría de vivir en la fe en Dios. ¿Caben más notas en cada momento? Una música henchida en la que no cabe más en ella.

Pero lo que sorprende es que en, en esos tres brevísimos minutos de música intensa, la armonía “cae” en momentos en que adquiere una dignidad épica. Y digo “cae” porque la música de pronto parece caer, detenerse, recapacitar; como en el minuto 0:23, en el 0:43, en el 1:33. Son momentos en los que esta música que no se detiene, que avanza con una fuerza arrasadora, parece reflexionar acerca del porqué de su alegría.

Esta sinfonía solo se entiende como una armonía hacia Dios. Ninguna realidad humana puede provocar un canto de acción de gracias con estos sones. Porque estamos escuchando una alegría sacra. Nada de este mundo se merecería una acción de gracias del tipo que esta música expresa.

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Hagámonos conscientes de que esta sinfonía solo funciona si cada nota es tocada en el momento justo, el tiempo adecuado. Solo entonces se nos concede escuchar lo sacro, solo entonces atisbamos la voz de los ángeles.

Solo si esta liturgia de notas se realiza en toda su perfección se puede captar a Dios. Porque sí, es una acción de gracias, pero cuando se llega a este nivel, se capta un destello del Ser Infinito. ¿Podemos alabar a Dios si no nos es dado? ¿Es acción de gracias o es la Voz de Dios? Ciertamente, las dos cosas.

No estoy diciendo que esta partitura sea “Palabra de Dios”, por supuesto que no. Pero Dios no solo inspiró a los profetas, también puede inspirar a un músico. Y Bach es el Tomás de Aquino de la música.

En fin, para los muy amantes de esta partitura-predicación, de esta música totalmente "invasiva" que penetra hasta lo más profundo del alma.

P. FORTEA

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