martes, 24 de marzo de 2015

EL PAPA FRANCISCO: «PIDAMOS ACEPTAR LOS MOMENTOS DUROS, ACEPTAR EL ESTILO DIVINO DE LA SALVACIÓN»


El Papa Francisco en la homilía matinal de este martes en la capilla de la residencia Santa Marta invitó a ser cristianos sin ´peros´, aprovechando las gracias que otorga la Semana Santa.

Señaló que ante la salvación que nos ofrece Dios de mil maneras, a veces tenemos “caprichos espirituales”, porque no sabemos aceptar “el estilo divino” y nos entristecemos, y deslizamos “en la murmuración”. Sucede hoy con tantos cristianos, como sucedía un tiempo con el pueblo judío salvado de la esclavitud, según nos cuenta la Biblia.

A partir del episodio propuesto en el Libro de los Números, el Papa recuerda que los judíos se rebelaban a las fatigas que conllevaba la fuga en el desierto, y del alimento “liviano” del maná, y entonces comenzaban a “hablar mal de Dios”, y muchos de ellos acabaron siendo mordidos por las serpientes venenosas.

Solamente la oración de Moisés que intercede por ellos y levanta un bastón con una serpiente -símbolo de la Cruz en la que será colgado Jesús- se volverá para quien lo mira la salvación del veneno.

“También nosotros cuantas veces encontramos que entre los cristianos están aquellos un poco envenenados porque descontentos de la vida. Sí, realmente, Dios es bueno, cristianos sí, pero... cristianos sí, pero..., que no terminan de abrir el corazón a la salvación de Dios y siempre ponen condiciones. ´Sí, pero...´. ´Sí, sí, sí, quiero ser salvado pero por este camino...´. Y así el corazón se envenena” dijo.

El Papa recuerda que “no aceptar el don de Dios con su estilo, eso es el pecado, eso es el veneno, nos envenena el alma y nos quita la alegría”. Jesús, afirma el Santo Padre, resuelve este problema subiendo al Calvario. “Él mismo toma sobre sí el veneno, el pecado. Y de esta tibieza del alma uno se cura solamente mirando la cruz, mirando a Dios que se asume nuestros pecados”.

Cuantos cristianos hoy, concluye Francisco, “mueren en el desierto de su tristeza, de su murmuración, por no aceptar el estilo de Dios”.

Y añade: “Miremos a la serpiente y su veneno, allí en el cuerpo de Cristo, el veneno de todos los pecados del mundo; y pidamos la gracia de aceptar los momentos difíciles. De aceptar el estilo divino de la salvación, de aceptar también este alimento liviano del que se lamentaban los judíos, de aceptar las cosas... de aceptar las vías por las cuales el Señor me lleva hacia adelante. Esta Semana Santa que inicia el domingo nos ayude a salir de esta tentación y de ´ser cristianos sin ´peros´...”.

ÉL ES LA PALABRA


"Pero lo que yo digo al mundo es lo que oí de aquel que me envió y él dice la verdad." (Jn 8,26)


En la primera lectura de hoy se nos muestra el pueblo murmurando en el desierto, la aparición de serpientes mortales y la serpiente de bronce que les salvaba cuando la miraban. Jesús toma hoy esa imagen y dice que "cuando levantéis en alto al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy." Se presenta como la salvación. Sólo Él puede mostrarnos de verdad quién es el Padre, porque Él es su enviado. Jesús nos muestra quién es Aquél que lo envió. Por nosotros mismos no podemos llegar a Dios. Jesús es la Palabra que habla al mundo. Es la Palabra de Dios.

LA ANUNCIACIÓN


La Anunciación es el primer capítulo del cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo. Con el “Salve, llena de Gracia” del Arcángel Gabriel y con el “Hágase en mí según tu Palabra” de la Virgen María comienza la acción redentora de Jesús en el mundo.

Nada se sabía de la Madre de Jesús. Vivía en Nazaret. Oculta a los ojos de los hombres, pero no a los ojos de Dios. Más adelante contará Ella misma los hechos que la llevan a la maternidad, y a descubrir su vocación y su misión en la vida y en los planes de Dios.

Hasta la anunciación del arcángel Gabriel, María de Nazaret era una mujer israelita perfectamente desconocida. Su vida trasciende la historia por el libre y amoroso cumplimiento de la misión que le fue asignada desde la eternidad y que Ella conoció a través del arcángel.

Nace en una familia de la tribu de Judá; sus padres se llaman Joaquín y Ana. Diversas tradiciones nos la sitúan muy pequeña en el Templo donde aprende la Sagrada Escritura a un nivel no usual a las mujeres de Israel. Pero lo importante era su trato con Dios desde el principio. En su infancia, o primera adolescencia, es cuando percibe con claridad que Dios le pide vivir virgen por amor a Dios. Su vida de oración es intensa para poder descubrir algo infrecuente: la entrega total prescindiendo de algo tan bueno, y tan bendecido por Dios en todos los libros santos y en la conciencia de los humanos, como el matrimonio y la maternidad. Pero Dios quería de Ella ese modo de vivir que es amar con el corazón indiviso, sin anticipos de cosas buenas, en oblación total. Más adelante, Jesús dirá que no todos entienden estas cosas. Pero Ella entiende porque, aunque no lo sepa, desde su concepción tiene un privilegio especialísimo: no estar afectada por el pecado original y estar, por tanto, llena de la gracia de Dios. Ella es amada de Dios de un modo nuevo, en previsión de los méritos del que será su Hijo. Ella no lo sabe, pero sí sabe que tiene una gran intimidad con Dios, que le ama de un modo pleno, que bebe sus palabras y sintoniza plenamente con el querer divino.

Cuando cumple trece años, sus familiares, siguiendo las costumbres del momento, deciden poner los medios para que se case del mejor modo posible. Para eso miran entre los varones de la tribu, y descubren uno que tiene todas las condiciones: José, vecino también de Nazaret. Era justo, es decir, cumplidor de la ley, honrado, trabajador, piadoso. Un buen hombre a ojos de todos, que puede encajar muy bien con el carácter de María. Los planes de Dios siguen su curso. Ahora podrá ser Madre virginal protegida a los ojos de todos por el Matrimonio con José.

Al poco tiempo acontece uno de los momentos culmen de la historia de los hombres. María está en su casa, probablemente, recogida en oración. Cuando, de repente entró un ángel. Quizá es una aparición con el resplandor de los que están en la vida eterna cerca de Dios, quizá es más sencillo. Poco importa el modo; pues lo sorprendente son sus palabras:” Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué significaría esta salutación”(Lc).

