El Papa Francisco explicó, durante el rezo del
Ángelus de este domingo 9 de febrero, cómo un discípulo de Jesús puede ser “sal
de la tierra” y “luz del mundo”.
El Santo Padre describió estos criterios al reflexionar en el Evangelio
dominical de San Mateo en el cual Jesús invita a sus discípulos a ser “sal de la tierra” y “luz
del mundo”.
En primer lugar, el Papa señaló que “la sal
es el elemento que le da sabor y que conserva y preserva los alimentos de la
corrupción. Por lo tanto, el discípulo está llamado a mantener lejos de la
sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las
personas”.
“Se trata de resistir la degradación moral, el
pecado, testimoniando los valores de la honestidad y la fraternidad,
sin ceder a las tentaciones mundanas del arribismo, el poder y la riqueza”, advirtió.
Además, el Pontífice destacó que el discípulo es sal cuando “a pesar de los fracasos diarios, porque todos los
tenemos, se levanta del polvo de sus errores, comenzando nuevamente con
valentía y paciencia, todos los días, para buscar el diálogo y el encuentro con
otros”.
“El discípulo es sal cuando no busca el consenso y
la aprobación, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva,
en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido,
sino para servir. ¡Y esta actitud es muy necesaria!”, exclamó el Papa.
En segundo lugar, el Santo Padre recordó que “la
luz disipa la oscuridad y permite ver” y agregó que “Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas, pero
permanecen todavía en el mundo y en las personas”.
Por ello, el Papa dijo que es tarea del cristiano dispersar estas
tinieblas para “hacer resplandecer la luz de Cristo y
anunciar su Evangelio”. “Es una
irradiación que puede derivarse también de nuestras palabras, pero sobre todo
debe surgir de nuestras buenas obras”, remarcó.
“Un discípulo y una comunidad cristiana son luz en
el mundo cuando dirigen a otros a Dios, ayudando a cada uno a experimentar su
bondad y su misericordia”, explicó el Papa.
Asimismo, el discípulo de Jesús es luz “cuando
sabe vivir su fe fuera de los espacios reducidos, cuando contribuye a eliminar
los prejuicios, a eliminar las calumnias y a permitir que la luz de la verdad
entre en las situaciones arruinadas por la hipocresía y la mentira” subrayó
Francisco quien precisó “pero no es mi luz, es la
luz de Jesús: somos instrumentos para que la luz de Jesús llegue a todos”.
En esta línea, el Papa dijo que “Jesús nos
invita a no tener miedo de vivir en el mundo, incluso si a veces hay
condiciones de conflicto y pecado” ya que “ante la violencia, la injusticia, la
opresión, el cristiano no puede cerrarse en sí mismo ni esconderse en la
seguridad de su propio espacio; incluso la Iglesia no puede cerrarse a sí
misma, no puede abandonar su misión de evangelización y de servicio”.
“Jesús, en la última cena, pidió al Padre que no
retirara a los discípulos del mundo, que los dejara allí en el mundo, sino que
los protegiera del espíritu del mundo”, agregó.
Finalmente, el Santo Padre rezó para que la Virgen María “nos ayude a ser sal y luz en medio a la gente, llevando
a todos, con la vida y la palabra, la Buena Noticia del amor de Dios”.
POR MERCEDES DE LA
TORRE | ACI Prensa
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