La gratuidad es una vocación, que nos invita a vivir plenamente, a vivir como hijos de Dios, a vivir como hermanos de todos.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
La gratuidad es una palabra que nos puede resultar extraña o incluso ajena en
un mundo donde todo parece tener un precio o un interés. Sin embargo, la
gratuidad es una actitud que nos acerca a Dios y a los demás, que nos libera de
la esclavitud del dinero y del egoísmo, que nos hace más humanos y más felices. ¿Qué significa ser gratuitos? ¿Cómo podemos vivir la
gratuidad en nuestra vida cotidiana? ¿Qué nos enseña el Evangelio sobre la
gratuidad? Estas son algunas de las preguntas que nos plantea el Papa
Francisco en su reciente mensaje a los participantes del encuentro con instituciones
y organismos de ayuda a la Iglesia de América Ltina, del 26 de febrero de 2024,
que podemos resumir en los siguientes puntos:
DAR SIN ESPERAR NADA A CAMBIO
La gratuidad se define como dar
sin esperar nada a cambio, como un regalo que no busca recompensa ni
reconocimiento. Esta es la forma de dar que nos propone Jesús, que nos invita a
amar a nuestros enemigos, a hacer el bien a los que nos odian, a prestar sin
esperar devolución (cf. Lc 6,27-35). Esta forma de dar nos libera de la lógica
del mercado, de la competencia, de la rentabilidad, que nos hace ver al otro
como un medio o un rival, y no como un hermano o una hermana.
RECONOCER QUE TODO ES DON
Para poder dar de forma gratuita,
necesitamos reconocer que todo lo que tenemos y somos es un don de Dios, que
nos ha creado por amor y nos ha dado todo lo que necesitamos para ser felices.
Dios es el que da y nosotros somos solo administradores de sus bienes, que
debemos usar con responsabilidad y generosidad, sin gloriarnos ni exigir más de
lo que nos corresponde. Dios nos ha dado lo más grande: su propia vida, su Hijo
Jesucristo, que se entregó por nosotros en la cruz, y su Espíritu Santo, que
nos acompaña y nos guía. Todo lo que tenemos o es Dios, o es prueba y prenda de
su amor.
DAR EN MEDIO DEL PUEBLO DE DIOS
Dios no se da de forma abstracta
o individualista, sino que se da en medio de su Pueblo, que es la Iglesia. Dios
se ha hecho historia con nosotros, asumiendo nuestra humanidad, nuestra
debilidad, nuestra fragilidad, manteniéndose fiel a pesar de nuestras
infidelidades. Dios se da en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía,
donde nos ofrece todo su Cuerpo y su Sangre, su Alma y su Divinidad. Nuestro
dar no puede ignorar esta realidad, sino que debe estar en sintonía con el modo
de dar de Dios, que se hace cercano, que se hace pobre, que se hace uno de
nosotros.
DAR SIEMPRE Y TOTALMENTE
Dios no pone límites a su amor,
sino que se da siempre y totalmente, sin condiciones ni reservas. Dios no se
cansa de perdonarnos, de esperarnos, de buscarnos, de llamarnos. Dios es
mendigo de nuestro amor, que quiere que le correspondamos con todo nuestro ser.
La gratuidad implica imitar esta forma de dar de Dios, que no se guarda nada,
que no se mide, que no se calcula, que no se rinde. La gratuidad implica dar lo
mejor de nosotros mismos, sin escatimar esfuerzos ni recursos, sin esperar
resultados ni aplausos.
DAR POR AMOR
La razón última de la gratuidad
es el amor, que es el motor de todo lo que hacemos y el sentido de todo lo que
somos. El amor es el que nos mueve a dar, el que nos hace felices al dar, el
que nos une a Dios y a los demás al dar. El amor tiene razones que la razón no
entiende, como decía Pascal, porque el amor es un misterio, una gracia, un don.
El amor es el que nos hace gratuitos, porque el amor es gratuito, porque Dios
es amor.
DAR PARA ENRIQUECERNOS
La gratuidad no es una pérdida,
sino una ganancia, porque al dar nos enriquecemos, al dar nos hacemos más
semejantes a Dios, al dar nos abrimos a la comunión, al dar nos llenamos de
alegría. La gratuidad es una paradoja, porque al dar recibimos, porque al dar
nos multiplicamos, porque al dar nos salvamos. La gratuidad es una bendición,
porque al dar bendecimos, porque al dar somos bendecidos, porque al dar
glorificamos a Dios.
DAR PARA TRANSFORMAR EL MUNDO
La gratuidad no es una utopía,
sino una realidad, que podemos vivir y testimoniar en nuestro mundo, que
necesita de gestos y actitudes gratuitas, que rompan las cadenas del egoísmo,
de la indiferencia, de la violencia, de la injusticia. La gratuidad es una
fuerza, que puede transformar el mundo, que puede hacer posible el Reino de
Dios, que puede hacer florecer la fraternidad, la solidaridad, la paz. La
gratuidad es una misión, que nos compromete a ser signos e instrumentos de la
gratuidad de Dios, que nos llama a ser sus testigos, sus discípulos, sus
amigos.
DAR PARA VIVIR PLENAMENTE
La gratuidad es una vocación, que
nos invita a vivir plenamente, a vivir como hijos de Dios, a vivir como
hermanos de todos, a vivir como amigos de Jesús. La gratuidad es una elección,
que nos desafía a renunciar a lo que nos impide dar, a lo que nos ata, a lo que
nos aleja de Dios y de los demás. La gratuidad es una propuesta, que nos ofrece
la felicidad, la libertad, la vida. La gratuidad es un arte, que podemos
aprender y practicar, que podemos admirar y compartir, que podemos disfrutar y
agradecer. La gratuidad es un don, que podemos recibir y ofrecer, que podemos
celebrar y alabar, que podemos vivir y amar.
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