Aquel fue un momento solemne para la historia de la humanidad: se iba a cerrar el tiempo del pecado para entrar en el tiempo de la gracia; se pasa del tiempo de la paciencia de Dios al de mayor misericordia. La creación entera está pendiente del sí de una joven israelita. Es un momento de gran alegría en los cielos y en la tierra, llega al mundo un gran amor divino. Dios habita en su alma de un modo pleno, gozoso, amoroso. Ella es la hija de Dios Padre que siempre ha correspondido al querer de Dios. María se sorprende, pero sin perder la serenidad, pues reflexiona sobre el significado de estas palabras. Respeto y sorpresa. “¿Es de Dios lo que oigo?”.

El ángel, llamado Gabriel, nombre que significa “fuerte ante Dios”, espera; y tras un breve silencio, pronuncia las palabras de su embajada: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin”(Lc).tura para las vocaciones de divinas, es como decir: escucha con atención, lo que vas a oír es Palabra de Dios. Y luego la gran sorpresa: por especial gracia de Dios concebirá, dará a luz,

El “no temas” es la introducción que usa la Escripondrá por nombre al futuro rey de Israel, al Hijo de David que tendrá un reino eterno. El momento tan esperado en Israel de la venida de un salvador ha llegado. La virgen profetizada por Isaías es Ella. Comienzan, si María quiere, los tiempos tan esperados de la gran misericordia de Dios.

María escucha, piensa, y pone una objeción no de resistencia, sino de no entender como Dios le puede pedir dos cosas que son incompatibles para el ser humanos: la virginidad y la maternidad. ¡Era tan clara la llamada a ser virgen!

“María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?”. “Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay nada imposible”(Lc). El ángel ha respondido a la duda, María ve, ahora, la llamada anterior compatible con la maternidad que se le pide. Dios quiere que su Hijo no sea un hijo de la carne con un padre humano, sino sólo de Mujer. La única Mujer totalmente dócil a su querer.

El tiempo se detiene. María reconoce el querer de Dios para Ella: su colaboración libre en una empresa divina. Percibe que su maternidad va ser de una calidad especial; ser la madre del Rey de Reyes, del Salvador, pero sobre todo ser madre del Hijo del Altísimo, ser madre de Dios; porque la maternidad hace referencia a la persona, y Ella introducirá al Hijo sempiterno en la vida de los hombres. María tuvo que ser plenamente consciente de lo que estaba pasando y de lo que se le pedía: no será un elemento pasivo en la gran tarea de la redención. Y, desde una inteligencia preclara, sin la tiniebla del pecado, ve con claridad meridiana la grandeza de lo que se le pide. Aunque tendrá conocimiento más claro en la profecía de Simeón. Pero ve, sobre todo, el gran derroche de Amor en el mundo. El mundo espera su respuesta. La espera Adán y Eva desde el seol, la esperan los patriarcas, los ángeles, el cielo está en suspenso ante la respuesta de María. Los segundos se hacen eternos. Cuando de pronto surge de su boca el sí con acentos de entrega y fe consciente y amorosa:

“Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia”(Lc).

Y el Verbo se hizo carne en sus entrañas virginales. El Espíritu forma la humanidad de Jesús y la une al Verbo. La Humanidad llega a su punto más alto: Dios se ha unido al hombre en Jesús. No hay cumbre mayor a partir de entonces. Y el gozo embarga el corazón de María llena de Dios, que además de hija de Dios Padre, es, desde entonces, Madre de Dios Hijo.

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases

NO TE ACOSTUMBRES AL MILAGRO QUE ES DIOS


Martes quinta semana de Cuaresma. No pierdas la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en tu vida.

Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

Nm 21, 4-9
Jn 8, 21-30


La Cuaresma, como camino de conversión y de transformación, es al mismo tiempo, una exigencia de una firme decisión de frente a Dios nuestro Señor. La Cuaresma nos pone delante lo que nosotros tenemos o podríamos elegir: con Dios o contra Él; junto a Él o separados de Él. Esta decisión no simplemente se convierte en una elección que hacemos, sino es una decisión que tiene una serie de repercusiones en nuestra vida.

El ejemplo de la Serpiente de Bronce que nos pone el Libro de los Números, no es otra cosa sino una llamada de atención al hombre respecto a lo que significa alejarse de Dios. Cuando el pueblo se aleja de Dios aparece el castigo de las serpientes venenosas. Dios, al mismo tiempo, les envía un remedio: la Serpiente de Bronce.

En ese mirar a la Serpiente de Bronce está encerrado el misterio de todo hombre, que tiene que terminar por elegir a Dios o por apartarse de Él. Está en nuestras manos, es nuestra opción el hacer o no lo que Dios pide.

Esta misma situación es la que vivían los hebreos de cara a Dios en medio de las adversidades, en medio de las dificultades: los hebreos se encontraban en el desierto y estaban hartos del milagro cotidiano del maná y de las dificultades que tenían, lo que hace que el pueblo murmure contra Dios. Algo semejante nos podría pasar también a nosotros: ser un pueblo que se acostumbra al milagro cotidiano y acaba murmurando contra Dios, como les pasó a los judíos de la época de nuestro Señor: acostumbrados, se cegaron al milagro que era tener frente a ellos, ni más ni menos, que a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

También nosotros podemos ser personas que acaban por acostumbrarse al milagro: El milagro «tan normal» de la vida de Dios en nosotros a través del Bautismo y a través de la Eucaristía. El milagro «tan normal» del constante perdón de nuestro Señor a través de la confesión, a través de nuestro encuentro con Él. El milagro «tan normal» de la Providencia de nuestro Señor que está constantemente ayudándonos, sosteniéndonos, robusteciendo nuestro corazón.

Y cuando uno se acostumbra al milagro, acaba murmurando, acaba quejándose, porque ha perdido ya la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en su vida. Ha perdido ya la capacidad de apreciar lo que puede llegar a indicar la transformación que Dios quiere para su vida.

La Cuaresma son cuarenta días en los cuales Dios nos llama a la conversión, a la transformación. Cada Evangelio, cada oración, cada Misa durante la Cuaresma no es otra cosa sino un constante insistir de Dios en la necesidad que todos tenemos de convertirnos y de volvernos a Él. Sin embargo, pudiera ser que nos hubiésemos acostumbrado incluso a eso; como quien se acostumbra a ser amado, como quien se acostumbra a ser consentido y se transforma en caprichoso en vez de agradecido, porque así es el corazón humano.

La constante llamada a la conversión, la constante invitación a la transformación interior —que es la Cuaresma—, nos puede hacer caprichosos, superficiales e indiferentes con Dios, en lugar de hacernos agradecidos. Y, cuando se presenta el capricho, aparece la queja y la rebelión en contra de Dios, y aparece también la ceguera de la mente y la dureza de la voluntad: “Ellos no comprendieron que les hablaba el Padre”. Los judíos habían llegado a cerrar su mente y endurecer su voluntad de tal manera que ya ni siquiera comprendían lo que Jesucristo les estaba queriendo transmitir. ¡Qué tremendo es esto en el alma del hombre! ¡Qué efectos tan graves tiene!

