martes, 23 de enero de 2018

XXVI. LOS ESPÍRITUS ANGÉLICOS


271.     ––Después del estudio de la substancia intelectual o espíritu, que está unida a un cuerpo como su alma, y concluir que sólo «el alma humana (…) está unida al cuerpo como forma»[1], afirma el Aquinate que: «por lo dicho puede probarse que pueden darse algunas substancias intelectuales libres de toda unión con el cuerpo». ¿Por qué  probar únicamente la posibilidad de la existencia de substancias espirituales  no unidas a un cuerpo?
––En los últimos capítulos de la Suma contra los gentiles, Santo Tomás pasa a estudiar un segundo tipo de  substancias espirituales, las que no están unidas a un cuerpo, las puramente espirituales, substancias intelectuales  o ángeles. Aunque no se pueda demostrar la  existencia de las substancias separadas o ángeles, ya que su existencia sólo nos llega por la vía de la revelación, se puede mostrar su conveniencia, para mostrar la verosimilitud de lo revelado, su armonía y congruencia con la razón filosófica.

272.     ––Probada la posibilidad del segundo tipo de  substancias espirituales, las que no están unidas a un cuerpo, las puramente espirituales, substancias intelectuales  o ángeles. ¿Ofrece el Aquinate un tratado completo sobre ellas?
––Santo Tomás dedica a los ángeles, en la Suma contra los gentiles,  los once últimos capítulos del segundo libro, y trata de ellos en algunos del  libro tercero de la obra. No es el tratado sobre los ángeles más extenso. En la Suma Teológica le dedicará el más amplio  de todos los que se encuentran en la mayoría de sus obras. No obstante, en todas ellas se revela la estima que tenía a su estudio y la importancia que le concedía. Se le denomina «Doctor angélico», no sólo por tener una profundidad de inteligencia sólo comparable con la angélica y vivir la virtud de la castidad como un ángel, sino también por todos los escritos que dedicó los ángeles.
            La menor extensión de la angeología de la Suma contra los gentiles puede explicarse, por los menos, por dos motivos. El primero es porque la Suma contra los gentiles es una obra filosófica, y el estudio de los ángeles pertenece en su mayor parte a la teología sobrenatural.
            El segundo motivo por el que no  son muchos los capítulos, que se dedican a estas substancias totalmente separadas de la materia, es que, en realidad, ya se han estudiado, y desde el punto de vista filosófico,  en diez capítulos anteriores (cc. 46-55), que tratan de las substancias espirituales en general. No obstante, las cuestiones tratadas en esta obra, a pesar de no se numerosas, son suficientes para el ámbito filosófico.
Las cuestiones tratadas en el esta parte de la Suma contra los gentiles respecto a los ángeles son las siguientes: su existencia (c. 91), su número (cc. 92-93), su naturaleza (c. 94), sus géneros y especies (c. 95), y su conocimiento (cc. 96-101).

273-    ––¿Cómo trata el Aquinate la cuestión de la existencia de los ángeles?
––Demuestra Santo Tomás su posibilidad con varias pruebas de su conveniencia. En la primera, basada en la inmortalidad del espíritu humano, se argumenta: «Queda demostrada la permanencia perpetua de la substancia del entendimiento una vez corrompido el cuerpo (c. 79) (…) Y si las almas intelectivas permanecen corrompidos los cuerpos, conviene, pues a algunas substancias intelectuales subsistir sin cuerpo, sobre todo habiendo demostrado que las almas no pasan de un cuerpo a otro. Sin embargo, esta separación del cuerpo es accidental, ya que son naturalmente sus formas». Por naturaleza deben unirse a su cuerpo, como se ha dicho. Además: «lo que es esencialmente es primero a lo que es accidentalmente». Puede decirse, en consecuencia, que es conveniente que existan: «substancias intelectuales, superiores en naturaleza a las almas, que deben subsistir esencialmente sin cuerpos».
            En otra demostración de su posibilidad, e incluso de su idoneidad,  utiliza Santo Tomás el principio neoplatónico ya citado, expresado ahora de este modo: «la naturaleza superior toca con su parte ínfima lo supremo de la inferior». Se cumple en la escala de los entes según su perfección, porque, por una parte: «La naturaleza intelectual es superior a lo corporal, y así tócala con una parte suya, que es el alma intelectiva».
            Por otra que: «así como el cuerpo perfeccionado por el alma intelectiva es supremo en el género de los cuerpos, así también el alma intelectiva que se une al cuerpo es ínfima en el de las substancias intelectuales». Puede así inferirse que deben darse: «substancias intelectuales no unidas a cuerpos y superiores por naturaleza al alma»[2].
            En la escala de los entes según los grados de perfección, rige el principio neoplatónico «la sabiduría divina unió los fines de las cosas superiores con los principios de las inferiores»[3]. Por ello, como el cuerpo humano, perfeccionado por el alma espiritual, es lo supremo de las naturalezas corporales, lo que está unido a él, la substancia espiritual, tendrá que ser la más inferior de las  naturalezas espirituales. En consecuencia, es congruente con la razón que existan substancias intelectuales no unidas a los cuerpos  y superiores por naturaleza a los espíritus que lo están. Tales espíritus separados serían los ángeles.

