31 agosto 2020
1503.
21 de marzo Hora Santa.
Durante
toda la noche te estuve esperando en Mi Eucaristía, para podérteme dar por
la mañana. No tienes por qué asombrarte, pues crees en Mi Presencia en
el tabernáculo y en la inmensidad de Mi Amor. Junta los cabos. Y cuando te
despiertes en el curso de la noche, que tu pensamiento vuele hacia El que
ya te está deseando para el amanecer. Esto animará tu amor y abrirá tu confianza
en Mi Poder.
Yo: Tu Potencia, Señor, ¿es superior a la fuerza atómica?
Él: Toda fuerza sale de Mi Fuerza y no es nada en su
comparación. Aun Mi Dulzura está revestida de Fuerza, pues nadie es tan
dulce como Yo.
¿No
piensas de cuando en cuando en adorar cada uno de Mis Atributos? Sería un
homenaje a Mi Gloria. Haz que Yo Me aproveche de los días de tu vida; no
te quedan ya muchos; continúame hasta donde puedas. Que no haya un solo
día en que no te ocupes de lo Mío, así como no hay un solo día en que Yo
no esté empeñado en labrar tu felicidad. ¿Me crees?
Yo: Sí, mi Señor.
Él: Entonces, humíllate de no corresponder mejor a tantas
atenciones de parte de tu Creador. Ya sabes cuánto Me gusta perdonar y
cómo puede vuestra confianza atraer Mi Misericordia; Ella lo puede todo en
Mi Corazón. Cuenta conmigo. Llámame. ¿Te gusta tu nombre? Me encanta oír
Mi Nombre en vuestros labios. Entonces, no Me prives de ello.
Gabriela Bossis (1874-1950)
fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó
cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de
Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy
entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió
su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que
se estrenaron en numerosos países, incluso interpretando ella algún
papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia
mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios
sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus
cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos
esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió
después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida
de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad
de Dios que guió toda su vida.
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