Jesús, en el Evangelio de hoy, nos dice: “Si no creen que Yo soy, morirán en sus pecados”. En la vida no tenemos más que dos opciones: abrirnos a Dios en el modo en el cual Él vaya llegando a nuestra vida, o morir en nuestros pecados. Es la diferencia que hay entre levantarse o quedarse tirado; entre estar constantemente superándose, siguiendo la llamada que Dios nuestro Señor nos va haciendo de transformación personal, de cambio, de conversión, o vernos encerrados, encadenados cada vez más por nuestros pecados, debilidades y miserias.

Preguntémonos: ¿Dónde encuentro dificultades para superarme? ¿En mi psicología, en mi afectividad, en mi temperamento, en mi amor, en mi vida de fe, en mi oración? Muy posiblemente lo que me falta en esa situación no sea otra cosa sino la capacidad de poner a Dios nuestro Señor como centro de mi existencia. Creer que Cristo verdaderamente es Dios, creer que Cristo verdaderamente va a romper esa cadena. Recordemos que Cristo necesita de nuestra fe para poder romper nuestras cadenas; Cristo necesita de nuestra voluntad abierta y de nuestra inteligencia dispuesta a escuchar, para poder redimir nuestra alma; Cristo necesita nuestra libertad.

Quizá en esta Cuaresma podríamos haber seguido muchas tradiciones, hecho ayuno, vigilias, sacrificios y oraciones, pero a lo mejor, podríamos habernos olvidado de abrir nuestra libertad plenamente a Dios. Podríamos habernos olvidado de abrir de par en par nuestro corazón a Dios para dejar que Él sea el que va guiándonos, el que nos va llevando y el que nos libra —como dice el Evangelio— de morir en nuestros pecados. Es decir, el que nos libra de la muerte del alma, que es la peor de todas las muertes, producida no por otra cosa, sino por el encadenarse sobre nosotros nuestras debilidades, miserias y carencias.

No hay otro camino, no hay otra opción: o rompemos con esas cadenas, creyendo en Cristo, o nuestra vida se ve cada vez más encerrada y enterrada. A veces podríamos pensar que el egoísmo, el centrarnos en nosotros, el intentar conservarnos a nosotros mismos es una especie de liberación y de realización personal y la única salida de nuestros problemas; pero nos damos cuenta que cuanto más se encierra uno en uno mismo, más se entierra y menos capacidad tiene de salir de uno mismo.

El Evangelio de hoy nos dice al final: “Después de decir estas palabras, muchos creyeron en Cristo”. Después de que Cristo habla de la presencia de Dios en su alma y en su vida, la fe en los discípulos hace que ellos se adhieran a nuestro Señor. Vamos a preguntarnos también nosotros: ¿Cómo es mi fe de cara a Jesucristo? ¿Cómo es mi apertura de corazón de cara a Jesucristo? ¿Cuál es auténticamente mi disponibilidad? ¿Soy alguien que busca echarse cadenas todos los días, que busca encerrarse en sí mismo, que no permite que Dios nuestro Señor toque ciertas puertas de su vida?

No olvidemos que donde la puerta de nuestra vida se cierra a Dios, ahí quien reina es la muerte, no la superación; ahí quien reina es la oscuridad, no la luz. A cada uno de nosotros nos corresponde el estar dispuestos a abrir cada una de las puertas que Dios nuestro Señor vaya tocando en nuestra existencia. Estamos terminando la Cuaresma, preguntémonos: ¿Qué puertas tengo cerradas? ¿Qué puertas todavía no he abierto al Señor? ¿En qué aspectos de mi personalidad no he permitido al Señor entrar?

Ojalá que nuestro Señor, que viene a nuestro corazón en cada Eucaristía, sea la llave que abre algunas de esas puertas que podrían todavía estar cerradas. Es cuestión de que nuestra libertad se abra y de que nuestra inteligencia nos ilumine para poder encontrar a Dios nuestro Señor; para poder librarnos de esa cadena que a veces somos nosotros mismos y que impide el paso pleno de Dios por nuestra vida.

Se acerca la Pascua, que es el paso de Señor, el momento en el cual Dios pasa entre su pueblo para liberarlo de sus pecados, nuestras puertas deben estar abiertas. Ojalá que el fruto de esta Cuaresma sea abrirnos verdaderamente a nuestro Señor con generosidad, con libertad, con la inteligencia que nos es necesaria para seguirlo sin ninguna duda y sin ningún miedo, para que Él nos entregue la vida eterna que Él da a los que creen en Él.

lunes, 23 de marzo de 2015

REVESTIDOS DE TU PODER, SEÑOR


Ninguno de nosotros tenemos ningún poder…, si algo o alguien, tiene algo de poder, solo lo tiene porque Dios se lo ha dado. Al comentario de Pilatos acerca de su poder, el Señor le dijo: 10 Pilato le dijo: ¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?11 Jesús le respondió: Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave”. (Jn 19,10-11). Es una completa falacia, lo que está escrito en muchas constituciones de las antiguas naciones cristianas, en las que redactadas por políticos no cristianos, agnósticos o masónicos, en las que se dice que el poder emana del pueblo.

            Desgraciadamente gran parte del pueblo está, guiado por los políticos, sean de la tendencia que sean, que se quieren atribuir para sí, un poder no emanado de Dios sino de unas urnas de papeletas electorales, que deciden lo que es verdad y lo que es mentira, y a eso le llaman democracia, termino tabú que para ellos justifica lo injustificable. La Verdad solo la tiene Dios no la democracia de las urnas. También claramente le contestó a Pilatos: "37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz. 38 Pilato le dijo: ¿Y qué es la verdad? Y dicho esto, de nuevo salió a los judíos y les dijo: Yo no hallo en éste ningún delito”. (Jn 18,37-38). Pilatos era al fin y al cabo un escéptico político, y como político, amigo del relativismo. Pero más claramente después de su resurrección el Señor, contestando a Santo Tomás les dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”. (Jn 14, 6).

Dios es el Todo de todo y nosotros somos la nade de la nada. Solo nuestra soberbia alimentada por las actuaciones demoniacas nos hace creer, que somos algo y que tenemos bastante más de lo que nos aprecia la gente. ¡Ignorante creído! eres polvo y en polvo te convertirás. No dice San Agustín: Pero… ¿qué tienes tú que no hayas recibido? Y de lo que has recibido darás cuenta, Tus genialidades, tus conocimientos, tus bienes tus habilidades, tu capacidad para los negocios, tus dones… Nada es tuyo, todo lo has recibido y tendrás que dar cuenta, del uso que de ello has efectuado.

