jueves, 21 de julio de 2016

DE ORIGEN JUDÍO, INVOLUCRADO EN EL NEOPAGANISMO, UN RITUAL DEMONÍACO FUERA DE CONTROL CAMBIÓ SU VIDA


La asombrosa historia de conversión de Fred Wolff.

Fred Wolff participaba sobre todo en rituales neopaganos de magia que consideraba blanca... pero un día se metió en algo demasiado oscuro.

Fred Wolff es un norteamericano, ingeniero de control de calidad en una empresa eléctrica que trabaja en la industria militar, que nació en una familia judía pero desde joven se involucró en el neopaganismo y el ocultismo. Vivió aterradoras experiencias de lo sobrenatural.

Más adelante descubrió la fe cristiana, primero en comunidades protestantes, y finalmente como católico. Esta es la historia de su complejo viaje espiritual, que tomamos de su testimonio en primera persona en ChNetwork.org

UNA FAMILIA JUDÍA NORTEAMERICANA
Fred Wolff nació en una familia judía norteamericana que guardaba las costumbres de esta comunidad. En una escuela hebrea aprendió a leer y escribir hebreo y estudió la fe judía. A los 13 años celebró su Bar Mitzvah (la "mayoría de edad" religiosa). Un día, con 16 años, estaba en la sinagoga y vio a una señora anciana que acudía a una de las fiestas principales y se mantenía de pie. Él ofreció su silla a la anciana. Apareció entonces uno de los ujieres encargados del orden y se lo prohibió: sólo las personas al corriente de los pagos a la sinagoga podían usar silla. Molesto, Fred se marchó de esa sinagoga y nunca más volvió al culto hebreo.

CONOCER EL NEOPAGANISMO
A los 17 un amigo le presentó a su primo, que tenía una librería de temas ocultos. En ella conoció a dos personas muy agradables, Janice y Rich, que eran neopaganos (wiccas o wicanos) y practicaban rituales de magia que consideraban "blanca", es decir, no "maligna". A Fred le interesó el tema y pronto le formaron en sus enseñanzas: sus deidades, rituales, etc... Empezó a practicar rituales "blancos" con ellos.

(La Iglesia Católica enseña que no existe la "magia blanca": o es superstición -que es un pecado- o hay actividad demoníaca. Pero Fred no sabía nada de la Iglesia).

Entró después en la Fuerza Aérea durante unos años, y a través de Janice y Rich fue conociendo grupos neopaganos en diversas partes de Estados Unidos.

Un día, en California, conoció a un hombre que le dijo que pertenecía a la llamada "Primera Iglesia de Satán", un grupo con sede en San Francisco. Le invitó a una ceremonia que, dijo, le gustaría.

Fred acudió. Y no le gustó. Era una misa negra. Él no sabía nada de las misas católicas y no podía darse cuenta de hasta qué punto era una parodia perversa del rito eucarístico. Pero veía que había algo malvado en ello. Más adelante averiguaría que el oficiante era un ex-sacerdote católico.

"En vez de bendecir las formas y el vino, empezaron a hacer cosas asquerosas y viles con ellas. Me pilló tan por sorpresa que estaba como atado a la silla, incapaz de moverme. Quería salir corriendo pero no podía, como si estuviera pegado al asiento", escribe.

Fred no volvió con esa gente. Decidió limitarse a los grupos neopaganos de "magia blanca". De esos años detalla que aunque muchos círculos de neopaganos hacían los rituales desnudos o casi desnudos, los grupos a los que iba los hacían vestidos. Finalmente llegó a ser un "alto sacerdote" del grupo local.

EL RITUAL QUE LO CAMBIÓ TODO
Un día, Rich, el que le había introducido en ese mundo, le contactó con un proyecto ambicioso: dijo que quería invocar un demonio. Tenía acceso a los libros y rituales necesarios y estaba convencido de que todo iría bien "mientras no salgamos del círculo protector".

Fred accedió a colaborar. Su experiencia esa noche es difícil de creer. Pero fue lo que le hizo dejar el ocultismo.