274.     ––El Aquinate finaliza el capítulo dedicado a la existencia de los ángeles con la siguiente conclusión: «Luego hay muchas substancias intelectuales que no están unidas a los cuerpos»[4]. ¿Cuál es el número de estos  ángeles?
            ––El capítulo siguiente lo dedica Santo Tomás a esta cuestión. Indica al principio que: «Aristóteles (Metafísica, XI, 8) se esfuerza en probar no sólo que hay algunas substancias intelectuales sin cuerpo, sino que su número corresponde  exactamente al de los movimientos celestes, ni más ni menos»[5]. Ya había indicado que: «según la opinión de Aristóteles, el primer móvil, es decir, el cielo, es animado» y explica que: «el cielo está compuesto según la opinión de Aristóteles, de alma intelectual y cuerpo»[6].
            En la primera obra que se ocupó de los ángeles, el Comentario a las Sentencias, expuso Santo Tomás distintas opiniones. Una de ellas, la había referido así Pedro Lombardo: «Algunos piensan que los hombres deben ser recuperados según el número de ángeles caídos. Algunos creen que los hombres han de ser recuperados según el número de ángeles que cayeron, de modo que aquella ciudad celestial ni se vea privada del número de sus ciudadanos, ni vea aumentado el número. Lo cual parece que opina San Agustín en el Enchiridon (29), al afirmar que no se salvan un número de hombres mayor que el de los ángeles que cayeron, pero tampoco menor»[7].
            San Anselmo también había argumentado: «Consta que Dios propuso compensar el número de los ángeles que prevaricaron con otros tantos de la naturaleza humana, creada sin pecado (…) No se puede dudar que el número de las criaturas racionales, destinadas a gozar de la felicidad en la contemplación de Dios, ha sido determinada ya por Dios desde toda eternidad, de suerte que es razonable y conveniente que no sea ni mayor ni menor (…)  aquellos ángeles que cayeron fueron creados para ser parte de ese número (….)  Y puesto que debieron formar parte de ese número, o se restaura éste necesariamente o quedará imperfecta la naturaleza racional, que fue creada en número perfecto, lo cual no puede ser (…) Por consiguiente, tienen que ser reemplazadas de entre los hombres, puesto que no existe otra criatura»[8].
            Al comentar el párrafo citado del Libro de las Sentencias, Santo Tomás declara que: «la posición, que me agrada más y es más acorde con lo que dicen los santos, sostiene que todos los elegidos son tomados para los órdenes de los ángeles, unos para los superiores, otros para los inferiores, y otros para los intermedios, según sus diversos méritos. Ahora bien, la bienaventurada Virgen María sobre todos. Pero, cuántos se toman de los hombres, cuántos cayeron o cuantos perseveraron, o cuantos estuvieron en estas dos categorías, o si eran más o eran menos, todo esto sólo lo sabe Aquél que conoce el número de los elegidos que han de ser colocados en la suprema bienaventuranza»[9].
            En la Suma contra los gentiles, afirma coherentemente que el número de ángeles es mayor que el de los hombres. En cualquier caso, además: «El orden del universo parece exigir que las cosas más nobles exceden en cantidad y número a las que son menos, pues éstas son por aquellas. Por lo tanto, conviene que las nobles, que en cierta manera con existencia por sí sean muchas en lo posible (…) En consecuencia, las substancias intelectuales separadas exceden en número a toda multitud de las cosas materiales».
             De esta argumentación aristotélica se puede inferir que el número de los ángeles es grandísimo. Por su mayor perfección, las substancias espirituales creadas, dotadas de gran inteligencia, voluntad y poder, por ser espíritus puros, son también superiores  en número al de todas las cosas materiales e incluido el hombre.
            Por último, advierte Santo Tomás que: «La Escritura atestigua todo esto. Se dice: “Millones servían a él y billones le asistían” (Dan 7, 10). Y Dionisio dice que el número de aquellas sustancias “Sobrepasa el cúmulo de lo material”» [10].
           