Puedes usar, de lo que se te ha dado en depósito, pero darás cuenta de su uso y de su mal uso. Guárdate de ambicionar, ni al dios poder y al dios dinero y si por voluntad divina, te vieses en posesión de poder o de dinero, no olvides que sobre todo y ate todo debe de estar para ti en primer lugar tu amor al Señor, tu amor al Señor, si de verdad le amas, debe d estar siempre por encima de todo. No caigas en el error, al que sin duda te llevarán las actuaciones demoniacas que a todos nos envuelven, de anteponer tu escala de valores, cuya cúspide siempre ha de ser tu amor a Quien todo lo puede, se lo debes,, porque lo que eres y lo que tienes se mucho o poco no te pertenece, un día que tú no conoces, lo tendrás que dejar todo. Nosotros todos estamos aquí revestidos del poder sea mucho o poco que Dios ha querido confiarnos. Estas aquí en observación, para ver si eres capaz o no de superar la prueba de amor a Dios, por razón de la cual aquí te encuentras.

Señor Tu eres el Todo de todo: “¿Dónde hallar fuerza para glorificarle? ¡Que Él es el grande sobre todas sus obras! Temible es el Señor, inmensamente grande, maravilloso su poderío”. (Sir-Ecl. 43, 28-29). "6 Todo cuanto agrada a Yahvéh (YHWH), lo hace en el cielo y en la tierra, en los mares y en todos los abismos”. (Sal 135, 6). Y en el salmo 126, se canta la omnipotencia divina cuando se nos dice: “1 Si el Señor no construye la casa,/ en vano se cansan los albañiles;/si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. 2 Es inútil que madruguéis,/ que veléis hasta muy tarde,/que comáis el pan de vuestros sudores:/ ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!”. (Sal 126,1-2).

¿A quién acudiremos? San Pablo nos contesta: "20 ¡A Dios que puede hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en nosotros, 21 a él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y para siempre! Amén”. (Ef 3,20-21). Leen Edward, nos habla de la incomprensible para nosotros, grandeza de Dios y no dice: “Si las obras de Dios fueran tales que la humana razón pudiera comprenderlas fácilmente, no serían en verdad cosas maravillosas, ni por lo mismo merecerían el calificativo de inefables”. A los hombres les es difícil comprender la omnipotencia y grandeza de Dios, primeramente porque su soberbia no está predispuesta a la aceptación. de lo que se encuentra sobre él. Una vez un amigo mío, refiriéndose a otro amigo que los dos conocíamos me decía: Es un hombre muy listo, tan listo que casi me alcanza a mí. Por otro lado, la absoluta limitación del hombre frente a la omnipotencia divina, le hace al hombre creer que la grandeza de Dios consiste precisamente en que puede hacer, lo que los hombres nos resistimos a creer que es capaz de hacer.

Dios lo puede todo y tal como escribía un autor, si existe algo que Dios no pueda hacerlo, es que ese dios ya no es Dios. La omnipotencia divina, escribe René Laurentín, no es caprichosa ni arbitraria, es coherente, y coherente según el amor. No es posesiva ni dominadora, sino creadora de la libertad misma. Así ha querido que los hijos no sean simples emanaciones o copias de sus padres, sino libertades con las que ellos deben contar. Se deja dar jaque por nuestras libertades.

Sobre este tema de la grandeza y omnipotencia de Dios, escribía antes de ser Benedicto XVI, el cardenal Ratzinger diciéndonos: “¿No estamos todos solapadamente, en mayor o menor medida, contaminados de deísmo? Pensamos que Dios está demasiado lejos, que no toma parte en nuestra vida diaria; por ello hablamos de lo próximo, de lo práctico. Jesús nos dice; no Dios está aquí, en la sed de infinitud. Dios es la primera palabra del Evangelio, aquella que cambia nuestra vida si confiamos en ella; y esto tiene que decirse con una fuerza completamente nueva, desde la plenitud de Jesús, en el interior de nuestro mundo”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

EL PAPA PIDE LLEVAR «EL EVANGELIO, EL CRUCIFIJO Y EL TESTIMONIO DE FE» A LOS QUE BUSCAN A DIOS


El santo padre Francisco, antes de rezar la oración del ángelus ante los miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, dijo las palabras comentando el evangelio del día que ofrecemos a continuación:

«Queridos hermanos y hermanas

En este quinto domingo de cuaresma, el evangelista Juan atrae nuestra atención con un particular curioso: algunos 'griegos', de religión judía, llegados a Jerusalén para la fiesta de Pascua, se dirigen al apóstol Felipe y le dicen: “Queremos ver a Jesús”. En la ciudad santa, en donde Jesús se ha dirigido por la última vez hay mucha gente. Están los pequeños y simples, que han acogido festivamente al profeta de Nazaret, reconociendo el enviado del Señor en él.

Están los sumos sacerdotes y los jefes del pueblo, que lo quieren eliminar porque lo consideran herético y peligroso. Se encuentran también personas, que como aquellos 'griegos', tienen curiosidad por verlo y saber más sobre su persona y las obras por él realizadas, la última de las cuales --la resurrección de Lázaro-- despertó mucha impresión.

“Queremos ver a Jesús”. Estas palabras como tantas otras en los evangelios, llevan más allá del episodio particular y expresan algo de universal; revelan un deseo que atraviesa las épocas y las culturas, un deseo presente en el corazón de tantas personas que han oído hablar de Cristo, pero aún no lo han encontrado. 'Yo deseo ver a Jesús': así siente el corazón de esta gente.

Respondiendo indirectamente, de manera profética a aquel pedido de poder verlo, Jesús pronuncia una profecía que desvela su identidad e indica el camino para conocerlo verdaderamente: “Ha llegado la hora que el Hijo del hombre sea glorificado”. ¡Es la hora de la cruz!, es la hora de la derrota de Satanás, príncipe del mal, y del triunfo definitivo del amor misericordioso de Dios.

Cristo declara que será “elevado de la tierra”, una expresión con un doble significado: “elevado” porque exaltado por el Padre en la Resurrección, para atraer a todos a sí y reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos. La hora de la cruz, la más oscura de la historia, que es también el manantial de la salvación para todos aquellos que creen el él.

Prosiguiendo en la profecía sobre su Pascua, a esta altura inminente, Jesús usa una imagen simple y sugestiva, la del “grano de trigo” que, caído en la tierra, muere para producir su fruto. En esta imagen encontramos otro aspecto de la cruz de Cristo: el de la fecundidad. La cruz de Cristo es fecunda.

