domingo, 24 de julio de 2022

LA MUERTE DE JESUCRISTO

La muerte de Jesucristo clavado en la cruz es el hecho más grande que ha visto la historia.

Por: P. Jorge Loring | Fuente: Catholic.net

34.- JESUCRISTO NOS REDIMIÓ OFRECIENDO EL SACRIFICIO DE SU VIDA EN LA CRUZ, PARA PERDONARNOS NUESTROS PECADOS Y DEVOLVERNOS LA GRACIA Y AMISTAD DE DIOS.

1. La muerte de Jesucristo clavado en la cruz es el hecho más grande que ha visto la historia.

Para la reparación del género humano, en plan de justicia estricta y perfecta (condigna), fue absolutamente necesario la Encarnación y Redención de Cristo19.

La ofensa aumenta con la dignidad del ofendido.
Al ser el pecado ofensa a un Dios infinito, su malicia es infinita.
No podía reparase por un mero hombre.
Por eso Dios se hizo hombre para ser Hombre-Dios y así reparar la ofensa del hombre
20.

«Jesús es Dios y hombre. En cuanto Dios, todas sus acciones, incluso las acciones humanas más pequeñas, tienen un valor infinito. En cuanto hombre, hecho hermano nuestro y cabeza de la humanidad, puede ofrecer a Dios en nuestro nombre y en nuestro favor todo cuanto hace. De ahí que ofrezca su obediencia hasta la muerte de cruz como reparación de nuestra desobediencia.
Y al hacer esto, Él mismo se convierte en reconciliación entre el Dios ofendido por la soberbia humana, y los hombres que son los ofensores. Por eso es su sangre derramada en la cruz la que pacifica todas las cosas»
21.
«Por la humanidad de Jesucristo entra la Persona del Verbo en solidaridad con el género humano. Formamos con Él un todo. Él es uno de nosotros. Así puede verificarse la Redención satisfactoria. Nosotros ofendimos a Dios, y Él paga por todos. (...)Cristo es un eslabón que une lo sumo con lo ínfimo. Levanta la humanidad a las alturas de la divinidad y como que inclina la divinidad a nuestro barro»
22.
Dice San Gregorio el Magno: «El haberse abajado Dios hasta la humanidad sirve para elevar al hombre hasta la divinidad»
23.

La gran prueba de la divinidad de Cristo es la resurrección, y para esto primero tenía que morir
24. Pero la muerte en cruz fue para demostrar su amor a nosotros.

Dios pudo haber mandado al infierno a todos los hombres que hubieran pecado mortalmente; pero -por el mucho amor que nos tiene- no hizo eso, sino que, al contrario, quiso hacerse hombre para redimirnos. Y aunque hubiera bastado para esto una sola lágrima de sus ojos o una palabra de sus labios
25. , quiso sufrir tormentos tan espantosos y muerte tan cruel, para que veamos el valor de nuestra alma y tengamos horror al pecado, para darnos prueba de su amor a nosotros, y para servirnos de ejemplo en nuestros trabajos y penalidades.

Al Marqués de Comillas, que va camino de los altares por las muchas buenas obras que hizo al disponer de una gran fortuna, se le atribuyen estos versos:

Sufre, pues por ti sufrí.
Y cuanto adverso te viene, sabe que así te conviene; pues todo nace de mí.
Mi bondad me puso aquí.
Tu ingratitud me clavó.
Nadie como yo sufrió.
Y pues todo es por tu bien, bebe una gota, por quien un cáliz por ti bebió
26.

2. Jesús quiere que correspondamos al amor que nos tiene. Por eso, en muchas de sus imágenes, nos enseña su corazón, pidiendo que nosotros le amemos también a Él y le consagremos y le dediquemos todos los actos de nuestra vida, principalmente los que más nos cuestan. El dolor y el sufrimiento son un tesoro, si se saben aprovechar para la otra vida ofreciéndolos a Dios.
La vida cristiana, aun en sus más mínimas acciones, posee una riqueza de valor inapreciable, debido a la unión de todo bautizado con Cristo, de cuya misión y méritos redentores participa.
Todo ese valor y precio puede ofrecerse a Dios para reparar los pecados y colaborar en salvar el mundo; y aun para conseguir de la omnipotencia de Dios gracias y favores en beneficio propio y ajeno.

El Apostolado de la Oración, es una Obra de la Iglesia que asocia a treinta y siete millones de personas, unidas en Cristo, para vivir los grandes intereses de su Reino, mediante el sincero ofrecimiento del valor redentor de todas sus acciones, sufrimientos, alegrías y oraciones.
La Dirección en España del Apostolado de la Oración está en Núñez de Balboa 115, 1º E. Madrid-28006, Telf.: 91 562 80 49. FAX: 91 562 17 85
Hay que santificar el trabajo. Hacer las cosas lo mejor que podamos, por amor de Dios. El seglar no puede santificarse a base de largos rezos y tremendas penitencias. Algo debe rezar siempre, pero no podrá rezar mucho. Algo tendrá que sacrificarse siempre, aparte de los muchos sacrificios que la vida trae consigo.

