En el corazón del Adviento, la silueta de María, la "antesala de la Navidad", en la hermosa fiesta de la Inmaculada Concepción. Miles, millones de miradas, se dirigen hacia Ella, invocándola como Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre nuestra. Estos días, especialmente, percibimos su ternura, sentimos sus caricias, admiramos su grandeza. Y colocamos en nuestros labios los anhelos más entrañables.
María joven, mujer vestida de sol, haznos gustar cada día la aurora y el atardecer, para saborear lo bello que es el universo.
María, visitada por el ángel, haz que conservemos siempre la capacidad de asombro de los niños que todavía creen en el milagro del amor.
María, "Arca santa, cercanísima a nosotros, a cada uno de nosotros", en palabras del Papa Benedicto XVI, haz que saboreemos tu protección en todo momento.
María, sueño realizado de Dios, haz que podamos realizar nuestros sueños y que transformemos en realidad el proyecto de Dios sobre nuestras vidas.
María, que te hiciste "camino" hacia Isabel: que nos hagamos "encuentro" para todos nuestros hermanos.
María, amante del silencio, haz que sepamos escuchar lo que nos dicen continuamente los heridos de la vida.
María, mar abierto a la humanidad, que inundaste con tus puras aguas a todas las generaciones, haz que vivamos en limpieza transparente y en belleza divina.
María, tesoro de calma y de serenidad, Virgen del silencio y de la oración, haz que caminemos siempre sin tropiezos.
María, que dijiste a tu Hijo que el vino se acababa, haz que vuelva la alegría y la paz a nuestra mesa, a nuestra casa, a nuestro barrio, a nuestro pueblo, a nuestra ciudad.
María, la mujer del "sí", que cambió la historia, haz que nuestro "sí" cambie también nuestra propia historia y nuestro entorno.
María, la llena de gracia, Inmaculada, haz que caminemos de tu mano, en tu regazo, sintiendo los latidos de tu corazón de Madre.
Antonio Gil
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