La muerte de Jesús es de hecho una fuente interminable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza generadora del amor de Dios. Sumergidos en este amor por el bautismo, los cristianos pueden volverse “granos de trigo” y fructificar mucho si, como Jesús, “pierden la propia vida” por amor de Dios y de los hermanos.

Por esto a quienes también hoy “quieren ver a Jesús”, a quienes están a la búsqueda del rostro de Dios; a quien ha recibido una catequesis cuando era pequeño y nunca más la ha profundizado, que lleva la fe a tantos que aún no han encontrado a Jesús personalmente...; a todas estas personas nosotros podemos ofrecerles tres cosas, tres: el evangelio; el crucifijo; y el testimonio de nuestra fe, pobre pero sincera.

El evangelio: allí podemos encontrar a Jesús, escucharlo, y conocerlo. El crucifico: signo del amor de Jesús que se ha donado por nosotros; y después, una fe que se traduce en gestos simples de caridad fraterna. Pero principalmente, en la coherencia de vida entre lo que decimos y lo que vivimos. Coherencia entre nuestra fe y nuestra vida, entre nuestras palabras y nuestras acciones. El evangelio, el crucifijo y el testimonio. Qué la Virgen nos ayude a llevar estas tres cosas.

LA PRIMERA PIEDRA


"Aquel de vosotros que esté libre de culpa, que lance la primera piedra." (Jn 8, 7)

Jesús acaba de llegar de orar en el monte. Fariseos y escribas le tienden una trampa. Ponen ante Él una mujer descubierta en adulterio. Según la ley de Moisés debe ser lapidad. Pero los romanos han prohibido a los judíos ejercer la pena de muerte. O se pone contra la Ley o desobedece a los romanos. Jesús escribe o dibuja en el suelo...y les devuelve el guante a ellos: "El que no tenga culpa, que empiece a lapidar". Todos se van.

¿Somos de los que llevamos las personas a Dios para que las condene, o llevamos a las personas a Dios para que experimenten su misericordia y su ternura? No perdonamos, porque no nos perdonamos. No perdonamos, porque no hemos experimentado el perdón y la ternura de Dios. Para ello, primero hemos de reconocer nuestras faltas.

(Por cierto, el hombre ¿dónde estaba?)

 

NADA TEMO, SEÑOR, PORQUE TÚ ESTÁS CONMIGO


Lunes quinta semana de Cuaresma. Cristo nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.

Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

El camino de conversión, que es la Cuaresma, tiene como todo camino, un inicio; y como todo camino, tiene también un final. La Cuaresma se enfrenta en esta semana con su última semana. El Domingo de Ramos, que es cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, estaremos celebrando también el momento en el cual termina la Cuaresma para dar inicio a la Semana Santa. En ese momento podríamos simplemente quedarnos con la idea de haber dicho: una Cuaresma más que pasó por nuestra vida, cuarenta días más. O preguntarnos: ¿Cómo aproveché este camino? ¿Realmente le saqué fruto a toda esta Cuaresma, o la Cuaresma se me fue, como se me van tantas otras cosas?

La liturgia, en el salmo responsorial, nos habla de un sentimiento que tendría que estar presente en nuestro corazón: “Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”. Todos sabemos que la Cuaresma es un llamamiento muy serio a la conversión, es una llamada muy exigente a transformar la vida; no la podemos dejar igual después de la Cuaresma. Nosotros podríamos asustarnos al ver el programa de conversión que se nos propone y al darnos cuenta de lo que significa convertir la propia personalidad, convertir los propios sentimientos, convertir la propia inteligencia, convertir la propia voluntad, cambiar totalmente la propia existencia.

Esta conversión se nos podría hacer un camino tan impracticable, una cumbre tan elevada, que en el corazón puede llegar a aparecer el miedo. Un miedo que nos hace incapaces de poder transformar nuestra vida, un miedo que, incluso, nos puede hacer rebeldes contra las mismas necesidades de transformación, y entonces quedarnos, a la hora de la hora, con el miedo, con la rebeldía y sin la transformación.

¡Qué serio es esto!, porque puede ser que nuestra vida se nos esté yendo como agua entre los dedos y no terminar de afianzar la transformación que nosotros necesitamos llevar a cabo en nuestra alma, y no terminar de consolidar en nuestra alma la exigencia de una auténtica transformación cristiana.

¡Cuántas Cuaresmas hemos vivido! ¡Cuántos llamados a la conversión! Cuántas veces hemos escuchado el “arrepiéntete” y, sin embargo, ¿dónde estamos en este camino? Creo que el Evangelio de hoy podría ser para todos nosotros algo muy significativo, porque Jesucristo nos habla de cómo todos tenemos esa presencia, de una forma o de otra, del alejamiento de Dios: el pecado en nuestro corazón.

El episodio de la mujer adúltera es un episodio en el cual Jesucristo se encuentra no tanto con la realidad del pecado, cuanto con la visión que el hombre tiene del propio pecado. Por una parte están los acusadores, los hombres que dicen: “Esta mujer es adúltera y por lo tanto debe ser condenada a muerte por lapidación”. Por otra parte está la mujer que, evidentemente, también está en pecado.

Qué fuerte es el hecho de que Jesús se atreva a cuestionar la legitimidad que tienen todos esos hombres de castigar a esa mujer, cuando ellos mismos están en pecado. Sin embargo, todos ellos iban a convertirse en jueces y en ejecutores de una ley, pensando que actuaban con plena justicia, como si el pecado no estuviese en ellos. Y Jesús desenmascara, con la habilidad y sencillez que a Él le caracteriza, la capacidad que tenemos los hombres en nuestro interior de torcer las cosas para creernos justos cuando no lo somos, cuando ni siquiera hemos rozado la capacidad de conversión que tenemos. De creernos limpios cuando, a lo mejor, ni siquiera hemos tocado un poco el misterio de nuestra auténtica conversión interior.

Este relato del Evangelio del domingo nos habla de un Jesús que nos llama, que nos invita a atrevernos a sumergirnos en la realidad de nuestra conversión: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. No dice que la mujer ha hecho bien, simplemente les pregunta si se han dado cuenta de cuál es la justicia, la santidad que hay en cada una de sus almas: primero dense cuenta de esto y luego pónganse a pensar si pueden tirarle piedras a alguien que está en pecado. “Antes de ver la paja del ojo ajeno, quita la viga que hay en el tuyo”.

La conversión supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma. La conversión supone la valentía de entrar al propio corazón, como Jesús entra dentro del alma de estos hombres para que se den cuenta que todos tienen pecado, que ninguno de ellos puede llegar a tirar ni siquiera una piedra. Pero, muchas veces, lo que nos acaba pasando cuando rozamos el misterio de la conversión de nuestra alma, cuando tocamos el misterio de que tenemos que transformar comportamientos, afectos, actitudes, criterios, pensamientos, juicios, es que nos da miedo y nos echamos para atrás y preferimos no tenerlo delante de los ojos.

