viernes, 10 de marzo de 2023

¿QUÉ ES EL MONOTEÍSMO?

Monoteísmo primitivo, mosaico, cristiano, mahometano; monoteísmo y religiones politeístas.

Por: Charles F. Aiken | Fuente: www.enciclopediacatolica.com

Monoteísmo (del griego monos "solo" y theos "dios") es una palabra acuñada en tiempos comparativamente modernos para designar la creencia en un Dios supremo, el Creador y Señor del mundo, el Espíritu eterno, Todopoderoso, Todo sabiduría y Todo Bondad, Recompensa de los buenos y Castigo de los malos, Fuente de nuestra alegría y perfección. Es lo opuesto al Politeísmo, que es la creencia en más de un dios, y del Ateísmo que es la negación de la existencia de cualquier dios. En contraste con el Deísmo, éste es el reconocimiento de la actividad y presencia de Dios en cualquier parte de la creación. En costraste con el Panteísmo, ésta es la creencia en un Dios por libertad consciente, distinto del mundo físico. Ambos, Deísmo y Panteísmo, son filosofías religiosas más que religiones.

Por otro lado, Monoteísmo, como el Politeísmo, es un término aplicado primordialmente a un sistema religioso concreto. Los fundamentos de razón de que depende el monoteísmo se han fijado en el término DIOS. Esas bases permiten a las mentes investigadoras reconocer la existencia de Dios como una verdad moralmente manifiesta. Su falta de racionalidad adquiere todavía mayor fuerza desde los datos positivos asociados con la revelación de la Cristianidad.

MONOTEISMO PRIMITIVO

¿Fue el monoteísmo la religión de nuestros primeros padres? Muchos evolucionistas y racionalistas protestantes responden que no. Rechazando la real noción de una positiva revelación divina, ellos afirman que la mente humana en sus comienzos estaba apenas por encima de sus ancestros semejantes al mono, y por lo tanto incapaz de entender una concepción tan intelectual como el Monoteísmo.

Ellos sostienen que las primeras nociones religiosas consideradas por el hombre en su recorrido hacia la civilización eran supersticiones del tipo más grosero. En una palabra, el hombre primitivo era, en su opinión, un bárbaro, apenas diferentes de las seres salvajes en su vida intelectual, moral y religiosa. La doctrina católica enseña que la religión de nuestros primeros padres fue monoteísta y sobrenatural, siendo el resultado de una Revelación Divina. No puede ese hombre primitivo sin la ayuda divina llegar a conocer y adorar a Dios. El primer hombre, como sus descendientes actuales, tuvo por naturaleza la capacidad y la aptitud para la religión. Siendo un hombre en el verdadero sentido, con uso de razón, tuvo entonces la tendencia, como tiene hoy el hombre, para reconocer en los fenómenos de la naturaleza el funcionamiento de una inteligencia y una voluntad ampliamente superior a la suya propia. Pero, como carecía de la experiencia y del conocimiento científico, no era fácil para él unificar los diversos fenómenos del mundo visible. Por esto no estaba libre del peligro de desviarse en su interpretación religiosa de la naturaleza. Estaba expuesto a perder la impotante verdad de que, tal como la naturaleza es una unidad, así la naturaleza de Dios es una. La Revelación fue moralmente necesaria para nuestros primeros padres, y tal como es para el hombre actual, puede asegurar la posesión de la verdadera creencia y adoración monoteísta.

La concepción de ese Dios Omnipotente confirma que tal revelación es eminentemente razonable para cualquiera que reconozca que el fin del hombre es conocer, amar y servir a Dios. Es repugnante pensar que las primeras generaciones de hombres eran llevados a tientas en las sombras, ignorantes del verdadero Dios y sus deberes religiosos, mientras que al mismo tiempo era la voluntad de Dios que pudieran conocerlo y amarlo. La enseñanza en religión que reciben los niños de sus padres y superiores, anticipando sus poderes de razonamiento independientes, y guiándolos a un correcto conocimiento de Dios, sería imposible para nuestros primeros padres, para quienes no era sino un sustituto conveniente. Ellos estaban destinados desde el principio hacia el conocimiento de sus deberes religiosos por Revelación Divina. Este es el dogma católico, intimamente conectado con el dogma del pecado original y con aquel de la Reconciliación, aquel en que nuestros primeros padres eran elevados a un estado de gracia santificada y estaban destinados a un fin sobrenatural, a saber, la beatífica visión de Dios en los cielos. Esto necesariamente implica una fe sobrenatural, la que puede llegar sólo por revelación.