Pero lo constante, lo que será de todos los días, y de todos los momentos de cada día, es hacer bien lo que se está haciendo; y eso para complacer a Dios, cumpliendo su santa voluntad. En esto ha de buscar el seglar su auténtica santidad27.

Este ofrecerte a ti mismo a Jesucristo, y contigo todas tus cosas, en correspondencia a su Amor Infinito y en reparación de los pecados y ofensas que continuamente recibe, se llama culto al Sagrado Corazón de Jesús. Este culto, que lleva consigo la veneración de la imagen del Corazón Herido por la lanza del soldado, es un verdadero compendio de nuestra Santa Religión y el mejor modo de vivir nuestra fe, porque nos brinda la manera práctica de entregarnos a Cristo y al prójimo, amándolos de verdad y reparando los pecados.

La religiosidad popular, hoy revaluada, con su sentido concreto y sensible, encuentra en el corazón de Cristo el camino más fácil de llegar al amor de Dios. La devoción al Sagrado Corazón no es una devoción más. Es la respuesta a Cristo porque me ama. Es toda una espiritualidad.

Tenemos que caer en la cuenta del amor enorme que nos tiene Dios. Por eso se hizo hombre, y murió por salvarnos. Por eso después de esta vida nos prepara otra maravillosa. Y ese amor lo simboliza en su Corazón.

¡Dios nos quiere como el mejor Padre! Sólo el cristiano llama Padre a Dios.

Veamos el amor de Dios en todas las circunstancias que nos rodean: buenas o malas. Confiemos plenamente en ese inmenso amor de nuestro Padre: «Corazón de Jesús, en Ti confío, porque creo que me amas»28.

Es muy consolador saber que Dios no me ama por mis méritos. Aunque es cierto que «obras son amores y no buenas razones», Dios lo que más desea es un corazón humilde, contrito y amante.

3. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, nos consigue grandes beneficios por Él prometidos; sobre todo nuestra salvación eterna, si comulgamos nueve Primeros Viernes de mes seguidos, como Él mismo prometió a Santa Margarita María de Alacoque.

El Papa Juan Pablo II, el 5 de Octubre de 1986, dijo en Paray le Monial que se siga difundiendo la práctica de los Nueve Primeros Viernes de mes, y que se ayude a los fieles a la participación en los sacramentos29.

La razón de la devoción de los Nueve Primeros Viernes de mes, podría ser que Cristo murió un Primer Viernes de abril30, y estuvo nueve meses en el seno de María. Se conmemoran así dos grandes hechos de la Redención: la Encarnación y la Muerte.

Es evidente que quien hace los Primeros Viernes y después, fiado de esta promesa, se dedica a pecar a sus anchas, se está burlando del Corazón de Jesús; y no parece éste el mejor camino para alcanzar el cumplimiento de la promesa. Dijo San Pablo que de Dios no se ríe nadie
31.

Si alguien comulgase presuntuosamente, es decir, sin propósito de enmienda, pensando pecar después, está claro que su comunión sería sacrílega, no válida, y no ganaría la promesa.

La promesa del Corazón de Jesús no es un seguro de salvación para los que quieran llevar una vida de pecado. El Concilio de Trento condena -y es de fe- a los que presumen de tener seguridad absoluta de salvarse. A no ser que hayan tenido revelación especial de ello32.

No podemos tener una certeza infalible y de fe, pero sí podemos tener una certeza moral; pues nadie pierde la gracia si no peca mortalmente, y nadie peca mortalmente si no es responsable de lo que hace.

Lo que ocurre es que hay hechos de los que no somos responsables, pero sí somos responsables de las causas remotas: hoy no vemos, porque la vista la perdimos poco a poco voluntariamente, y por lo tanto responsablemente.

También puede ocurrir que el acto lo cometí libre y voluntariamente, y después me olvido del grado de voluntariedad que tuve. Por eso es conveniente terminar las confesiones diciendo: «Me arrepiento además de todos los pecados de mi vida pasada y de aquellos de los que me haya olvidado».
Hay que tener en cuenta que la promesa del Corazón de Jesús sólo sirve para los que quieran salvarse; pues esta promesa no aniquila nuestra libertad. Quien se empeñe en ir por el camino del infierno, y no quiera rectificar, se condenará aunque haya hecho los Primeros Viernes.

Pero a quien los ha hecho bien, y tiene voluntad de ir por el camino de salvación, aunque tanga caídas por fragilidad, hay muy sólidos fundamentos para creer que Dios se encargará de protegerle con una Providencia especial para que muera en estado de gracia.

Deberías tener en tu casa una imagen, cuadro o placa del Sagrado Corazón, pues Él también ha prometido que bendecirá las casas en las que su imagen esté expuesta y sea honrada.
Harías bien en consagrar tu casa al Sagrado Corazón.

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