275.     ––En el capítulo siguiente, dice el Aquinate que: «Por lo que llevamos expuesto acerca de las substancias separadas, podemos demostrar que no hay muchas substancias separadas de la misma especie». Si el número de ángeles es mayor que el de los entes materiales, tal como se afirma en el capítulo anterior, ¿cómo se pueden explicar estas tesis opuestas?
            ––No hay ninguna contradicción entre el superior número de los ángeles y el menor de individuos de la especie, porque enseña Santo Tomás, en este capítulo, que cada individuo angélico es una especie. Escribe en el mismo: «Las cosas que son lo mismo específicamente y difieren numéricamente tienen materia, ya que la diferencia que proviene de la forma causa diversidad de especie, y la que proviene de la materia diversidad numérica. Las substancias separadas carecen por completo de materia y no son parte de ella ni a ella se unen como formas. Luego es imposible que sean muchas de la misma especie»[11]. Puede decirse que en cada especie de ángel sólo hay un individuo.
            El número de especies angélicas, por tanto, es enorme. Para demostrar que los ángeles «no son de una misma especie», en la Suma teológica, explica: «Algunos sostuvieron que todas las substancias espirituales, también las almas, son de la misma especie»[12]. Más adelante nota que así opinaba Orígenes. Uno de los argumentos que dieron era que: «Parece que el alma no difiere del ángel más que por el hecho de estar unida al cuerpo. Pero, como el cuerpo es extraño a la esencia del alma, no parece que forme parte éste de su especie. Luego el alma y el ángel son de la misma especie»[13].
            Afirmación, que, sostiene Santo Tomás, no puede sostenerse, porque: ««El cuerpo no pertenece a la esencia del alma; es el alma la que requiere por su naturaleza esencial estar unida al cuerpo. De aquí que no sea ella propiamente la que pertenece a la especie, sino el compuesto. Y el hecho de que en cierto modo necesite del cuerpo para ejercer su operación, demuestra que en el orden intelectual ocupa un lugar inferior al del ángel,  que no requiere la unión con el cuerpo»[14].
             En la Suma contra los gentiles, incluso advierte que: «Hay mayor diferencia entre el alma humana y una substancia separada que la que hay entre dos de ellas. Se ha dicho que las substancias separadas son específicamente diferentes (c. 93). Luego, con más razón se da esta diferencia entre el alma humana y la substancia separada».
            Además, puede probarse por la siguiente tesis metafísica: «Cada cosa tiene su propio ser en conformidad con su especie, porque los que tienen diversa razón de ser tienen especie diversa». Si se aplica al espíritu angélico y al espíritu humano, se obtiene que: «el alma humana y la substancia separada no tienen la misma razón de ser; pues en  el ser de la substancia separada no puede comunicarse  el cuerpo, como, en cambio, puede comunicarse  en el ser del alma humana, puesto que según el ser se une al cuerpo como la forma a la materia»[15].