Realizaron los rituales desde dentro de un círculo “de protección” dibujado en el suelo. Una mujer increíblemente hermosa apareció fuera del círculo y trató de convencerme para que yo saliera. De nuevo, yo estaba demasiado asustado para moverme. Después se convirtió en la cosa más espantosa que haya visto. Cuando desapareció, fue como si una de las paredes de la casa de Rich se deshiciese y se nos ofreciera un parpadeo del infierno. El olor era atroz, huevos podridos, azufre… no puedo ni empezar a describirlo. Entonces vino el demonio que Rich había conjurado y pensé que mi vida se acababa. Pueden tomar formas aunque sean seres espirituales. Asumió la forma más espantosa imaginable. Si intentaba asustarnos, lo consiguió. Se reía y dijo a Rich: ¿crees realmente que ese círculo puede pararme? Rich fue alzado del suelo y estampado contra la pared a 5 metros de distancia. Demasiado para mí. Corrí al cuarto de baño de la casa y me encerré en él, no sé cuánto tiempo”.

Cuando Fred salió, encontró a Rich en el suelo, farfullando de forma incoherente, con espuma en la boca. Llamó a la Policía, que no quiso presionar sobre el asunto. No había restos de drogas ni de daños físicos.

Rich pasó los siguientes 20 años en un instituto psiquiátrico de Long Island, al parecer completamente loco. Murió después de heridas que se infligió él mismo.

DEJAR EL PAGANISMO, ACUDIR A CRISTO
Al día siguiente de ese ritual, Fred se reunió con sus conocidos de los círculos neopaganos y les anunció que lo dejaba, que abandonaba ese ambiente. Se dijeron cosas feas y llegaron a los puñetazos. Pero Fred tenía claro que no quería nada más del ocultismo.

Conocía un colega de profesión que era cristiano y a veces le hablaba de la fe. Siempre lo rechazaba. Esta vez fue a buscarlo “y le supliqué que me llevase a su iglesia”. Allí, hablando con un pastor baptista, “acepté a Jesús como mi Señor y Salvador y fui liberado de años de opresión oculta”. Aunque no llegaron a bautizarle, él sentía que con Cristo como protector, declarándole Señor, “el demonio ya no tenía poder sobre mí”.

Le apenaba, sin embargo, que sus padres se enfadaran cuando supieran que era cristiano. “Durante un tiempo no se lo dije, temía su reacción. El nombre ‘Jesús’ era anatema para la mayoría de los judíos y mis padres no eran distintos”.

UNA VIDA NO MUY ORDENADA
Durante un tiempo acudió a esa iglesia baptista. Después conoció a una chica que sería su novia y luego su esposa, que acudía a una iglesia evangélica luterana. Se casaron en 1984. Se dio cuenta de que tanto en la iglesia baptista como en la luterana era común que el pastor o alguien más hablaran mal de los católicos “del fondo de la calle”.

Al cabo de un tiempo, después de mudarse a otra zona, dejaron de ir a la iglesia. Cuando nació su hijo, en 1997, ella quiso que fuera bautizado, y así lo hicieron en la iglesia episcopaliana local. Pero no acudieron ya casi a ninguna iglesia. Luego se divorciaron.

Deprimido, Fred no se negó cuando un amigo le invitó a una iglesia pentecostal. “Tenían muy buena música, había gente de distintas edades y eran todos muy agradables”. Le gustó, se quedó y hasta llegó a ser el técnico de sonido de esa comunidad.

¿QUÉ PASA CON ESOS CATÓLICOS?
Cuando llevaba cuatro años con estos pentecostales, se dio cuenta de que también ellos criticaban insistentemente a los católicos, como ejemplo de religiosidad vacía, de ritualismo que no salva.

Él, en realidad, no sabía nada de los católicos, y le llamaba la atención que tantos grupos distintos coincidieran en criticarlos casi obsesivamente. ¿Qué tenían esos católicos? ¿Por qué les criticaban a ellos y no a otros?

En 2009 decidió investigarlo. Y para eso tenía Internet. Se propuso leer acerca del conflicto en doctrinas y visión entre los católicos y otras comunidades cristianas. Y los que más le ilustraron fueron exprotestantes que ahora eran católicos y apologistas como Scott Hahn, Tim Staples o Patrick Madrid, entre otros.

“Cuanto más leía, más me convencía de que la Iglesia Católica era la Iglesia fundada por Cristo”, dice.

En 2010 se apuntó al RCIA, el curso de iniciación cristiana para adultos que se imparte en Estados Unidos a los que quieren hacerse católicos. En la Vigilia Pascual de 2011, Fred Wolff, que de hecho nunca había llegado a ser bautizado, recibió las aguas del bautismo, los óleos de la confirmación y la Sagrada Comunión.

“Supe en mi corazón y mi espíritu que Jesús era realmente el Mesías y mi Redentor”, concluye.

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