miércoles, 29 de julio de 2020

SOFOCLETO: LA IRREVERENCIA COMO ARMA Y SU PASO POR LOS MARISTAS DE HUACHO


“LA MEDIOCRIDAD ES EL ARTE DE NO TENER ENEMIGOS” (Sofocleto)

No es un autor de culto, tampoco figura en los textos escolares, apenas asoma en la crítica canónica; sin embargo, Luis Felipe Ángel de Lama, más conocido como Sofocleto, es el escritor humorista más importante del siglo XX. Él es el último representante de una rica tradición iniciada en la Colonia por Mateo Rosas Oquendo y Juan del Valle Caviedes, y continuada en la época republicana por Larriva, Pardo, Segura, Atanasio Fuentes, Palma y Leonidas Yerovi, entre otros.

Había nacido en la calurosa ciudad de Paita el 12 de abril de 1926. Apenas cuando tenía cuatro años fue llevado por su familia a la capital, donde estudió en colegios importantes como los Hermanos Maristas, La Merced, La Inmaculada (regentada por los jesuitas), San Agustín y San Andrés. A juzgar por los estudios realizados es de presumir que tuvo una sólida formación cristiana; pero en la práctica jamás mostró obediencia o tolerancia a los dogmas, la rígida disciplina y la sinuosa moralidad. Estos colisionaron contra su temperamento irreverente y contestatario, y debido a ello fue muchas veces expulsado (en cierta ocasión, cuando tenía doce años, fue expulsado por haber difundido una hoja escolar donde atacaba a los curas).

EN LOS MARISTAS DE HUACHO

Hay un pasaje poco conocido de su formación escolar y este tiene que ver con su paso por el colegio San José de los Hermanos Maristas de Huacho. Se conserva una foto de él, cuando tenía 8 años de edad, al lado de sus compañeros, a raíz de una ceremonia religiosa (Primera Comunión). Todo parece indicar que aquí empezó a escribir sus primeros versos, y ello como consecuencia natural de su temprana pasión por la lectura, acrecentada por las dos grandes bibliotecas que le dejaron en herencia sus tíos abuelos. Cuando estaba cursando el 2° de primaria, obtuvo el premio “Percentil”, “con cero errores, entre mil palabras de ortografía difícil…” (1).

Su paso por Huacho Sofocleto lo recordaría años más tarde en un artículo publicado en una revista de la Universidad Católica de Lima. Fiel a su agudo ingenio lo tituló “¿Está torcido el Derecho?”: “La primera vez que tuve conciencia de lo que era el Derecho fue en Huacho, a los doce años, cuando - por festejar a la hija del comisario - me acogotaron dos guardias y me llevaron “derecho” a la comisaría” (2).

No sabemos a ciencia cierta si a esa edad Sofocleto había concluido la primaria e iniciado la secundaria, y si aquí lo expulsaron por haber atacado a los curas a través de un panfleto, del cual hemos hecho referencia líneas arriba. Lo cierto es que estuvo donde estuvo siempre se vio envuelto en problemas, no solo en su etapa escolar sino principalmente en la adultez de su vida, ya que por su cáustica pluma y su irreverencia contra políticos y gobernantes de turno, fue desterrado en cuatro oportunidades y encarcelado más de tres años. No hubo político o autoridad de alguna nombradía que escapó de sus pullas y apodos. Son célebres los endilgados, por ejemplo, a Luis Bedoya Reyes (“El Tucán”), Juan Velasco Alvarado (“Chipi Nopo”), Héctor Cornejo Chávez (“Corneto”), Fernando Belaúnde Terry (“Architecto”) y Javier Alva Orlandini (“Lechuzón”).

Algunos de su blanco eran atrabiliarios y no estaban dispuestos a tolerarle sus majaderías y tomadura de pelo. Por eso Velasco lo deportó y Héctor Cornejo Chávez pensó seriamente en victimarlo, según cuenta Augusto Zimmerman en su libro “Camino al socialismo” (3).

TALENTO Y FECUNDIDAD
Sofocleto, que se valió del trágico griego Sófocles para construir su célebre seudónimo, fue un manantial incontenible de creación, tanto así que Francisco Miró Quesada Cantuarias decía que el humorista había escrito más que Lope de Vega, Calderón, Quevedo, Bécquer y sus contemporáneos. Más allá de si esta afirmación pueda parecer hiperbólica (y de hecho lo es), libros más y libros menos, Sofocleto escribió más de un centenar de ellos, superando incluso al mismísimo Luis Alberto Sánchez, y convirtiéndose así en el escritor más fecundo de nuestras letras.

