«Jesús no quiere el fuego de la guerra ni de las armas»
El cardenal
hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, calificó como una «guerra callada»,
la persecución que existe contra Jesús en su Iglesia en la hermana nación de
Nicaragua. Se refirió igualmente a la guerra en Ucrania e indicó que ambos
conflictos no son fruto del fuego que Cristo vino a traer a la tierra.
(Aica/Infocatólica) .El arzobispo de Tegucigalpa
se manifestó después de que la situación contra la Iglesia Católica se haya
agudizado en Nicaragua no solo con el cierre de medios de comunicación
católicos, sino también con la retención en el Palacio Episcopal del obispo
Rolando Álvarez, a quien la Policía Nacional acusa de intentar «organizar
grupos violentos» y lo mantiene sitiado desde hace más de 10 días. Éste se
encuentra confinado junto a cinco sacerdotes, tres seminaristas, y dos laicos,
en el Palacio Episcopal provincial desde el jueves de la semana pasada, que
está sitiado por fuerzas especiales policiales.
«Esa guerra
callada que están haciendo para perseguir a Jesús en su iglesia en la hermana
nación de Nicaragua, ese no es el fuego que Jesús ha venido a traer», señaló Rodríguez Maradiaga.
Tampoco lo es la guerra «triste» que sufren los hermanos de Ucrania y de
Rusia, indicó el coordinador del Consejo de Cardenales del Vaticano:
«Jesús no quiere
el fuego de la guerra ni de las armas. Esa guerra tan triste que están
sufriendo los hermanos de Ucrania y de Rusia»
El cardenal indicó que el
fuego de Cristo «tampoco es el fuego de aquellos
que destruyen la naturaleza y que llenan de incendios los países. Es otra cosa,
es abrirnos al amor, al testimonio y a la coherencia»:
«Debemos
preguntarnos que, si el espíritu de la convivencia y del amor enciende en nosotros
una vida cristiana que se vuelque en hacer el bien como decía en apóstol Pablo
en la epístola de los Gálatas: No nos cansemos hacer el bien. Ese es el fuego
que Jesús viene a traer para que nuestra fe de fruto abundante»
En su homilía el purpurado dijo
que «el fuego de Jesús es por el reino y del
Espíritu Santo que es amor y vida, como si dijera he venido a encender las
conciencias apagadas, a despejar las mentes embotadas, a levantar los ánimos
decaídos e infundir energía a los abatidos. Un fuego que alumbra la oscuridad y
brilla en las tinieblas de muchas vidas apagadas y dormidas».
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