No hay nada en la ciencia pura o en la filosofía para invalidar esta enseñanzas en la creencia monoteísta que fue impartida por Dios al hombre primitivo. Tal vez puede ser verdad que la vida humana en sus comienzos estaba en un plano comparativamente bajo de cultura material, es también verdad que los primeros hombres fueron dotados con la razón, esto es, con la habilidad de concebir con la suficiente precisión a un ser que es la causa de los múltiples fenómenos presentes en la naturaleza. Por otra parte, un modesto grado de cultura a lo largo de las fronteras del arte y la industria es perfectamente compatible con una religión y moralidad correctas, como es evidente en los casos de tribus convertidas al catolicismo en épocas recientes; mientras retienen mucho de su modo de vida rústico y primitivo, ellos han alcanzado nociones muy claras respecto a Dios y muestran una extraordinaria fidelidad en la observancia de Su ley. Como apoyo de la teoría evolucionista en este asunto.

Esto está en completa conformidad con los resultados acreditados por las ciencias físicas al sostener que el primer hombre, creado por Dios, era tan agudo de mente como sano de cuerpo, y aquel, a través de la enseñanza divina, comenzó a vivir con las nociones correctas de Dios y sus deberes morales y religiosos. Esto no necesariamente significa que su concepción de Dios era científica y filosóficamente profunda. De aquí es que los eruditos son ampulosos en destacar cuando argumentan que Monoteísmo es un concepto que implica una comprensión filosófica y una formación mental asolutamente imposible para el hombre primitivo.

La noción del Dios supremo necesario para la religión no es la concepción altamente metafísica necesaria para la filosofía correcta. Si así fuera, muy pocos podrían esperar la salvación. El Dios de la religión es el inexplicablemente gran Señor de quien el hombre depende, en quien reconoce la fuente de su felicidad y perfección. Él es el justo Juez, premio a la bondad y castigo al mal; el Padre amoroso y misericordioso, cuyos oídos estan siempre abiertos a las plegarias de Sus criaturas necesitadas y arrepentidas. Tal concepción de Dios puede ser comprendido rápidamente por mentes simples alejadas de las filosofías - por un niño, por un campesino analfabeto, por el salvaje convertido. No están estas nociones de un ser supremo completamente ausentes en donde aún reina el barbarismo. El obispo Le Roy, en su interesante trabajo, "Religion des primitifs" (Paris, 1909), y el señor A.Lang, en su "Making of Religion" (New York, 1898), han enfatizado un punto muy olvidado por los estudiantes de religión, es decir, que con toda su crudeza religiosa y supersticiones, en salvajes inferiores como los Pigmeos del Congo Norte, los nativos Australianos, y los nativos de las Islas Andaman, abrigan concepciones muy nobles de la Deidad Suprema. Decir, entonces, que el hombre primitivo, reciente desde la mano de Dios, era incapaz de una creencia monoteísta, incluso con ayuda de la Revelación Divina, es contrario a un hecho bien demostrado. Desde los capítulos iniciales del Génesis podemos encontrar que nuestros primeros padres reconocen a Dios como el autor de todas las cosas, su Amo y señor, la fuente de su felicidad, que premia el bien y castiga el mal. La sencillez de sus vidas hace del rango de su moral obligaciones fáciles de reconocer. Su adoración era de la clase más simple.