De su copiosísima producción merecen destacarse sus frases de antología incluidas en sus “Silogismos”:
• El alcohol mata las neuronas. Las neuronas que mueren son las más débiles. Si mueren las más débiles quedan las más fuertes e inteligentes. Conclusión: cuanto más alcohol bebo más inteligente me hago.
• Nada sale tan caro como un enemigo gratuito
• El verbo lavar no se conjuga, se enjuaga
• Nunca subo a una balanza porque sé que me va a pesar

No podemos ignorar tampoco sus definiciones ingeniosas incluidas en su “Diccionario loco”:
• Arpía: suegra que toca el arpa
• Alienadas: locas en fila
• Antílope: enemigo de Lope de Vega
• Ánfora: especie de bacinica donde los electores depositan su ingenuidad
• Budín: hijo menor de Buda

Pero donde posiblemente descuelle en todo su esplendor su talento e Ingenio impar sea en “Los cojudos” (1970), considerada con justa razón su mejor obra y que tuvo un impresionante éxito en el Perú y Latinoamérica. En ella, Sofocleto distingue tres tipos de cojudos:
1. Cojudos por nacimiento
2. Cojudos por contagio y
3. Cojudos por trauma cerebral (el más terrible, sin duda alguna).

De esta obra ha dicho Enrique Planas que es “una feliz parodia del lenguaje académico y su impostura” (4). Fiel a su estilo provocador, ni siquiera lugares conocidos por nosotros se salvaron de su irreverencia. En efecto, Sofocleto incluyó en el apartado “Lugares cojudos” a las Salinas de Huacho y las Pampas de Medio Mundo. A continuación, incluimos algunas perlas de su talento excepcional: “En el Perú, repetimos, la Cojudez tiene categoría de religión, de himno, de leyenda, mito y casi de tabú. Lo Cojudo es sagrado, extraterreno y místico. Lo Cojudo es nuestro. total, y definitivamente nuestro, como la coca, el charqui, el maíz y la uta” (5).

“El cojudo llega a su clímax sobre los treinta años y alcanza la apoteosis a los cincuenta y nueve. De los sesenta para arriba es lo que se llama “un viejo cojudo”, lo cual significa que no le falta sino cometer la Gran Cojudez Final, que cierre con broche de oro su carrera, antes de que algún vivo (6) de la familia consiga meterlo en el manicomio bajo los cargos de Arteriosclerosis Generalizada” (7).

“Al cojudo de profesión le ponen cuernos, lo estafan, lo asaltan, le embarazan a la hija y le devuelven a la hermana. Tiene tías solteronas y va al circo solo, porque se encandila con el payaso, el trapecio y los leones. Es siempre el último de la cola, el que pierde la lotería por un número y camina como pato porque sufre escaldadura crónica...” (8).

Ni su propia familia estuvo exenta de sus mordacidades (¡Quién podía librarse de él!). En la dedicatoria del libro estampó estas imperecederas líneas: “A mi abuelo, don José de Lama y Arizmendi, quien perdió los yacimientos de La Brea y Pariñas de puro Cojudo”.

Este hombre de pluma socarrona y estatura desbordada (medía cerca de 2 metros), que aparte de periodista y escritor fue también diplomático y políglota culto (hablaba inglés, portugués, francés e italiano y algo de latín y ruso), falleció en Lima el 18 de marzo de 2004, a los 77 años de edad. Un año antes de morir, tuvo la enorme dicha de que en su tierra lo declararan “Hijo predilecto de Paita”, y le erigieran una estatua en su honor. Aquella vez soltó unas lágrimas de sincera emoción y seguramente en su memoria, cual películas caóticas, se agolparon una serie de recuerdos intensos como los destierros, las prisiones… y las expulsiones de colegio.

Huacho, 27 de julio de 2020

NOTAS:
(1) “Sofocleto: apuntes iniciales”, blog de Raúl Moscol León, 2 de diciembre de 2008
(2) “¿Está torcido el Derecho?”, Sofocleto, revista Ius et veritas, N° 15 [en línea]
(3) La anécdota se evoca en “La dictadura velasquista amordaza a la prensa”, César Reátegui, “Expreso”, Lima, 24 de noviembre de 2019 [en línea]
(4) "' Los cojudos', el libro que nos recuerda las categorías en que se clasifica a los peruanos más resistentes"', El Comercio, 29 de abril de 2020 [versión digital]
(5) “Enciclopedia de la conducta humana. Los cojudos”, tomo primero, Sofocleto, p. 31 [versión digital]
(6) Se ha usado el vocablo vivo en reemplazo de otro, más fuerte y crudo
(7) “Enciclopedia de la conducta humana. Los cojudos”, op.cit., p. 124
(8) Citado por Raúl Mendoza Cánepa en “El chispeante e inteligente humor de Sofocleto”, El Comercio, Lima, 24 de marzo de 2014 [versión digital]

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