domingo, 27 de diciembre de 2020

LA TEOLOGÍA DEL SIGLO XXI

 Somos la primera generación para la que todo el pasado está realmente presente. En otras épocas, una estatua, un mosaico, un libro, permitían asomarse a otros siglos. Eran como ventanas a las que te asomabas. Hoy día, el Imperio Romano, por poner un ejemplo, está presente en un sinfín de senderos que uno puede recorrer hasta cansarse. Los senderos te derrotarán, te lo aseguro.

Uno puede vivir en el siglo XXI y, por razones trabajo, placer, docencia, afincarse en un rincón de la historia de un modo solo soñado —en realidad, ni siquiera soñado— en otras generaciones.

También vale para la geografía del mundo actual. Yo hablo, de forma habitual, con personas de muchos países. Mientras ceno viajo a esos lugares: recorro su calles o vuelo a vista de pájaro. Por primera vez, una persona en cualquier lugar, puede visionar, sobrevolar, introducirse, en innumerables regiones repartidas por todo el globo. Dígase lo mismo de las profundidades del océano o del sistema solar.

Somos la primera generación en que el espacio de nuestro planeta y el tiempo aparecen en nuestra mesa no ya como un festín, sino como un verdadero mapa de senderos que se bifurcan y que son más largos que nuestro tiempo para recorrerlos.

No solo eso, cuando ahora leemos teología, tenemos capacidad para ponernos en la mente del otro que no pensaba como nosotros. Tenemos capacidad para ver todo lo bueno, verdadero y noble que enseñó el que era un hereje o un no bautizado.

Hoy, en mi lectura, me metía en la mente de un árabe de la época de Mahoma; e intentaba hacer ese ejercicio del modo más comprensivo, más realista posible.

En este campo, también nuestra mente ha alcanzado una flexibilidad que no era común en otras épocas. Por supuesto que los escolásticos dejaron por escrito lo verdadero de un Averroes, de un Plotino y de tantos otros. Pero nuestra capacidad de meternos en su mente y captar de un modo global todo lo bueno del otro es muy distinta ahora que hace siglos.

Nuestra época ha experimentado una cierta disolución del espacio, del tiempo, de los prejuicios. Lo que ocurre con el planeta, ocurre también con la teología. Puede uno mantener ciertos acentos, ciertos estilos, pero el teólogo de nuestra época ya no es como el teólogo de hace dos siglos.

P. FORTEA

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