viernes, 22 de febrero de 2019

LA CUESTIÓN DEL OVERBOOKING


Habréis escuchado muchas veces que el overbooking se debe a que estadísticamente hay un número de pasajeros que no toma un vuelo. La compañía llora por tu sufrimiento… pero no tiene otra alternativa. Ese hecho ocurre, sí, pero esa ¡no es la razón esencial que está en la causa de que la compañía venda más billetes! Ni mucho menos.

Para entender lo que realmente sucede hay que entender por qué es más barato comprar un billete de ida y vuelta que dos billetes separados. Si tú vendes un billete para el regreso, no solo consigues un beneficio, “sino que también le quitas dinero a la compañía que compite contigo en ese tramo”. Eso multiplicado por miles de veces es mucho dinero. Por eso las compañías han llegado, a menudo, a ofrecer un billete de ida y vuelta más barato que solo el billete de ida. De eso he sido testigo bastantes veces, cuando no tendría que tener ningún sentido.

Esa es la razón de que mucha gente compre billetes de ida y vuelta que no va a usar. Y eso hace que el índice de billetes comprados y no usados sea bastante más alto que lo que tendría que ser. “Si una compañía decidiera ser honesta”, se encontraría con que está regalando dinero a los competidores.

El resultado de la codicia de las compañías es que el número de asientos comprados, pero no usados, para nada tiene que ver con el número real de individuos que llegaron tarde al aeropuerto, se pusieron enfermos o cambiaron de opinión.

Una vez que acostumbraron a la población (con el consentimiento de los políticos) de que el hecho de vender más billetes que asientos era algo totalmente lícito fue cuando vino la segunda parte del negocio. Esta segunda parte consiste en que se sacan más beneficios “llevando la política de venta de asientos al máximo de la estadística”. Por no perjudicar al cliente, se podría vender con un margen de ocupación más razonable, pero se sacaría menos beneficio al mismo avión.

Entendamos que a la compañía no le cuesta nada recolocar a un individuo en el siguiente vuelo. Si en cada vuelo de Madrid a París, por llevar el margen al límite, vendes diez o cuatro billetes más: eso al cabo del año es mucho dinero.

Iberia tiene ocho vuelos diarios directos a París, con escala bastantes más. Si un precio medio son 250 euros, lo acabo de comprobar, entendemos que si vende diez billetes más (ejemplo ficticio), en un pasaje de 150 a 200 asientos, estamos hablando 2.500 euros por vuelo. Por diez vuelos, 20.500 euros. Multiplicado por 300 días, son 6.000.000 euros.

¿Comenzáis a entender que hay detrás del overbooking? Ponerte en el siguiente vuelo no les cuesta nada. Llevar la estadística al margen es mucho dinero. Pura codicia sin importarles los perjuicios personales. Al miembro del consejo de dirección que juega al golf en Marbella le importa un bledo que tú hayas pagado y que eso te provoque grandísimos problemas. Él almuerza en restaurantes de cien euros el menú con tu dinero y mientras sus lobbies puedan reunirse en un despacho de un congresista, tú seguirás pagando y él seguirá probando nuevos restaurantes de lujo.

Post Data: Si la compañía te paga un hotel, solo en el caso de vuelos transatlánticos, que sepas que ese hotel del extrarradio le cuesta a la gran compañía una cantidad mucho menor que a ti. Lo mismo que al autobús de la compañía que te recogerá. Siguen ganando dinero, aunque tenga que pagar 40 euros por pasajero dejado en tierra después de haber vendido diez pasajes a 800 euros cada uno. Los números salen y, por eso, han llevado la codicia al extremo.

Cuando la Unión Europea aprobó un exiguo (bastante ridículo) listado de derechos de los pasajeros, lo hizo por razones meramente de imagen, para dar la impresión de que se hacía algo. Pero el mundo de los billetes de avión y sus asientos estrechos y la comida espantosa es el salvaje reino del capitalismo más infame.

Pero, ojo, esta práctica se puede extender a habitaciones de hotel y a “cualquier otro producto por el que hayas pagado”. La avidez de los poderosos frente a los débiles no tiene límites. Como bien se vio en la estafa de las acciones preferentes en España. Una estafa en toda regla y generalizada por la que muy pocos fueron llevados a un tribunal.

P. FORTEA

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