¿Quién se atrevería a bajar hasta lo más profundo del propio corazón si no es acompañado de Dios nuestro Señor? ¿Quién se atrevería a tocar lo tremendo de las propias infidelidades, de los propios egoísmos, de todo lo que uno es en su vida, si no es acompañado por Dios? La pregunta más importante sería: ¿Ya has sido capaz de bajar, acompañado de Dios nuestro Señor, a lo profundo de tu corazón? ¿Ya has sido capaz de tocar el fondo de tu vida para verdaderamente poder convertirte?

¡Cuántos esfuerzos de conversión hemos hecho a lo largo de nuestra vida! Cuántas veces hemos intentado transformarnos, y no lo hemos logrado, porque nunca hemos bajado hasta el fondo de nuestra alma, porque nunca nos hemos atrevido a tomar a Jesús de la mano y permitirle que nos cure. Como el médico que, para poder curar nuestra enfermedad, tiene que llegar a la raíz de la misma, no puede conformarse simplemente con aplicar una cura superficial.

Ojalá que si en esta Cuaresma no hemos todavía transformado muchas cosas y seguimos teniendo egoísmos, perezas, flojeras, miedos y tantas otras cosas, por lo menos hayamos conseguido la gracia, el don de Dios, de permitirle bajar con nosotros hasta el fondo de nuestro corazón, para que desde ahí, Él empiece a sanarnos, Él empiece a transformarnos, Él empiece a cambiarnos. “Aunque atraviese por cañadas oscuras nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”.

¡Cuántas veces lo más oscuro de nuestras vidas es nuestro corazón! No oscuro porque esté muy manchado, sino oscuro porque ha sido poco iluminado; porque preferimos dejar las cosas como están para no tener que cambiar algunas actitudes. Hemos de entrar y tocar con sinceridad el fondo de nuestro corazón para que Cristo nos quite los miedos que nos impiden llegar hasta el fondo, para así poder transformar verdadera y cristianamente toda nuestra vida.

Que ésta sea la gracia principal que hayamos adquirido en esta Cuaresma en la que el Señor, una vez más, nos ha llamado a la conversión y, sobre todo, nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.

BASTA UNA CEBOLLA


¿Conocen ustedes la fábula rusa de la cebolla? Cuentan los viejos cronicones ortodoxos que...

Por: José Luis Martín Descalzo | Fuente: Razones para vivir

¿Conocen ustedes la fábula rusa de la cebolla? Cuentan los viejos cronicones ortodoxos que un día se murió una mujer que no había hecho en toda su vida otra cosa que odiar a cuantos la rodeaban. Y que su pobre ángel de la guarda estaba consternado porque los demonios, sin esperar siquiera al juicio final, la habían arrojado a un lago de fuego en el que esperaban todas aquellas almas que estaban como predestinadas al infierno. ¿Cómo salvar a su protegida? ¿Qué argumentos presentar en el juicio que inclinasen la balanza hacia la salvación?

El ángel buscaba y rebuscaba en la vida de su protegida y no encontraba nada que llevar a su argumentación. Hasta que, por fin, rebuscando y rebuscando se acordó de que un día había dado una cebolla a un pobre. Y así se lo dijo a Dios, cuando empezaba el juicio. Y Dios le dijo: "Muy bien, busca esa cebolla, dile que se agarre a ella y, si así sale del lago, será salvada."

Voló precipitadamente el ángel, tendió a la mujer la vieja cebolla y ella se agarró a la planta con todas sus fuerzas. Y comenzó a salir a flote. Tiraba el ángel con toda delicadeza, no fuera su rabo a romperse. Y la mujer salía, salía. Pero fue entonces cuando otras almas, que también yacían en el lago, lo vieron. Y se agarraron a la mujer, a sus faldas, a sus piernas y brazos, y todas las almas salían, salían.

Pero a esta mujer, que nunca había sabido amar, comenzó a entrarle miedo, pensó que la cebolla no resistiría tanto peso y comenzó a patalear para liberarse de aquella carga inoportuna. Y, en sus esfuerzos, la cebolla se rompió. Y la mujer fue condenada.

Sí, basta una cebolla para salvar al mundo entero. Siempre que no la rompamos pataleando para salvarnos nosotros solitos.

MENSAJE DEL CIELO A NUESTRO GRUPO DE ORACIÓN “SÍ SEÑOR” – VIERNES 20 DE MARZO 2015


Todos en actitud de oración… lo que ustedes van a oír, viene directamente del Cielo, con ése respeto escuchen… no la voz del instrumento sino la PALABRA que sale de la boca del instrumento.

EL ANGEL ROSA DEL CORAZON DEL SANTISIMO: Hizo la señal de su presencia.

HNO. JOSÉ: Bienvenida seas Rosa del Corazón de Santísimo, gracias por tu Santa presencia.

EL ANGEL ROSA DEL CORAZÓN DEL SANTÍSIMO: Cierren sus ojos, con el corazón repitan… Dios te Salve María, llena eres de gracia… (3Veces)

Muchos están aquí por la intersección de María Santísima, ella es quien los ha guiado aquí, ha puesto las personas para que ustedes estén aquí.

NUESTRO SEÑOR JESÚS: Buenas noches Grupo “Sí Señor”… Soy Jesús…

HNO. JOSÉ: Bienvenido seas Señor gracias por tu Santa presencia.

NUESTRO SEÑOR JESÚS: LUZ, AMOR Y PAZ, están ustedes hoy día aquí homenajeando a mi padre en la tierra, pocos piensan en él, pero él cumplió un papel muy importante durante mi vida terrena, ustedes saben los que han tenido la gracia de tener un padre en la tierra, cuán importante es en su vida… San José fue un varón justo, un varón elegido, un varón Santo, un modelo para los varones de hoy, confiado en Dios, lleno de FE y a pesar de las dificultades que encontraba, siempre estaba consciente de que Dios lo ayudaba, así deben ser amados hermanos varones, fieles a Dios, justos y protectores de su familia, muchos varones se extravían porque no tienen a Dios primero en sus vidas y hacen sufrir a sus familias, hacen sufrir a sus esposas, a sus hijos, a sus madres… pidan el día de hoy la Gracia porque él es un gran intercesor en el Cielo de sus necesidades, pídanle para que él interceda como siempre gustosamente lo hace al Padre, cuando estén en necesidades.

