Una cosa que me parece muy buena del hecho trágico de ayer es que ha afectado mucho al personal de hospital, a todos. Y digo que esto es algo positivo porque el personal sanitario de un hospital es un grupo de personas que trabajan con la muerte. A diferencia de ellos, los médicos de atención primaria o los médicos de un centro de especialidades ambulatorias trabajan con la vida, trabajan para que la gente viva mejor.
Sin
embargo, los médicos de un hospital hacen lo mismo que los anteriores, tienen
esa misma relación médica con la vida, pero se añade el que deben trabajar con
la muerte de forma habitual. La muerte forma parte de su trabajo, de su rutina,
de su horario. Y actualmente, a diferencia de hace siglos, ese “trabajar con la muerte” implica aspectos tales como
decidir hasta cuándo es conveniente seguir luchando, cuándo desconectar ciertos
aparatos, cuando omitir ciertos tratamientos que jamás se dejarían de dar a un
joven o un niño.
Porque
esto forma parte del trabajo, resulta evidente que el personal hospitalario son
seres humanos acostumbrados a la muerte. No reaccionan de igual manera que el
resto de las personas de la calle. Incluso un soldado en un campo de batalla de
Vietnam o Corea verá morir a menos gente que un médico al cabo de unos cuantos
años.
Además,
la muerte hace siglos era algo que ocurría repartido por las casas, por los
pueblos. Hoy día acaece de forma concentrada en uno o en unos pocos lugares de
cada gran ciudad. Ese es otro aspecto que tiene la medicina del siglo XXI, en
nuestras urbes: la concentración de la muerte.
El
acostumbramiento a la muerte por parte del personal sanitario resulta una
necesidad. Una necesidad sana, un mecanismo de la psicología para no verse
afectada.
Pero me
ha alegrado profundamente ver la sensibilidad que ha mostrado todo el personal,
lo cual es signo de afecto, de cariño, de compasión. Y me alegro el poder decir
que a algunos les ha afectado mucho. Esto es bueno. No somos máquinas, no somos
seres insensibles.
Y,
en este caso trágico, el entero personal (más de 4000 trabajadores) ha
reaccionado como si fuera una familia, un pueblo.
P. FORTEA
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