Cuando somos capaces de unirnos y ser uno solo en Cristo, entonces verdaderamente estamos viviendo nuestra conversión.
Por: Jorge Morel | Fuente:
http://www.evangelizacioncatolica.org/
Dicen que en la unión esta la
fuerza, pero yo les digo que en la unión esta la verdad. Cuando somos capaces
de unirnos y ser uno solo en Cristo, entonces verdaderamente estamos viviendo
nuestra conversión. Cuando mis manos se convierten en el soporte del otro que
no lo deja caer y nos convertimos en protectores de los demás, entonces estamos
haciendo la voluntad de Dios.
En la unión esta la fuerza, pero se necesita más que fuerza para ser
funcionales. Si hay fuerza pero no hay decisión, no hay buena intención, no hay
amor, tolerancia, colaboración, desprendimiento, entrega, convicción. De nada
sirve el que te unas, hace falta que esa unión venga acompañada de ciertos
elementos que darán credibilidad a esa unidad.
Cuando te unes no busques un interés personal, sino que busca compartir el
mismo querer de Dios para todos. Si nos unimos sin Dios, no es unión, es
oportunismo. Necesitamos familias, amigos, matrimonios, cristianos,
comunidades, ministerios unidos, porque en la unidad es que nos creerán que
somos de Cristo.
Ya basta de buscar cada quien sus propios intereses, desde siempre recordemos
que la obra es de Dios y nadie puede vanagloriarse de tener algo que le
pertenece a Dios y que nos fue entregado para compartirlo. El amor y la
misericordia, la visión y los proyectos de Dios, se trabajan en unidad. Nadie
deberá hacer nada por su propia cuenta, todos debemos trabajar partiendo de la
mano del hermano.
“Así pues yo, el prisionero por amor
al Señor, les ruego que, como corresponde a la vocación a la que han sido
llamados, se comporten con gran humildad, amabilidad y paciencia, aceptándose
mutuamente con amor. Preocúpense de conservar, mediante el vínculo de la paz,
la unidad que es fruto del Espíritu.” (Ef 4, 1-3)
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