276.     ––¿Sobre la especie de las substancias espirituales menciona el Aquinate otras doctrinas?
            ––En la Suma teológica, después de referir esta doctrina sobre la única especie de los ángeles y las almas humans, que ya había rebatido en la Suma contra los gentiles, menciona otras dos, porque añade Santo Tomás: «otros, por su parte, dijeron que todos los ángeles son de la  misma especie, pero no las almas», y finalmente: «hubo otros que dijeron que son de la misma especie todos los ángeles de la misma jerarquía o del mismo orden».
            Todo ello, afirma seguidamente: «es imposible. Pues las cosas que tienen la misma especie y difieren numéricamente, coinciden en la forma y se distinguen materialmente. Por lo tanto, si los ángeles no están compuestos a partir de la materia y de la forma, como ya se dijo (a. 2), hay que concluir que es imposible que haya dos ángeles de la misma especie. Como imposible es decir que hay muchas blancuras separadas, o muchas humanidades, puesto que las blancuras no son muchas a no ser en cuanto que están en muchas substancias».
            Puesto que decían, otros teólogos de su época, que los ángeles estaban compuestos de forma y materia incorpórea, por no tener cantidad, para que hubiera en ellos algo potencial, observa Santo Tomás que: «Incluso si los ángeles tuvieran materia, no podría decirse que hay muchos de la misma especie. Pues, de ser así, sería necesario que el principio de distinción entre uno y otro fuese la materia, y no por la división de la cantidad, ya que son incorpóreos, sino por la diversidad de potencias»[16].
            La imposibilidad de que cada ángel no agote totalmente su especie es absoluta, de manera que está fuera del poder de Dios, porque no es posible ser ángel y no ser individuo y especie a la vez. «Es imposible, porque entre las substancias incorpóreas no puede haber diversidad numérica sin diversidad específica y sin desigualdad natural; y como no están  compuestas de materia y forma, sino que son formas subsistentes, es evidentemente necesario que pertenezcan a diversas especies»[17].

277.     ––Explica el Aquinate: «En las cosas materiales, con diversa especie dentro de un mismo género, se toma el género del principio material, y la diferencia específica del formal; por ejemplo, la naturaleza sensitiva, de la cual se toma la esencia de “animal”, es lo material en el hombre respecto de la naturaleza intelectual, de la que se toma su diferencia específica, o sea, “racional”». La especie «hombre» expresa la esencia total. Está constituida por el género «animal» –que significa la parte común de las especies que abarca– y es como si fuera la materia de un compuesto real. La diferencia específica, «racional» –que manifiesta la otra parte propia de cada especie– se comporta como la forma. En el orden lógico de los predicables, hay una correspondencia con el de la realidad. La composición género y diferencia, constitutivos de la especie, y que se expresa en la definición, se toma de la composición real de materia y forma. Sin embargo, si en los ángeles no se encuentra esta composición, ¿«de dónde se toma» en ellos, las intenciones lógicas de género, especie y diferencia?
            –– En el mundo angélico, a pesar de simplicidad de su esencia, que lleva a la identificación entre el individuo y la especie, hay una inmensa variedad de ángeles, específicamente distintos entre sí. Estas diferencias incluso permiten que se puedan agrupar géneros y especies.
            Como explica Santo Tomás: «Para ello es conveniente saber que las diversas especies de las cosas poseen gradualmente la naturaleza del ente. Así en la primera división del ente se encuentra una cierta perfección –es decir, el ente por sí y el ente en acto– y, una cierta imperfección –es decir el ente en otro y el ente en potencia–. Y del mismo modo ocurre en los entes singulares, porque se advierte que una especie añade sobre la otra un grado de perfección; así los animales sobre las plantas (…) Por lo cual dice Aristóteles de las definiciones de las cosas que: “son como números, en que la unidad añadida o sustraída los hace variar” (Metafísica, VII, 3). Pues, según esto, se dan las diversos tipos de definición, añadiendo o quitando una diferencia. Pues bien, la esencia de determinada especie consiste en que la naturaleza que es común se coloca en determinado grado del ente».
            En la escala de los entes, según su grado de perfección, y, por tanto, según su participación en el ser, se pueden distinguir los entes, independientemente de su composición. Por ello, en los entes angélicos, son posibles también las intenciones lógicas, porque se pueden distinguir  por su grado de perfección o de participación en el ser, que implica a su vez distinto grado de conocimiento y de voluntad libre. De manera que: «las diversas especies de substancias se toman separadas, en razón de sus grados diversos, pues no hay individuos en una especie y no hay dos iguales, sino que unas son naturalmente superiores a las otras»[18].