MONOTEISMO MOSAICO

La antigua religión hebrea, promulgada por Moises en el nombre de Jeohvah (Jahweh), era una impresionante forma de Monoteísmo. Que era Divinamente revelado es la inconfundible enseñanza de las Sagradas Escrituras, particularmente del Exodo y los libros siguientes que tratan explícitamente de la legislación Mosaica. Incluso los eruditos en las Escrituras que no son católicos, quienes a la larga no aceptan el Pentateuco, así como sus principios, así como la producción literaria de Moises, reconocen, en gran parte, que, en las antiguas fuentes, y de acuerdo a ellas, avanzando en el Pentateuco, hay porciones que llegan desde antes del tiempo de Moises, mostrando la existencia de una veneación monoteísta hebrea en sus días. Ahora, la superioridad trascendente de ese Monoteísmo enseñado por Moises ofrece una firme prueba de su orígen Divino. En un tiempo cuando las naciones vecinas representaban las mayores civilizaciones de esa época - Egipto, Babilonia, Grecia - donde ofrecían un culto impuro e idolátrico a muchas deidades, encontramos que el insignificante pueblo hebreo profesaba una religión en que la idolatría, ritos impuros, y una degradante mitología no tenían un lugar legítimo, pero donde, en vez de ello, la creencia en el único Dios verdadero estaba asociada con un culto dignificado y un elevado código moral. Aquellos que rechazan el llamado del Monoteísmo Mosaico como un hecho revelado nunca ha tenido éxito en entregar una explicación satisfactoria de este fenómeno extraordinario. Esta fue, asimismo, preeminentemente la religión del pueblo hebreo, destinado en la plenitud del tiempo a dar paso a la gran religión monoteísta revelada por Cristo, en la que todas las naciones de la tierra pueden encontrar paz y salvación. El pueblo judío era de este modo el pueblo elegido de Dios, no tanto en razón de sus propios méritos, sino debido a que estaban destinados a preparar el camino para la religión absoluta y universal, el Cristianismo. El Dios de Moisés no es una simple deidad tribal. Es el Creador y Señor del mundo. El entrega a Su pueblo elegido la tierra de los Cananeos. Es un Dios celoso, no sólo prohíbe la adoración de otros dioses, sino el uso de imágenes, que podían conducir a abusos en esa época de idolatría casi universal. El amor de Dios se hace un deber, pero un temor reverencial es la emoción predominante. La sanción religiosa de la ley está centrada principalmente en recompensas y castigos temporales. Las leyes de conducta, aunque determinadas por la justicia más que por caridad y misericordia, son todavía eminentemente humanas.

MONOTEISMO CRISTIANO

El sublime monoteísmo enseñado por Jesús Cristo no tiene paralelos en la historia de las religiones. Dios es presentado a nosotros como el Padre amoroso y compasivo, no sólo para un pueblo privilegiado, sino para toda la humanidad. En esta relación filial con Dios - una relación de confianza, gratitud, amor - Cristo centra nuestras obligaciones para con Dios y nuestro prójimo. El se instala en el alma individual y revela a ella su elevado destino de Divina filiación. Al mismo tiempo, El imprime en nosotros el correspondiente deber de tratar a los demás como criaturas de Dios, y por eso como nuestro hermano, título no sólo por justicia, sino por misericordia y caridad. Para completar esta idea de hermandad cristiana, Jesús muestra a Si Mismo ser el Hijo de Dios eterno, enviado por el Padre celestial para salvarnos del pecado, para elevarnos a la vida de gracia y a la dignidad de los hijos de Dios a través de las virtudes expiadas de Su vida y muerte. El amor de Dios Padre así incluye al amor de Su Hijo encarnado. La devoción personal a Jesús es la causa de la recta conducta en el Monoteísmo Cristiano. Cooperando en la santificación de la humanidad está el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad y vida, viene a confirmar la creencia en la fe, esperanza y caridad. Estas tres Personas Divinas, distintas una de otra, iguales en todas las cosas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son uno en esencia, una trinidad de personas en una, Deidad indivisible. Tal es el Monoteísmo enseñado por Jesús. La garantía de la verdad de Su enseñanza está apoyada en Su suprema excelencia moral, en la perfección de su enseñanza ética, en Sus milagros, especialmente en la resurrección de su cuerpo, y en Su maravillosa influencia sobre la humanidad por siempre. (Cf. John, xvii, 3; I Cor., viii, 4.). Tal como el cristianismo en sus comienzos estuvo rodeado por las creencias politeístas y las prácticas del mundo pagano, una clara y autoritaria expresión de Monoteísmo fue necesaria. De aquí los símbolos de fe, o credos, se abren con las palabras: "Yo (nosotros) creo en Dios (theon, deum)" o, más explícito, "Yo (nosotros) creo en un solo Dios (hena theon, unum deum)".
(See Denziger-Bannwart, "Enchiridion", 1-40; cf. APOSTLES´ CREED; ATHANASIAN CREED; NICENE CREED.). Entre las tempranas herejías, una de las más importantes y más directamente opuesta al Monoteísmo surgió de una tentativa de responder al orígen del mal. El bien lo adscribían a un principio divino y el mal a otro. Estos errores dualistas dieron ocasión para una vigorosa defensa del Monoteísmo para aquellos escritores como San Ireneo, Tertuliano, San Agustín, etc. (Ver Bardenhewer-Shahan, "Patrology", St. Louis, 1908).

