No lo cargues en brazos que se acostumbra.
Eso
quiero, que se acostumbre a sentirme cerquita, a mi calor, a mi amor y no a la
soledad.
No le pongas atención cuando hace berrinches porque se acostumbra. Eso quiero, que se acostumbre a que aún sus más abrumadoras emociones también importan y son válidas, que no debe reprimirse, que tiene mi contención, que cuenta conmigo en sus peores momentos.
No le des
tanta teta que se acostumbra. Eso quiero, que se acostumbre a que sus
necesidades fisiológicas y afectivas son satisfechas y que son importantes.
No le hagas caso cuando llora, porque se acostumbra. Eso quiero, que se acostumbre a que tiene alguien que le consuela, que no está solo, que cuenta conmigo, que su dolor importa.
No dejes que duerma contigo porque se acostumbra. Eso quiero, que se acostumbre a que en sus momentos de angustia tiene una compañía, que cuando me necesite ahí estaré, que no crezca en soledad.
No le permitas hacer berrinche porque se acostumbra. Eso quiero, que se acostumbre a expresar su inconformidad, a que se puede defender cuando se sienta violentado, que su opinión cuenta.
No le dejes que te desobedezca porque se acostumbra. Eso quiero, que se acostumbre a que no todas las órdenes de adultos son buenas, que también tiene derecho a oponerse ante la injusticia y al irrespeto.
Que se acostumbre a que merece ser escuchado, contenido, protegido, respetado.
Que
se acostumbre a crecer con una buena autoestima.
Que
se acostumbre a sentir mi amor.
Que
se acostumbre a ser amado...
Texto de V. Flores
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