278.     ––En las diferentes substancias espirituales por no estar unidas a un cuerpo, el proceso de entender  no puede ser el mismo que el de los espíritus unidos a un cuerpo, ya estudiado en los capítulos dedicados al hombre, y que muestra la necesidad de la intervención de la información sensible, que se obtiene  gracias a los sentidos corporales ¿En el conocimiento angélico se puede distinguir entre el entendimiento posible y entendimiento agente, que tanta importancia tiene en el conocimiento humano?
––En el conocimiento angélico no se puede establecer la distinción entre el entendimiento posible y entendimiento agente, como en el alma humana, porque los ángeles no tienen cuerpo, ni, por ello, sentidos, que les proporcionen imágenes para abstraer lo inteligible. «Toda substancia cognoscitiva que toma su conocimiento de lo sensible lo tiene sensitivo, y, en consecuencia tiene cuerpo naturalmente unido, pues para darse aquél se necesita órgano corporal. Pero como las substancias separadas, como se ha probado, no tienen cuerpo naturalmente unidos, no pueden tomar el conocimiento intelectual de lo sensible»[19].
No necesitan, por tanto, de un entendimiento agente. «Entienden lo que es por sí mismo inteligible»[20]. Tampoco las substancias separadas tienen el llamado entendimiento posible, porque: «el entendimiento de la substancia separada está siempre entendiendo actualmente». Esto último debe admitirse porque: «Lo que a veces está en acto y a veces en potencia es medido por el tiempo. Es así que el entendimiento de la substancia separada está sobre el tiempo. Luego entiende siempre en acto»[21].
Debe concluirse, por tanto, que no puede darse: «en las substancias separadas el entendimiento agente y el posible sino equívocamente, los cuales se encuentran en el alma intelectiva para recibir su conocimiento intelectual de lo sensible; pues el entendimiento agente hace que las especies abstraídas de lo sensible sean actualmente  inteligibles, ya que el posible está en potencia para conocerlas. Por lo tanto, como las substancias separadas no reciben el conocimiento de lo sensible, no tienen esa doble función intelectual, y por eso dice Aristóteles  que introdujo el entendimiento posible y el entendimiento agente (Cf. Sobre el alma, III, c. 5), que en ellas hay que ponerlos en el alma»[22].

279.     ––Si el conocimiento angélico no es causa de las cosas, como en Dios, ni tampoco causado por las cosas, como en los hombres ¿es causado por Dios?
            ––Como en el ángel el entendimiento no se identifica con su propia substancia inteligible, necesita conocer por inteligibles distintos, que sólo pueden tenerlos por infusión divina, ya que no pueden recibirlos de las cosas sensibles.
            En la Suma teológica, precisa Santo Tomás que: «Las especies por las cuales entienden los ángeles no están tomadas de las cosas, sino que les son connaturales». Su mismo entendimiento, facultad que en ellos se distingue de su substancia: «está por naturaleza repleta de especies inteligibles, por cuanto posee especies inteligibles connaturales para entender todo lo que naturalmente puede conocer»[23].
            Por con naturalidad: «En la mente de los ángeles están las semejanzas de las criaturas, pero no tomadas de ellas, sino de Dios, que es la causa de las criaturas y en quien primeramente existen las semejanzas de las cosas»[24]. Las especies inteligibles, que existen en la mente de los ángeles, provienen: de: «un efluvio inteligible por el cual reciben de Dios, junto con su naturaleza intelectual, las especies de las cosas conocidas»[25].

