miércoles, 23 de noviembre de 2022

RECOVECOS FASCINANTES DE LA BIBLIA, Y COMPLEJÍSIMOS

Juan Julio, en los comentarios, hablaba hace unos días de la doble numeración de los salmos: la numeración del texto hebreo y la de la Vulgata. ¿Cuál es la numeración preferible?

Bueno, en las facultades de teología católicas y protestantes se usa la numeración hebrea como convención, para así aclararnos y no estar siempre preguntándonos cuál estamos usando. Pero la Iglesia no ha renunciado a la numeración de la Vulgata en la liturgia.

¿La razón? La numeración de los salmos de la Vulgata viene de una traducción de textos hebreos del siglo IV. La numeración actual del texto hebreo es la del llamado texto masorético cuya redacción se concluye en el siglo IX.

Los estudios muestran, sin lugar a dudas, que san Jerónimo usó textos hebreos que pueden ser más primitivos que los usados por los masoretas.

Hace unos días me encontré con que la versión de la Vulgata del salmo 137 (numeración hebrea) acaba en el versículo 138 (inclusive), y lo mismo la versión de los LXX. Mientras que la versión hebrea acaba con un versículo 9 tremendamente cruel:

Happy is the one who seizes your infants and dashes them against the rocks.

¿Este versículo pertenece al texto canónico? ¿Este versículo es Palabra de Dios o es una añadidura humana posterior? Según san Jerónimo, según los mismos judíos del siglo I que hicieron la traducción al griego, no forma parte de la Palabra de Dios.

Si alguien quiere comparar la versión de la Vulgata con la de los LXX, aquí puede hacerlo:

https://www.bibliacatolica.com.br/es/neo-vulgata-latina-vs-septuaginta/liber-psalmorum/137/

Mi opinión, es que se trata de una añadidura hebrea posterior, pero que no pertenece al texto canónico. Pero quedo a la escucha de quien tenga algo que decir con conocimiento, pues mi opinión (en este punto de discusión) está sujeta a quién ofrezca mejores razones.

Hoy he traído a vuestra consideración un tema verdaderamente complejo y muchos, con toda razón, podéis decir: "Buf, que recovecos tiene la Biblia". Sí, realmente es un libro fascinante.

LA LITURGIA TAMBIÉN PUEDE SER SENCILLEZ, FAMILIARIEDAD, CERCANÍA

Después de haber dado razones para expresar la perfecta legitimidad de la misa de cara al pueblo, reitero (como muchos sabéis) que cuando celebro missa sine populo, es decir, solo acompañado de dos o tres personas –algo que solo me ocurre muy de vez en cuando— me gusta celebrarla de espaldas a los que asisten. Eso me permite evitar toda distracción y poder ocultar mi cara (donde se expresan las emociones) a esas personas presentes.

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A eso se añade que en mis parroquias siempre he celebrado una misa en latín una vez al mes, por sistema. En esos casos, la celebraba en los últimos años de espaldas. Siempre ha sido la misa del Vaticano II, pero me parecía que ese cambio de la rutina era positivo, que ayudaba a entender la misa de otra manera y que eso suponía un enriquecimiento.

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Reconozco que una capillita pequeña y sencilla con diez asistentes (o así) se presta más a una celebración de cara al pueblo, se presta más a entender la misa como la Última Cena en un ambiente de intimidad.

Mientras que un gran pontifical catedralicio se presta a tener un presbiterio alto, al que se accede por una gran escalinata. Y allí, en ese Sancta Sanctorum, que el pontífice oficie de espaldas con varios ministros a su lado y varios acólitos detrás de él, dispuestos unos más arriba y otros más abajo.

La capilla pequeña con diez personas que vienen todos los días es el entorno ideal para la intimidad de la cena pascual, es el entorno ideal para un ambiente familiar en el que el presbítero ejerce como padre espiritual.

Mientras que una gran catedral gótica es el entorno ideal para un altar con grandes candelabros en medio de una nube de incienso, rodeado de toda una serie de rangos de levitas.

Esto lo entendieron perfectamente los constructores de las catedrales góticas, aunque no es este el momento de desgranar detalles. Pero lo que allí es natural, la liturgia como impresionante despliegue estético, sería inadecuado en un pueblecito pequeño para una misa de diario con unas pocas personas.

La liturgia en un sitio y en otro no significa una serie de cambios cuantitativos, sino cualitativos. Hay un espíritu catedralicio de la liturgia para unos lugares, y hay un espíritu de sencillez para otros lugares.

SIGO CON EL ASUNTO DE LOS RECOVECOS DE LA BIBLIA

Otro punto al que podemos asomarnos es el de los títulos de los salmos: ¿pertenecen al texto sagrado o  no? ¿Son Palabra del Dios Todopoderoso o añadidura humana?

Hay un artículo óptimo de Patrick Nickerson que os ofrezco:

https://solagratia1517.wordpress.com/2017/09/01/psalm-titles-inspiration-and-thirtles-theory-pt-1/

Hay otro artículo formidable que analiza las palabras que aparecen en esos títulos:

https://www.therain.org/appendixes/app65.html

Añado dos links más para el que quiera profundizar; uno muy erudito y otro que puede servir de resumen:

http://www.lectio-divina.org/images/nyssa/On%20the%20Inscriptions%20of%20the%20Psalms.pdf

https://www.newadvent.org/cathen/12533a.htm

De nuevo, podemos apelar a la autoridad de san Jerónimo y a la antigüedad de los LXX. En ambas versiones, aparecen títulos en los salmos. De verdad os lo digo, después de mucha maduración, después de muchos años, estoy convencido de que Dios inspiró tanto a los sabios judíos que produjeron la versión de los LXX, como a san Jerónimo. No estoy diciendo que ambos fueran infalibles en sus traducciones, no, no lo fueron; pero me he convencido de que no solo fueron ayudados de lo alto, sino, incluso, inspirados por el Espíritu Santo.

¿De qué hubiera servido tener un texto sagrado inspirado por el Espíritu Santo si, de hecho, la gente iba a leer una versión griega y latina llena de errores? Dios inspiró al redactor y al traductor.

¿A todos los traductores del mundo? No, rotundamente no. Pero Dios sabía que esas dos traducciones eran las que iban a circular por todas partes. En el caso de la Vulgata, fue (prácticamente) la única versión hasta el siglo XIX.

Así que si san Jerónimo consideró parte del texto sagrado los títulos de los salmos, para mí eso tiene más que una extraordinaria autoridad. ¿Por qué? Porque Dios cuidó su revelación. Porque el Autor Divino cuidó el texto sagrado y la traducción de su texto.

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La conclusión de lo dicho para la inclusión de los títulos en el texto sagrado vale para la exclusión del contenido del salmo. Es decir, si la autoridad de Jerónimo y de los LXX vale para considerar que están incluidos los títulos, su autoridad vale para dar por excluido del texto inspirado el dichoso versículo de ayer respecto a la matanza de los niños.

Otra conclusión de todo lo dicho es que para mí tiene más fiabilidad lo que me diga la Iglesia respecto a un texto bíblico hebreo o griego que cualquier otra autoridad.

P. FORTEA

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