domingo, 22 de marzo de 2015

AMARTE, SERVIRTE Y ADORARTE


Este es el ferviente deseo…, que siente un alma cuando te ha buscado vehementemente y te ha encontrado. Esta alma está ya inmersa en el fuego de tu amor. Su vida cambia radicalmente porque lo único que desea, su obsesión en esta vida, es buscar la forma de poderte amar más, Ella mira atrás y se dice con San Agustín "Tarde te encontré estabas dentro de mí y yo te buscaba por fuera". Pero ahora sé que estás en mí, te siento porque sufro y gozo con las consecuencias de mi entrega a Ti. Ahora todo ha cambiado, mis enfermedades, mis dolores, todos mis sufrimientos y angustias se han transformado en escalones, para llegar cuanto antes a Ti

Mi vida ha cambiado, me has dado la vuelta como se le da la vuelta a un calcetín. Todo comienza el día aquel, en que te pedí que me ayudases a ser tuyo; desde aquel día, el tiempo pasaba y yo pensé que como nada sucedía en la rutina de mi vida espiritual íntima, pensaba que te habías olvidado de lo que te dije, pero ahora me doy cuenta, de que me petición sin ser yo consciente de ello implicaba la disminución de mi lastre material, para que las velas de mi parte espiritual, las velas de mi alma se hinchase lentamente a tenor de tu divino soplo. Y ahora navegando en las aguas profundas de tu amor, uno desea convertirse en pez y ahondar lo más posible en tu amor. Desde luego que desde antiguo el fenómeno es clásico; Uno sin darse cuenta, se convierte en un insaciable amante, del amor de su amado.

Desaparecen las ansias de mundanidad, los dioses que dominan esta mundanidad, el dios dinero, el deseo de poder, los apetitos materiales que demandan nuestros cuerpos, remedando a Jorge Manrique diré: Las dádivas desmedidas, los edificios reales llenos de oro, las vaxillas tan febridas, los enriques y reales del tesoro, os jaeces y caballos de su gente, y atavíos, tan sobrados, ¿dónde iremos a buscallos?; ¿qué fueron, sino rocíos de los prados? Todo, las glorias y éxitos pasados y también los sufrimientos se van poco a poco, reduciendo al olvido, a un olvido que muchas veces está transformado en compunción, por razón del amor que se le tiene a nuestro Amado, que todo lo transforma con su amor.

            Señor, siento esos vehementes deseos que también debieron de sentir muchos de aquellos que llamaste y respondieron a tu llamada. A ellos, como al profeta Elías, el celo de tu casa los consumía: Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: ¿Qué haces aquí Elías? 10 Él dijo: « Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.11 Le dijo: Sal y ponte en el monte ante Yahveh. Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor. 12 Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. 13 Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? 14 El respondió: Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela”.(1R 19,10-14).

            Aparecen unos nuevos sentimientos y deseos, antes desconocidos, que les impulsan a nuestra voluntad en forma muchas veces irresistible. Es “el celo de la casa del Señor”, su amor es el que nos mueve a amar más a los demás, cosa que antes no le dábamos la importancia que tiene, porque cada persona que pasa ahora por nuestro lado, sea esta pobre o rica, uno no distingue, y todos nuestros semejantes, han dejado de ser ya un escalón. que antes utilizábamos para subir más alto, en el antiguo pedestal de nuestra soberbia.

            El crucifijo, símbolo de tu amor a nosotros, símbolo de tu agonía en Getsemaní, de tu flagelación en el Torre Antonia, de tu humillante coronación para ridiculizarte, del peso de tu cruz en la Vía dolorosa, camino del calvario, donde te esperaba tu cruz, que ahora el que te ama desea que ella sea suya también, desea compartir tu ¡s angustias, tu dolores materiales y espirituales que son los más duros, porque los materiales si se te ama de verdad se convierten por la fuerza del gozo de compartirlos contigo.

            Si es piensa en Ti a todas horas, mirar el crucifijo, es mirarte a ti no solo con los ojos de nuestra cara sino espiritualmente con los ojos de nuestra alma, porque llevados de ardor del fuego de tu amor a Ti, se sientan destellos de tu luz divina que es la que permite ver a los ojos de nuestra alma.

            Tú Madre, María Santísima y el crucifijo son símbolo por excelencia expresiones de tu amor a nosotros que son los elementos que esta alma que Tú me diste, ahora t ama como nunca pudo imaginar. Orar a ti sin mirarte en la cruz, es desconocer la fuerza de tu amor que sin nada a cambio, se lo das a todo el que te mira. No desperdiciemos nunca la fuerza espiritual de una mirada a un crucifijo este donde este. Mirar un crucifijo es recordar el misterio de nuestra redención de las garras de satanás. De la misma forma que satanás odia y teme al crucifijo, al que lo ama nunca no tiene miedo. San Juan evangelista nos dejó escrito: "19 quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amamos, porque él nos amó primero”. (1Jn 4,19). El amor ahuyenta el temor y por su puesto el odio

            El Señor nos dejó dicho: “…, si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga”. (Mt 16,24). La locura del amor a la cruz comienza mirándola con amor y si ello se realiza continuamente, porque quien se enamora de la cruz, está entregándose al amor del crucificado. San Juan Damasceno decía que: Existe una experiencia privilegiada de la oración en la que a fuerza de mirar el rostro de Cristo con los ojos del cuerpo, en una imagen o en el crucifijo, se termina viéndole con los ojos del corazón: “Por medio de mis ojos carnales que miran el icono, mi vista espiritual se sumerge en el misterio de la encarnación”,

El Santo cura de Ars, decía: “Nada nos hace tan parecidos a Nuestro Señor como llevar su cruz, y todas las penas son dulces, cuando se sufren en unión con El” y añadía: “¡Que agradable es morir, cuando se ha vivido sobre la cruz!”. Y San Agustín: “Dice San Agustín que los amadores del Crucifijo viven en paz y mueren con alegría”. Se puede estar seguro de que quien mira un crucifijo con amor, con amor será premiado.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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