280.     ––¿Cuáles son los objetos accesibles a la inteligencia angélica?
            ––Los últimos cuatro capítulos del segundo libro de la Suma contra los gentiles los dedica Santo Tomás a explicar lo que conocen los ángeles. Primero establece que el ángel se entiende o conoce a sí mismo en el orden esencial y puede formar un concepto de sí por su propia esencia o substancia inmaterial. Argumenta: «Si, pues, las substancias separadas entienden lo inteligible por sí mismas y ellas mismas lo son, se deduce que entienden a otras como objeto propio, ya que la carencia de materia hace ser inteligible en sí mismo, conociéndose a sí mismas y a las demás»[26].
Explica Santo Tomás, en la Suma teológica, que, como ocurre en el entendimiento humano: «las especies del objeto están en la facultad cognoscitiva solamente en potencia, y entonces sólo hay un conocimiento potencial, y para que se reduzca al acto se requiere que la potencia cognoscitiva reciba de hecho la especie». En cambio, si la facultad intelectiva, como es el caso de los ángeles: «de hecho la tiene siempre, puede conocer por ella sin que previamente se produzca mutación ni recepción alguna».
De todo ello, se infiere, por una parte que: «ser movido por el objeto no pertenece a la razón del que conoce en cuanto cognoscente, sino en cuanto está en potencia para conocer». Por otra, que: «para que la forma sea principio de acción, lo mismo da que sea inherente o subsistente por sí; el calor no calentaría menos si fuese subsistente que siendo inherente»[27].
Como el ángel es una substancia individual y «lo singular no es inteligible», parece, que: «no puede ser entendido» y que, por tanto, «ningún ángel puede conocerse a sí mismo»[28]. A esta objeción, responde Santo Tomás: «Si en nosotros no se da conocimiento de los singulares corpóreos, no es por razón de la singularidad, sino por razón de la materia, que es en ellos el principio de la individuación. Si, pues, hay cosas singulares que subsisten sin materia, como son los ángeles, nada impide que sean de hecho inteligibles»[29]. No es la singularidad lo que impide la inteligibilidad, sino la materialidad, por ello los cuerpos materiales en sí mismos nos son inteligibles.
El ángel se entiende a sí mismo, porque es una substancia inmaterial, que, por carecer de potencia en el orden esencial, es inteligible en acto por sí misma. «Las substancias separada son inteligibles según su naturaleza existente en su ser, de donde, cada una de ellas  se conoce a sí misma por su esencia y no por alguna especie de otra cosa». Su autoconocimiento, por tanto, no es sólo existencial, como en el espíritu humano, sino también esencial[30].
            A sus semejantes, el ángel no los conoce igual. No los conoce en su especie o individualidad. «Como todo conocimiento en el cognoscente es semejanza de lo conocido y como toda substancia separada es semejante con las otras según su común naturaleza genérica, y difieren entre sí según la especie (cc. 93, 95), es preciso que entre ellas  no se conozcan en cuanto a la propia razón de especie, sino sólo en cuanto a la común razón de género»[31]. Conocen a los otros espíritus en cuanto son ángeles, pero no en su individualidad.
            Sin embargo, un ángel puede comunicarse a otro. Explica Santo Tomás en la Suma teológica: «al volverse la mente a considerar actualmente lo que posee en hábito, habla uno a sí mismo». Por este lenguaje interior, que se produce al actualizar o tener conciencia de lo que está en hábito o en la memoria intelectual, «al mismo concepto mental se llama realmente “verbo interior”».
            De manera parecida: «por el hecho mismo de que el concepto de la mente angélica se ordena por la voluntad del propio ángel a ser manifestado a otro ángel, se le descubre a éste el concepto de la mente del que a él se da a conocer; y esto lo que se dice hablar un ángel a otro. Efectivamente, hablar a otro no es más que manifestarle algún concepto de la mente»[32].
            Los  ángeles también conocen a Dios pero no como a su propia esencia, porque «sólo Dios conoce por su esencia todas las cosas». No obstante: «las substancias separadas conocen a Dios con natural conocimiento,  y según el modo de su substancia»[33]. En la Suma Teológica, Santo Tomás aclarará  que: «como en la naturaleza del ángel está impresa la imagen de Dios, el ángel conoce a Dios por su propia esencia en cuanto ésta es una semejanza divina». Sin embargo, precisa que: «no ve la esencia divina, porque ninguna semejanza creada es suficiente para representar la esencia de Dios»[34].

