Este martes 16 de agosto se cumplen 207 años del nacimiento de San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud, quien tuvo luchas frontales contra el diablo y por ello dio algunos consejos a sus jóvenes para espantarlo.
En las Memorias Biográficas, conjunto de 20 tomos en el que los
salesianos recopilaron la vida y obra de Don Bosco con historias contadas por
él mismo, se narra que el santo se enfrentó al demonio, quien lo molestaba por
las noches.
El santo, siendo ya sacerdote e iniciando su obra por los jóvenes, al
irse a acostar escuchaba ruidos en el techo, como si rodaran piedras grandes
sobre la madera. Al principio puso trampas pensando que eran ratas, pero al
subir por la mañana encontraba todo igual. Entonces habló con San José Cafasso,
su confesor y actual patrono de las cárceles italianas.
Don Caffaso le aconsejó que rociara agua bendita en el desván, pero los
endiablados ruidos permanecían. Don Bosco entonces decidió cambiarse de
habitación, pero esto tampoco sirvió. Y así empezó a adelgazar y a peligrar su
salud por no poder dormir.
La situación era tan preocupante que incluso su madre, la actual
Venerable Mamá Margarita, entraba a su habitación y mirando al techo gritaba: “¡Feas bestias, dejad en paz a Don Bosco, acabad de una
vez!”
Don Bosco mandó abrir un hueco en el techo, como un tragaluz, y puso una
escalera para subir rápidamente al escuchar el primer ruido. Es así que cuando
los infernales sonidos empezaron, el santo subió de inmediato y se encontró con
el demonio.
Sin pensarlo dos veces tomó un cuadro de la Virgen María y lo colgó
sobre la pared del desván, rogando a la Madre de Dios que lo librara de esa
perturbación. Los ruidos ya no se escucharon más.
Cuenta Don Bosco que dentro de los ataques del enemigo que experimentó
en su vida estaban el oír voces que lo ensordecían, recibir un soplo como de
huracán, los papeles se caían por sí solos, se desordenaban los libros o el
demonio escondía sus “Lecturas Católicas” en
la otra habitación.
En otros momentos, siempre antes de dormir, experimentaba que una mano
le buscaba quitar la ropa y desnudarlo. Otro día la estufa se prendió con unas
llamaradas que parecían que iban a quemar la casa.
También veía cómo su cama era sacudida con una fuerza invisible, y en
alguna ocasión vio que un horrible monstruo entraba por la puerta para
devorarlo.
Con toda esta experiencia, Don Bosco recomendaba a sus muchachos hacer
bien la señal de la cruz y usar el agua bendita.
“Así, pues, en las tentaciones y especialmente al
entrar en la iglesia, haced bien la señal de la cruz,
porque allí os espera el demonio para haceros perder el fruto de la
oración. La señal de la cruz aleja al demonio por un momento: pero la señal de
la cruz con el agua bendita lo aleja por mucho más tiempo”, explicaba.
También les preguntaba: “¿Queréis que os
enseñe a no tenerle miedo y a resistir a sus asaltos? Escuchadme. No hay nada
que el demonio tema más que estas dos cosas: 1. La Comunión bien hecha. 2. Las
visitas a Jesús sacramentado”.
“¿Queréis que el Señor os conceda muchas gracias?
Visitadlo a menudo. ¿Queréis que os haga pocas? Visitadlo poco. ¿Queréis que el
demonio os asalte? Visitad poco a Jesús sacramentado. ¿Queréis que huya de
vosotros? Visitad a menudo a Jesús. ¿Queréis vencer al demonio? Refugiaos con
frecuencia a los pies de Jesús. ¿Queréis ser vencidos? Dejad de visitar a
Jesús”.
“Queridos míos, la visita a Jesús sacramentado es
un medio muy necesario para vencer al demonio. Id, pues, a visitar con
frecuencia a Jesús sacramentado y el demonio no podrá hacer nada contra
vosotros”, enseñaba el gran Don Bosco.
POR ABEL CAMASCA | ACI Prensa
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