La misma doctrina naturalmente mantiene el lugar más importante entre las enseñanzas de los misioneros que convirtieron a los pueblos del Norte de Europa; de hecho, puede decirse que la difusión del Monoteísmo es uno de los grandes logros de la Iglesia Católica. Entre las diferentes definiciones conciliares considerando la Trinidad de Personas en Dios, el énfasis es puesto en la unidad de la naturaleza Divina; (Ver, ee.g., Fourth Council of Lateran (1215), in Denziger-Bannwart, "Enchiridion", 428). Los escolásticos medievales, tomando la creencia tradicional, traen en su ayuda una larga formación de argumentos basados en la razón; Ver, por ejemplo, Santo Tomás, "Contra Gentes", I, xiii; y San Anselmo, "Monol.", iv. Durante los pasados tres siglos las más ilustres tendencias fuera de la Iglesia Católica se han orientado hacia posiciones extremas como aquellas del Monismo (q.v.) y Panteísmo (q.v.) en las que se asegura que todas las cosas son realmente una en substancia, y que Dios es idéntico con el mundo. La Iglesia, sin embargo, ha mantenido resueltamente, no sólo que Dios es esencialmente distinto de todas las demás cosas, sino tambien que existe un Dios único. "Si uno cualquiera niega al único Dios verdadero, Creador y Señor de todas las cosas visibles e invisibles, permite ser excomulgado" (Conc. Vatican., Sess. III, "De fide", can. i).

MONOTEISMO MAHOMETANO

Del Monoteísmo Mahometano algo breve se debe decir. El Alá (Allah) del Corán es practicamente uno con el Jehovah del Antiguo Testamento. Su señal clave es islam, resignación sumisa a la voluntad de Dios, que es expresada en cada cosa que ocurre. Allah es, para usar las palabras del Corán, "El Omnipotente, el Todo-sabiduría, el Todo-justicia, el Señor de los mundos, el Autor de los cielos y la tierra, el Creador de vida y muerte, en cuya mano está el dominio y poder irresistible, el gran Señor todopoderoso del glorioso trono. Dios es el fuerte… el Rápido en calcular, quien conoce cada peso de hormiga de bien y de mal que el hombre ha hecho, y quien padecerá no recibir la recompensa de la fidelidad al perecer. El es el Rey, el Santo,… El Guardián sobre Sus servidores, el Refugio del huérfano, el Guía de los errantes, el Salvador de toda aflicción, el Amigo del desposeído, el Consuelo de los afligidos,… el Amo generoso, el bondadoso que Escucha, el Cercano, el Compasivo, el Misericordioso, el Indulgente" (citado de "Islam", por Ameer Ali Syed). La influencia de la Biblia, particularmente el Antiguo testamento, en el Monoteísmo Mahometano es bien conocido y no es necesario detenerse en ello.

MONOTEISMO Y RELIGIONES POLITEISTAS

Lo que antes ha sido explicado conduce a la conclusión de que el Monoteísmo Cristiano y sus variedades precedentes, Mosaico y Monoteísmo primitivo, son independientes en su orígen de las religiones Politeístas del mundo. Las variadas formas de politeísmo que ahora florecen, o que han existido en el pasado, son el resultado de la falla del hombre en sus intentos por interpretar la naturaleza sólo a la luz de la razón. Dondequiera que la visión científica de la naturaleza no ha obtenido las causas mecánicas, secundarias, que explican cada fenómeno celeste como el sol, luna, relámpago, tempestad, han sido vistos como seres vivos, tanto como cuerpos visibles puestos en movimiento por agentes inteligentes invisibles. La personalización de los fenómenos celestes de la naturaleza fue común entre las naciones paganas más avanzadas de la antigüedad. Esta es una visión común entre pueblos de cultura inferior hoy en día. Es sólo desde la ciencia moderna que se han llevado todos estos fenómenos dentro del rango de las leyes físicas y que la tendencia a verlos como manifestaciones de personalidades distintas han sido disipados por completo. Ahora semejante personalización de las fuerzas naturales es compatible con el Monoteísmo tanto como esas inteligencias diferentes imaginadas para producir el fenómeno y vistas como creaturas de Dios, y por ello no merecedoras de adoración divina. Pero donde la luz de la revelación ha sido total o parcialmente ocultada, es la tendencia a deificar aquellas personalidades asociadas a los fenómenos naturales como sustentados por sí mismos.