Queridas madres, hermanas, hijas también les pido que inculquen a sus niños la figura de San José para un modelo de su vida, los niños varones desde pequeños necesitan saber de modelos que los lleven a Dios con la gracia de su vida, con el ejemplo de sus vidas.

Están viviendo unos días muy distintos… ¿Es verdad? Están agitados y están consternados por la forma en que el clima les está afectando, amados… les hemos advertido muchas veces que estamos en los tiempos más difíciles, espiritualmente el mundo se encuentra en estado de perdición, son pocos los que realmente y de corazón bendicen y aman a Dios, ustedes juntos con aquellos tristemente perdidos y extraviados hijos míos y hermanos míos, están sufriendo las consecuencias del clima, la naturaleza CLAMA al hombre, para que enderece su camino… y éste ciego, duro de corazón, está totalmente extraviado en sus vicios y su pecado… entonces ahora están comenzando a sentir los estragos, ofrezcan su sufrimiento con AMOR y GENEROSIDAD a Dios, por todos ésos pobres pecadores que van camino de perdición y son cauda de dolor y sufrimiento para mi Corazón… lleno de espinas porque ustedes no saben cuánto los Amo, no se imaginan aún, no aquilatan aún, el Amor con el que YO les tengo en ésta tierra… y ellos pobres pecadores, pobres extraviados, pobres ciegos de Espíritu, siguen en su pecado y siguen alejados de Dios, sus corazones están tranquilos… pero no tienen PAZ, dejen de buscar queridos la Paz en

otras cosas que no sean Dios, me tienen ahí en el SAGRARIO todos los días… esperándolos y estoy deseoso de entrar en sus vidas, pero ustedes son los que tienen que abrir el corazón, porque YO respeto su libertad, hagan buen uso de ella para que sean guiados hacia su puesto en el Cielo… ésa ha de ser su meta, sé que ponen muchas delante de ésa meta, están poniendo primero su dinero, su necesidad, su trabajo y se olvidan de lo que está más allá de la vida… la vida es corta, es un suspiro, la eternidad es para siempre hijitos amados.

Por favor denle tiempo para la salvación de su alma, lleven a los demás también a la salvación, en todo momento háganles presente mi presencia en sus vidas y serán colmados de gran bendición, porque ésos son tesoros grandes en el Cielo… oren por aquellos que trabajan por la justicia… El día de mañana muchos marcharán y con su corazón, con su acto consolarán corazones adoloridos, por éste pecado y flagelo del aborto… los que no puedan ir, oren por sus hermanos, únanse espiritualmente para que todos sean una fuerza que no solamente haga pensar a los demás, sino que con su acto de sacrificio sea un ejemplo y hagan que baje, que disminuya el castigo que se les tiene preparado… porque es GRANDE… GRANDE, el castigo para las naciones en los que matan a sus inocentes sin PIEDAD.

HNO. JOSÉ: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

TODOS: Amén.

HNO. JOSÉ: Podemos ir en Paz.

TODOS: Demos gracias a Dios y a Nuestra Madre Santísima.

HNO. JOSÉ: Un aplauso a la Santísima Trinidad, a Nuestra Madre Santísima.

Grupo Católico de Oración por los Enfermos – Si Señor

José Miguel Pajares Clausen.

domingo, 22 de marzo de 2015

AMARTE, SERVIRTE Y ADORARTE


Este es el ferviente deseo…, que siente un alma cuando te ha buscado vehementemente y te ha encontrado. Esta alma está ya inmersa en el fuego de tu amor. Su vida cambia radicalmente porque lo único que desea, su obsesión en esta vida, es buscar la forma de poderte amar más, Ella mira atrás y se dice con San Agustín "Tarde te encontré estabas dentro de mí y yo te buscaba por fuera". Pero ahora sé que estás en mí, te siento porque sufro y gozo con las consecuencias de mi entrega a Ti. Ahora todo ha cambiado, mis enfermedades, mis dolores, todos mis sufrimientos y angustias se han transformado en escalones, para llegar cuanto antes a Ti

Mi vida ha cambiado, me has dado la vuelta como se le da la vuelta a un calcetín. Todo comienza el día aquel, en que te pedí que me ayudases a ser tuyo; desde aquel día, el tiempo pasaba y yo pensé que como nada sucedía en la rutina de mi vida espiritual íntima, pensaba que te habías olvidado de lo que te dije, pero ahora me doy cuenta, de que me petición sin ser yo consciente de ello implicaba la disminución de mi lastre material, para que las velas de mi parte espiritual, las velas de mi alma se hinchase lentamente a tenor de tu divino soplo. Y ahora navegando en las aguas profundas de tu amor, uno desea convertirse en pez y ahondar lo más posible en tu amor. Desde luego que desde antiguo el fenómeno es clásico; Uno sin darse cuenta, se convierte en un insaciable amante, del amor de su amado.

Desaparecen las ansias de mundanidad, los dioses que dominan esta mundanidad, el dios dinero, el deseo de poder, los apetitos materiales que demandan nuestros cuerpos, remedando a Jorge Manrique diré: Las dádivas desmedidas, los edificios reales llenos de oro, las vaxillas tan febridas, los enriques y reales del tesoro, os jaeces y caballos de su gente, y atavíos, tan sobrados, ¿dónde iremos a buscallos?; ¿qué fueron, sino rocíos de los prados? Todo, las glorias y éxitos pasados y también los sufrimientos se van poco a poco, reduciendo al olvido, a un olvido que muchas veces está transformado en compunción, por razón del amor que se le tiene a nuestro Amado, que todo lo transforma con su amor.

            Señor, siento esos vehementes deseos que también debieron de sentir muchos de aquellos que llamaste y respondieron a tu llamada. A ellos, como al profeta Elías, el celo de tu casa los consumía: Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: ¿Qué haces aquí Elías? 10 Él dijo: « Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.11 Le dijo: Sal y ponte en el monte ante Yahveh. Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor. 12 Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. 13 Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? 14 El respondió: Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela”.(1R 19,10-14).

            Aparecen unos nuevos sentimientos y deseos, antes desconocidos, que les impulsan a nuestra voluntad en forma muchas veces irresistible. Es “el celo de la casa del Señor”, su amor es el que nos mueve a amar más a los demás, cosa que antes no le dábamos la importancia que tiene, porque cada persona que pasa ahora por nuestro lado, sea esta pobre o rica, uno no distingue, y todos nuestros semejantes, han dejado de ser ya un escalón. que antes utilizábamos para subir más alto, en el antiguo pedestal de nuestra soberbia.

