Los ángeles custodios libran constantemente a sus protegidos de innumerables males y peligros, así del alma como del cuerpo.
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE
| Fuente: TeologoResponde.org
PREGUNTA:
Cuando uno muere y su alma está en el purgatorio ¿allí también
lo acompaña su ángel de la guarda o éste sólo está presente mientras está vivo?
¿Qué opinión tiene la doctrina católica al respecto?
RESPUESTA:
Estimado: La
existencia de los ángeles “es una verdad de nuestra fe; el testimonio de la
Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición” [1]. Como sabemos
el término ángel designa, como dice San Agustín, “no
la naturaleza de estos seres, sino su oficio. Si
preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo
que hace, te diré que es un ángel”
[2]. “Ángel”, proviene
del latín angelus, y este del griego a,ggeloj, que significa “mensajero”. En los textos inspirados
repetidas veces se insinúa o se supone que esta “misión”
de los ángeles protectores está vinculada a personas particulares, con
carácter permanente y personal; lo cual equivale a insinuar la “custodia angélica” sobre los hombres. Algunos
teólogos defendieron incluso que es de fe la existencia de los “ángeles custodios” (por ejemplo, Catarino); pero
la opinión más común en teología es que es de fe la existencia de los ángeles
en general, y la de los ángeles guardianes sólo es enseñanza “católica”, aunque claramente insinuada en la
Revelación.
Así pueden entenderse algunos textos del Antiguo
Testamento, como los de Gén 48,16; Ex 23,23 (Yo
mandaré a un ángel ante ti para que te defienda en el camino y te haga llegar
al lugar que te he dispuesto. Obedécele y escucha su voz, no le resistas…); Baruc
2,2; Sal 98,11, etc. También se encuentra en el Nuevo Testamento, sobre
todo en la afirmación de Nuestro Señor refiriéndose a los niños: Sus ángeles
ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre (Mt 18,10). Incluso hay textos
que parecen indicar “ángeles custodios” de
las colectividades o personas morales, como reinos, ejércitos, comunidades,
iglesias y naciones; así, por ejemplo, los capítulos 1 y 2 del Apocalipsis
hablan de los siete ángeles que custodian las siete iglesias, como si cada uno
estuviese destinado a guardar una de ellas.
Como principales efectos de
la guarda de nuestros ángeles custodios se enumeran los siguientes:
1º Los
ángeles custodios libran constantemente a sus protegidos de innumerables males
y peligros, así del alma como del cuerpo: Que el
ángel que me ha librado de todo mal –dijo Israel a su hijo José– bendiga a
éstos niños (Gn 48,16).
2º
Sujetan a los demonios para que no nos hagan todo el mal que ellos desearían
hacernos: recuérdese la historia de Tobías. Excitan
de continuo en nuestras almas pensamientos santos y consejos saludables (por
ej., Gén 16 y 18; Act 5.8.10).
3º
Llevan ante Dios nuestras oraciones, no porque Dios, omnisciente, necesite de
esto para conocerlas, sino para que las oiga benignamente, e imploran por sí
mismos los auxilios divinos de que nos ven necesitados, cuando a lo mejor
nosotros ni siquiera percibimos que los necesitamos (cf. Tob 3 y 12; Act 10).
4º
Iluminan nuestros entendimientos, proporcionándonos las verdades de modo más
fácil de comprender mediante el influjo que pueden ejercer directamente en
nuestros sentidos interiores y exteriores.
5º Nos
asisten particularmente en la hora de la muerte, cuando más los necesitamos.
6º Es
opinión piadosa de muchos teólogos que los ángeles custodios respectivos
acompañan las almas de sus protegidos o custodiados al purgatorio o al cielo
después que éstos mueren, como acompañaban las de los antiguos patriarcas al
seno de Abraham; efectivamente, en la recomendación del alma después de la
muerte de los fieles cantaba la Iglesia: “Salid a
su encuentro, ángeles del Señor, recibiendo su alma, poniéndola en presencia
del Altísimo…; Que los ángeles te lleven al seno de Abraham”.
7º Créese
también piadosamente que los ángeles custodios atienden las oraciones
suplicatorias dirigidas por los fieles a las almas de sus custodiados cuando
éstas se encuentran todavía en el purgatorio “en
estado no de socorrer, sino de ser socorridas” [3]; de hecho, las súplicas hechas a las almas del purgatorio
se dice que son de las más efectivas.
8º Por
último, acompañarán eternamente en el cielo a sus custodiados que consigan la
salvación “no para protegerlos, sino para reinar
con ellos” [4] y “para ejercer sobre
ellos algunos ministerios de iluminación” [5].
__________________________________________________________
[1] Catecismo de la
Iglesia Católica, n. 328.
[2] San Agustín,
Enarratio in Psalmos, 103, 1, 15; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 329.
[3] Santo Tomás, Suma
Teológica, 2-2 q.83, a.11 ad.3.
[4] Santo Tomás, Suma
Teológica, 1 q.113 a.
[5] Santo Tomás, Suma
Teológica, 1 q.108 a.7 ad.3.

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