En esta via politeísta parece haber surgido la adoración de la naturaleza. Esto surge de la errónea aplicación de un sano principio, que el hombre en cualquier parte posee naturalmente, a saber, que las grandes operaciones de la naturaleza se deben a la intervención de mente y voluntad. El profesor George Fisher observa: "Las religiones politeístas no erraban al identificar las múltiples manifestaciones de la naturaleza con la participación de la voluntad. El sentimiento espontáneo de la humanidad en este particular no son comprendidos por los principios de la filosofía.

El error del politeísmo cae en el fraccionamiento de ese deseo que es inmanente a todas las operaciones de la naturaleza dentro de una pluralidad de agentes personales, una muchedumbre de divinidades, cada dominio y actividad dentro de una incumbencia que le es propia" ("Grounds of Christian and Theistic Belief", 1903, p. 29). La adoración de naturaleza politeísta se puede encontrar practicamente en casi todos los pueblos a quienes ha faltado la guía estelar de la Revelación Divina. En cada historia que poseemos de esas religiones individuales se ofrece pocas evidencias de desarrollo ascendente hacia el Monoteísmo: por el contrario, en casi cada instancia del desarrollo histórico conocido, la tendencia ha sido a degenerar más y más lejos desde la idea monoteísta. Existe, por cierto, escasamente una religión Politeísta en la cual una de sus muchas deidades reconocidas no está elevada en honor como el padre y señor del resto. Este es el resultado de un desarrollo ascendente, como los eruditos no católicos generalmente afirman, que es teóricamente posible. Pero que también puede ser el resultado de un fenómeno descendente desde una creencia monoteísta primitiva tampoco puede ser negado. Las más recientes observaciones parecen tener el peso de evidencia positiva en su favor. La antigua religión china, como grafican los registros más antiguos, era extraordinariamente cerrada al Monoteísmo puro. La gran adoración politeísta a la naturaleza de los egipcios de tiempos posteriores era decididamente una degeneración de tempranas creencias cuasi Monoteístas. En la religión Védica una fuerte tendencia Monoteísta la sostiene, sólo para decaer más tarde y cambiar hacia el Panteísmo. La única excepción feliz es la evolución ascendente que el antiguo Politeísmo Ario toma en la tierra de los Iraníes. A través de la reforma de Zoroastro, los diferentes dioses de la naturaleza son subordinados al espíritu supremo, omnisciente, Ormuzd, y era otorgada una adoración inferior a sus creaturas.

Ormuzd fue honrado como el creador de todo lo que es bueno, el que revela y guardián de las leyes de conducta religiosa y moral, y el santificador del creyente. El sentimiento de pecado fue desarrollado fuertemente, y fue puesta por delante una norma de moralidad que con razón generaba admiración. Cielo e infierno, la renovación final del mundo, incluyendo la resurrección corporal, eran elementos de la escatología Zoroastriana. Una noble religión separada de la esfera de las religiones reveladas no podrá ser encontrada. Aún cuando esta religión es raramente clasificada por los eruditos entre las religiones monoteístas, debido al rasgo politeísta de veneración de los espíritus subordinados a la naturaleza, y también a su mantención de los antiguos ritos Arios de adoración al fuego, justificado por los Zoroastrianos de los tiempos modernos como una forma de veneración simbólica a Ormuzd.

Los llamados sobrevivientes de importantes religiones, como las creencias en fantasmas comedores de alimentos, espíritus causantes de dolor, brujerías, el uso de amuletos y fetiches, son también citados como evidencia que nivelan formas de Monoteísmo como Judaísmo y Cristianismo que no son más que consecuencia de religiones inferiores. La presencia de la gran parte de esas creencias y costumbres supersticiosas en los sectores más ignorantes de los pueblos cristianos es fácilmente explicado como la supervivencia de porfiadas costumbres que florecieron entre los ancestros de los pueblos europeos mucho antes de su conversión al cristianismo. Por otra parte, muchas de esas creencias y costumbres son tales que pueden fácilmente surgir de falsas interpretaciones de la naturaleza, inevitable en grados de cultura poco científicos, incluso donde la idea monoteísta prevalece. Supersticiones como esas son como la mala hierba de las viñas que crece alrededor del árbol de la religión.

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CHARLES F. AIKEN
Transcribed by Gerald Rossi
Traducido por Miguel A. Casas

 

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