            El crucifijo, símbolo de tu amor a nosotros, símbolo de tu agonía en Getsemaní, de tu flagelación en el Torre Antonia, de tu humillante coronación para ridiculizarte, del peso de tu cruz en la Vía dolorosa, camino del calvario, donde te esperaba tu cruz, que ahora el que te ama desea que ella sea suya también, desea compartir tu ¡s angustias, tu dolores materiales y espirituales que son los más duros, porque los materiales si se te ama de verdad se convierten por la fuerza del gozo de compartirlos contigo.

            Si es piensa en Ti a todas horas, mirar el crucifijo, es mirarte a ti no solo con los ojos de nuestra cara sino espiritualmente con los ojos de nuestra alma, porque llevados de ardor del fuego de tu amor a Ti, se sientan destellos de tu luz divina que es la que permite ver a los ojos de nuestra alma.

            Tú Madre, María Santísima y el crucifijo son símbolo por excelencia expresiones de tu amor a nosotros que son los elementos que esta alma que Tú me diste, ahora t ama como nunca pudo imaginar. Orar a ti sin mirarte en la cruz, es desconocer la fuerza de tu amor que sin nada a cambio, se lo das a todo el que te mira. No desperdiciemos nunca la fuerza espiritual de una mirada a un crucifijo este donde este. Mirar un crucifijo es recordar el misterio de nuestra redención de las garras de satanás. De la misma forma que satanás odia y teme al crucifijo, al que lo ama nunca no tiene miedo. San Juan evangelista nos dejó escrito: "19 quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amamos, porque él nos amó primero”. (1Jn 4,19). El amor ahuyenta el temor y por su puesto el odio

            El Señor nos dejó dicho: “…, si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga”. (Mt 16,24). La locura del amor a la cruz comienza mirándola con amor y si ello se realiza continuamente, porque quien se enamora de la cruz, está entregándose al amor del crucificado. San Juan Damasceno decía que: Existe una experiencia privilegiada de la oración en la que a fuerza de mirar el rostro de Cristo con los ojos del cuerpo, en una imagen o en el crucifijo, se termina viéndole con los ojos del corazón: “Por medio de mis ojos carnales que miran el icono, mi vista espiritual se sumerge en el misterio de la encarnación”,

El Santo cura de Ars, decía: “Nada nos hace tan parecidos a Nuestro Señor como llevar su cruz, y todas las penas son dulces, cuando se sufren en unión con El” y añadía: “¡Que agradable es morir, cuando se ha vivido sobre la cruz!”. Y San Agustín: “Dice San Agustín que los amadores del Crucifijo viven en paz y mueren con alegría”. Se puede estar seguro de que quien mira un crucifijo con amor, con amor será premiado.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

DE LA VIRGINIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO (1). HOY, LOS EVANGELIOS


En los Evangelios existe una doble referencia al tema de la virginidad. El primero es el que se refiere a la madre de Jesús, María, en los libros de Mateo y de Lucas, no así en cambio, en los de Marcos y Juan, tema que ha hecho correr ríos de tinta y que no es objeto propiamente de este capítulo.

“El origen de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. […] Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel” (Mt. 1, 18-23).

“Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (Lc. 1, 26-27).

Existe también una alusión clara de Jesús. Es aquella en la que aparentemente hablando de sí mismo, dice Jesús (en el Evangelio de Mateo y sólo en él, por cierto):

“Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda” (Mt. 19, 12)

Un afirmación que, referida en este caso a la virginidad masculina, podemos considerar la primera de naturaleza tal en la Biblia –en la Biblia cristiana, bien entendido, que añade el Nuevo Testamento al Antiguo, no a la Biblia judía que sólo recoge aquél-, la cual, como se sabe, en ninguno de sus epígrafes recoge exaltación alguna hacia derivada tal de la virginidad. Y que además, ni siquiera parece contener invitación ninguna a practicarla, sino una mera información de que algunas personas, por el Reino de los Cielos, lo hacen. La exégesis ha tendido de manera casi unánime a pensar que Jesús habla de sí mismo en ese pasaje, y aunque no parece que cuando Jesús pronuncia las palabras lo tenga en mente, ha servido también para ofrecer un argumento al celibato sacerdotal.

Y bien queridos amigos, que tengan Vds. un feliz domingo y que hagan mucho bien y no reciban menos. Nos vemos en la columna.

Luis Antequera

LA SANGRE DE SAN JENARO SE LICÚA PRODIGIOSAMENTE ANTE UN PAPA POR PRIMERA VEZ DESDE 1848, CON PÍO IX


En Nápoles.

No había sucedido en las visitas a Nápoles de Juan Pablo II en 1979 ni Benedicto XVI en 2007.

El curioso prodigio de la licuefacción de la sangre de San Jenaro, que tiene lugar sólo en tres fechas fijas cada año, se produjo el sábado cuando el Papa Francisco impartió la bendición con la reliquia del obispo martirizado en el año 305 y venerado por los napolitanos como muy pocos santos en todo el planeta.

Al término del encuentro con sacerdotes, religiosos y seminaristas en la catedral de Nápoles, y después de sufrir un auténtico “asalto” por parte de las religiosas de clausura, que le adoran, el Papa dio la bendición con la reliquia.

Cuando la recibió, la sangre estaba sólida, en un lado de la ampolla de vidrio. Al devolver el relicario al cardinal Crescenzio Sepe, el arzobispo de Nápoles lo miró y dijo: “Se ve que San Genaro ama al Papa, pues la sangre se ha licuado ya a medias”.

El fenómeno suele requerir varios minutos antes de que la masa rojiza reseca adherida a un lado de la ampolla se convierta en sangre completamente líquida que cubre todo el vidrio. Francisco quitó importancia a su persona replicando inmediatamente: “Se ve que el santo nos quiere sólo a medias. Tenemos que convertirnos más”. La última vez con Pío IX

El curioso fenómeno – que se percibe al girar la reliquia y observar las manchas en el cristal- se produce sólo tres veces al año: el primer domingo de mayo, el 19 de septiembre, fiesta de San Jenaro, y el 16 de diciembre.

Fuera de esas fechas, el fenómeno no tiene lugar por mucho que se haga girar el relicario. Sucedió solo una vez, en 1848, cuando el Papa Pío IX, forzado a huir de Roma por una revuelta popular, se refugió en Nápoles y fue a la catedral a venerar las reliquias del santo patrón de la ciudad.

Desde entonces, en más de siglo y medio, no había vuelto a ocurrir. Ni siquiera durante las siguientes visitas de los Papas, la de san Juan Pablo II el 21 de octubre de 1979, y la de Benedicto XVI el 21 de octubre del 2007.

La Iglesia no califica este fenómeno de “milagro” sino meramente de “prodigio”, pero para los napolitanos es mucho más. Cuando, en la fecha prevista, la sangre no se licúa, temen grandes desastres. Por el contrario, un prodigio suplementario fuera de esas fechas, lo interpretan como buena señal.