281.     ––Explica también el Aquinate que por «formas inteligibles la substancia separada no sólo conoce las otras substancias, sino las diferentes especies de las cosas corpóreas». ¿Cómo conocen los ángeles las cosas materiales?
            ––Los ángeles conocen las cosas creadas por los inteligibles, que les imprimió Dios cuando los creó. «Como su entendimiento es perfecto con perfección natural, pues está del todo en acto, debe comprender el objeto, el ser inteligible en su universalidad en la que caen también las diferentes especies de cosas corporales, y, por  tanto, entran en su conocimiento».
            Se comprende, porque: «si las especies de cosas se distinguen como las de los números (c. 95), la inferior debe estar incluida de algún modo en la superior, como el número mayor contiene el inferior. Las substancias separadas están sobre las corporales; luego conviene que todo lo que está en estas de modo material esté en aquellas por modo intelectual, pues lo que está en otro se ajusta a su modo de ser»[35]. De manera que: «todo lo que hay en las cosas materiales preexiste en los ángeles de modo más simple e inmaterial que en las cosas mismas, si bien menos simple y más imperfectamente que en Dios»[36].
            Los ángeles conocen también los singulares materiales. «No sólo conocen lo material en su razón de género y especie, como nuestro entendimiento, sino en cuanto individuos»[37]. La razón, tal como la expone en la Suma teológica, es la siguiente: «Dios causa según conoce, porque su ciencia es causa de los seres. Por consiguiente, así como Dios por su esencia, por la cual causa todo lo que existe, es la semejanza de todo, y todo lo conoce por ella, no sólo en cuanto a las naturalezas universales, sino también en cuanto a su singularidad, así también los ángeles, por medio de especies infundidas por Dios, conocen las cosas, no sólo en cuanto a su naturaleza universal, sino también en cuanto a su singularidad, por cuanto estas especies son representaciones múltiples de la única y simple esencia divina»[38].
            No ocurre lo mismo en el entendimiento divino. Dios no conoce por especies inteligibles, sino que: «por uno solo, su esencia, conoce todo, y con su acción que es su esencia, todo lo conoce a la vez».
El segundo libro de la Suma contra los gentiles, termina tal como empezó con la referencia explícita a Dio –al explicar el acto de la creación divina–, y termina con esta conclusión sobre el entendimiento de Dios: «Por eso, en su entender no se da sucesión alguna, sino que es todo juntamente perfecto y permanente por todos los siglos de los siglos. Amén»[39].

[1] Santo Tomás, Suma contra los gentiles, II, c. 90.
[2] Ibíd., II, c. 91.
[3] Pseudo-Dionisio, Los nombres divinos, VII, 3.
[4]  Santo Tomás, Suma contra los gentiles, II, c. 91.
[5] Ibíd., II, c. 92.
[6] Ibíd., II, c. 70.
[7] Pedro Lombardo, Cuatro Libros de Sentencias, II, d. 9.
[8] San Anselmo, Por qué Dios se hizo hombre, I, c. 16.
[9] Santo Tomás, Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo, II, d. 9, q. 1, a. 8, in c.
[10] ÍDEM, Suma contra los gentiles, II, c. 92.
[11] Ibíd., II, c. 93.
[12] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 50, a. 4, in c.
[13] Ibíd., I, q. 75, a. 7, ob. 3.
[14] Ibíd., I, q. 75, a. 7, ad 3.
[15] ÍDEM, Suma contra los gentiles, II, c. 94.
[16] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 50, a. 4, in c.
[17] Ibíd. I, q. 75, a. 7, in c.
[18] ÍDEM, Suma contra los gentiles, II, c. 95.
[19] Ibíd., II, c. 96.
[20] Ibíd., Véase: ÍDEM, Suma teológica, I, q. 55, a. 2, in c.
[21] Ibíd., II, c. 97.
[22] Ibíd., II, c. 96.
[23] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 55.
[24] Ibíd., I, q. 55, a. 2, ad 1.
[25] Ibíd., I, q.55, a. 2, in c.
[26] ÍDEM, Suma contra los gentiles, II, c. 98.
[27] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 56, a. 1, in c.
[28] Ibíd., I, q. 56, a.1, ob. 2.
[29] Ibíd., I, q. 56, a. 1, ad 2.
[30] El ángel se entiende a sí mismo: «por la presencia de su esencia en el cognoscente, como si la luz se viese en el ojo» (Suma teológica, I, q. 56, a. 3, in c.)
[31] ÍDEM, Suma contra gentiles, II, c. 98
[32] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 107, a. 1, in c.
[33] ÍDEM, Suma contra gentiles, II, c. 98
[34] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 56
[35] IDEM, Suma contra  gentiles, II, c. 99.
[36] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 57, a. 1, in c.
[37] ÍDEM, Suma contra los gentiles,., II, c. 100.
[38] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 57, a. 2, in c.
[39] ÍDEM, Suma contra los gentiles, II, c. 101.
Eudaldo Forment

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