Ninguno de nosotros tenemos ningún poder…, si algo o alguien, tiene algo
de poder, solo lo tiene porque Dios se lo ha dado. Al comentario de Pilatos
acerca de su poder, el Señor le dijo: “10 Pilato le
dijo: ¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y
también para crucificarte?11 Jesús le respondió: Tú no tendrías sobre mí
ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha
entregado a ti ha cometido un pecado más grave”. (Jn 19,10-11). Es una
completa falacia, lo que está escrito en muchas constituciones de las antiguas
naciones cristianas, en las que redactadas por políticos no cristianos,
agnósticos o masónicos, en las que se dice que el poder emana del pueblo.
Desgraciadamente gran
parte del pueblo está, guiado por los políticos, sean de la tendencia que sean,
que se quieren atribuir para sí, un poder no emanado de Dios sino de unas urnas
de papeletas electorales, que deciden lo que es verdad y lo que es mentira, y a
eso le llaman democracia, termino tabú que para ellos justifica lo
injustificable. La Verdad solo la tiene Dios no la democracia de las urnas.
También claramente le contestó a Pilatos: "37 Le
dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy
rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio
de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz. 38 Pilato le dijo: ¿Y qué
es la verdad? Y dicho esto, de nuevo salió a los judíos y les dijo: Yo no hallo
en éste ningún delito”. (Jn
18,37-38). Pilatos era al fin y al cabo un escéptico político, y como político,
amigo del relativismo. Pero más claramente después de su resurrección el Señor, contestando a
Santo Tomás les dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre
sino por mí”. (Jn 14, 6).
Dios es el Todo de todo y nosotros somos la nade de la nada. Solo
nuestra soberbia alimentada por las actuaciones demoniacas nos hace creer, que
somos algo y que tenemos bastante más de lo que nos aprecia la gente.
¡Ignorante creído! eres polvo y en polvo te convertirás. No dice San Agustín: Pero…
¿qué tienes tú que no hayas recibido?
Y de lo que has recibido darás cuenta, Tus genialidades, tus conocimientos, tus
bienes tus habilidades, tu capacidad para los negocios, tus dones… Nada es
tuyo, todo lo has recibido y tendrás que dar cuenta, del uso que de ello has
efectuado.
Puedes usar, de lo que se te ha dado en depósito, pero darás cuenta de
su uso y de su mal uso. Guárdate de ambicionar, ni al dios poder y al dios
dinero y si por voluntad divina, te vieses en posesión de poder o de dinero, no
olvides que sobre todo y ate todo debe de estar para ti en primer lugar tu amor
al Señor, tu amor al Señor, si de verdad le amas, debe d estar siempre por
encima de todo. No caigas en el error, al que sin duda te llevarán las
actuaciones demoniacas que a todos nos envuelven, de anteponer tu escala de
valores, cuya cúspide siempre ha de ser tu amor a Quien todo lo puede, se lo
debes,, porque lo que eres y lo que tienes se mucho o poco no te pertenece, un
día que tú no conoces, lo tendrás que dejar todo. Nosotros todos estamos aquí
revestidos del poder sea mucho o poco que Dios ha querido confiarnos. Estas
aquí en observación, para ver si eres capaz o no de superar la prueba de amor a
Dios, por razón de la cual aquí te encuentras.
Señor Tu eres el Todo de todo: “¿Dónde hallar fuerza para glorificarle? ¡Que Él es el
grande sobre todas sus obras! Temible es el Señor, inmensamente grande,
maravilloso su poderío”. (Sir-Ecl.
43, 28-29). "6
Todo cuanto agrada a Yahvéh (YHWH), lo hace en el cielo y en la tierra, en los
mares y en todos los abismos”. (Sal
135, 6). Y en el salmo 126, se canta la omnipotencia divina cuando se nos dice:
“1 Si el
Señor no construye la casa,/ en vano se cansan los albañiles;/si el Señor no
guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. 2 Es inútil que madruguéis,/
que veléis hasta muy tarde,/que comáis el pan de vuestros sudores:/ ¡Dios lo da
a sus amigos mientras duermen!”. (Sal
126,1-2).
¿A quién acudiremos? San Pablo nos contesta: "20 ¡A Dios que puede hacer
infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en
nosotros, 21 a él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las
generaciones y para siempre! Amén”. (Ef
3,20-21). Leen Edward, nos habla de la incomprensible para nosotros, grandeza
de Dios y no dice: “Si las obras de Dios fueran tales que la humana razón
pudiera comprenderlas fácilmente, no serían en verdad cosas maravillosas, ni
por lo mismo merecerían el calificativo de inefables”. A los
hombres les es difícil comprender la omnipotencia y grandeza de Dios,
primeramente porque su soberbia no está predispuesta a la aceptación. de lo que
se encuentra sobre él. Una vez un amigo mío, refiriéndose a otro amigo que los
dos conocíamos me decía: Es un hombre muy listo, tan listo que casi me alcanza
a mí. Por otro lado, la absoluta limitación del hombre frente a la omnipotencia
divina, le hace al hombre creer que la grandeza de Dios consiste precisamente
en que puede hacer, lo que los hombres nos resistimos a creer que es capaz de
hacer.
Dios lo puede todo y tal como escribía un autor, si existe algo que Dios
no pueda hacerlo, es que ese dios ya no es Dios. La omnipotencia divina,
escribe René Laurentín, no es caprichosa ni arbitraria, es coherente, y
coherente según el amor. No es posesiva ni dominadora, sino creadora de la
libertad misma. Así ha querido que los hijos no sean simples emanaciones o
copias de sus padres, sino libertades con las que ellos deben contar. Se deja
dar jaque por nuestras libertades.
Sobre este tema de la grandeza y omnipotencia de Dios, escribía antes de
ser Benedicto XVI, el cardenal Ratzinger diciéndonos: “¿No estamos todos solapadamente, en mayor
o menor medida, contaminados de deísmo? Pensamos que Dios está demasiado lejos,
que no toma parte en nuestra vida diaria; por ello hablamos de lo próximo, de
lo práctico. Jesús nos dice; no Dios está aquí, en la sed de infinitud. Dios es
la primera palabra del Evangelio, aquella que cambia nuestra vida si confiamos
en ella; y esto tiene que decirse con una fuerza completamente nueva, desde la
plenitud de Jesús, en el interior de nuestro mundo”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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