LA DISFORIA COMENZÓ EN DAGNY A LOS TRECE AÑOS: CON QUINCE, LAS REDES Y ACTIVISTAS HICIERON EL RESTO
TRAS SER ADOCTRINADA POR ACTIVISTAS E INTERNET,
ADVIERTE A PADRES Y EDUCADORES DEL PELIGRO DE LAS REDES SOCIALES.
A los trece años, como muchas
otras adolescentes, a Dagny solo el ofrecieron una opción:
la transición de género. Y
la joven sabía que tenía ese derecho y que quien lo cuestionase se merecía el
peor de los castigos por su transfobia.
Esta, explica, "es la historia que nos han vendido, y es la única versión. Pero los detransitioners -personas
transgénero arrepentidas- somos un inconveniente para este relato".
Seis años después, desistió del proceso y comenzó a buscar la
felicidad… y a luchar contra quienes se la querían arrebatar por completo. "Necesitamos cambiar el discurso
y ese es mi objetivo", advirtió al relatar su historia.
Para ella, todo comenzó a los
once años, cuando los inevitables cambios corporales de la adolescencia llamaron
a su puerta.
"Me sentí
humillada porque mis pechos creciesen. Mi periodo fue un motivo de angustia y odio desde
que comenzó la menstruación y pese a que se suponía que era algo emocionante
para una joven, a mí solo me hizo sufrir", relata.
De momento, lo que le sucedía
podía ser una duda motivada por su edad, quizá un síntoma de disforia de
género. Pero al comenzar a investigar en redes e Internet,
de entre todos los diagnósticos -subjetivos o clínicos- que podían ofrecerle,
todos le llevaron irremediablemente a albergar un creciente deseo
de iniciar la transición.
Al publicarlo en la red, "me recomendaron investigar cirugías trans a mí, una niña de doce años. No me gustó ninguna de
las respuestas, solo quería que hubiera algún botón que pudiera pulsar y hacerme
hombre. Y aunque mi familia no era en absoluto religiosa, recuerdo acostarme de
noche y decirle a Dios que comenzaría a ir a la Iglesia si despertaba
como un niño".
La disforia estalló cuando Dagny
cumplió los quince años, por dos razones. "Tenía amigas
trans, dos de ellas mayores que yo y que ya habían comenzado la
transición y en segundo lugar, aumentó mi uso de redes sociales,
Tumblr y a seguir blogs LGBTQ", enumera.
Al principio, le pareció "una distracción divertida". Pero no
tardó en pensar lo lejos que estaba dispuesto a llevarlo. "Dejó de ser un juego":
nuevo nombre, pronombres, ropa, hormonas… y desarrollar su nueva
identidad en Internet.
INCLUSO
ELLA PODÍA SER TRÁNSFOBA
"En esencia,
yo me convertí en una persona diferente" después
de que comenzó usar redes sociales, explica mientras las recuerda como "un ambiente insalubre, perturbador y tóxico para
ver o usar durante la adolescencia".
Al exponer su visión en redes y
grupos LGBT se convirtió en su rehén. "Tras
ser afectada por el pensamiento grupal, la vigilancia moral y las amenazas
continuas de exposición social, las redes me convirtieron en una persona
ansiosa y paranoica sobre las personas que me rodeaban: veía a
mis padres como fanáticos tránsfobos por intentar retrasar mi consumo de
hormonas… y porque Tumblr lo dijo así. Cualquier persona que confundía [la que
creía que era mi identidad] era un enemigo. Me hicieron sentir que
tan solo estaba segura en mi mente", relata.
Peero Dagny decidió rendirse a
ellas y su "nueva" identidad fue
asumida en la red "incondicionalmente".
Las redes no solo fomentaron su
padecimiento, sino que lo llevaron al extremo.
"Sostenía
que si tienes disforia de género debes hacer la transición, que cualquiera que pareciera interponerse en mi
camino era un tránsfobo" y, en última instancia, que si
ella misma lo hacía, sería una tránsfoba contra sí misma.
"MISERIA,
DESESPERACIÓN, TERROR Y OBSESIÓN"
A los 16 años, ya había comenzado
el tratamiento hormonal, convencida de que "si tenía disforia, tenía que hacer la
transición".
Hoy está plenamente convencida de
que fue "un error". "Hoy no tengo
intención de hacerlo, pero pensé que no tenía otra opción. El hecho de pensar
así era una fuente increíble de miseria, desesperación, terror y obsesión para
mí. Era una adolescente infeliz", relata.
Hoy, casi diez años más tarde, en
ningún caso se plantearía completar o retomar la transición.
De hecho, abandonó el proceso,
pasando a engrosar el creciente "colectivo" de los
autodenominados detransitioners.
"La transición
empeoró mi disforia. Era un discurso único que me decía que el odio a mi cuerpo
estaba justificado e incluso era positivo. Me dijeron que la única forma
de sentirme mejor era destruyéndome a mí y lo que me definía
como mujer. No cabía el amor a mí misma si mi identidad dependía del odio a mí
misma", denuncia.
"HA
LLEGADO EL MOMENTO DE FRENARLES"
Tres años después de comenzar su
lucha por reasimilar y mostrar su identidad femenina original, advierte
enérgicamente a adultos, padres, maestros y activistas de que ha llegado el momento de frenar el discurso a los niños partidario de que el que experimente
disforia de género con 15 años lo seguirá sufriendo al mismo nivel a los 21,
como a ella le dijeron activistas, amigos y "profesionales"
médicos.
"¿Qué tiene de
malo decirle a un adolescente que un día se sentirá mejor? No hay nada de
malo", plantea.
Hoy, esta joven es una auténtica antisistema frente a la dictadura de género y conoce a la perfección sus
incoherencias. "Si el activismo que defiende
la posibilidad en los adolescentes de llevar a cabo la transición médica
realmente se preocupara por los afectados por la disforia permitirían una
discusión que no les manipulase", denuncia.
Junto con otras tres amigas
detransitioners, Dagny ha fundado el Pique Resilience Project, un
bastión de la llamada batalla cultural para enfrentar, con sus propias
experiencias y conocimientos del lobby de género, "el
discurso único".
"Necesitamos
cambiar el discurso. Necesitamos tratar a los adolescentes con
paciencia, compasión y madurez. Tenemos que dejar de decirles
que su sufrimiento durará hasta que tengan un nuevo cuerpo", expresa.
Concluye con una advertencia en
base a su experiencia, pero que es posible extrapolar a la práctica totalidad
de detransitioners y afectados por la disforia de género y el lobby LGBT: "Es increíblemente importante que
todos, padres, adolescentes, terapeutas y legisladores, comprendan
qué tipo de impacto pueden tener las redes sociales en una
mente en desarrollo".
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