Porque Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tim 2,4).
Por: Mons. Rafaello Martinelli | Fuente:
Catholic.net
Es necesario anunciar a Jesucristo por numerosos
y complementarios motivos. Lo requieren: Dios
Padre, Jesucristo, el Espíritu Santo, el Evangelio, la persona humana, el
cristiano, la Iglesia, la sociedad actual.
DIOS-PADRE quiere que el anuncio de su hijo Jesucristo sea realizado a todos.
¿POR QUÉ MOTIVO?
Porque Dios “quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tim 2,4).
Por eso:
- Él envía a Su Hijo
Jesucristo, que es Su Palabra definitiva y perfecta, y nuestro Salvador;
- y dona el Espíritu
Santo, gracias al cual creemos en Cristo e invocamos a Dios como Padre.
¿EN QUÉ MODO DIOS QUIERE HACER CONOCER SU HIJO A TODOS LOS
HOMBRES?
Dios ha escrito en el corazón del hombre el
deseo de conocerlo y amarlo, y no cesa de atraer a cada persona hacia Él, por
medio de Su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo. Al mismo tiempo confía a los
hombres, convocados por Él en la Iglesia Su Pueblo, la misión de hacer conocer
a Su Hijo y de comunicar la salvación realizada por Él.
JESUCRISTO vino a
este mundo “para que tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn 10,10).
¿CÓMO REALIZA JESÚS ÉSTA MISIÓN?
EL:
- anuncia a todos la “Buena Noticia”. Ofrece su vida, muriendo en Cruz,
“por muchos para el perdón de los pecados”
(cf. Mt 26,28);
- antes de volver al Padre, dió este
mandato a Sus discípulos: “Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo” (Mt 28,19);
- Se presenta como diferente a los otros,
como ¡Único!
¿POR QUÉ JESUCRISTO ES ÚNICO?
En cuanto que Él es el Único Hijo de Dios,
consusbtancial a Dios su Padre: “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30).
Por eso, Él, y sólo Él:
- nos hace conocer a Dios Padre de manera
plena, perfecta y definitiva: “Quién me ve a mí, ve
al Padre” (Jn 14,9);
- nos dona, con Su muerte y Su
Resurrección, la verdadera y plena salvación: “No
hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos” (Hch 4,12).
¿JESUCRISTO QUITA ALGO AL HOMBRE?
Jesucristo
no quita nada al hombre, al contrario, Él:
- dona la nueva vida
divina de hijos de Dios;
- lleva a
cumplimiento, después de haberlo purificado, cuánto hay de verdadero, bueno y bello, en cada persona y en cada
religión;
- realiza plenamente
las auténticas aspiraciones del hombre;
- abre nuevos
horizontes al hombre, le muestra el camino y le dona la gracia para poder
realizarlos;
- no disminuye, sino
que exalta la libertad humana y la orienta hacia su cumplimiento, en el
encuentro gozoso con Dios y en el amor gratuito y atento al bien de todos los
hombres.
EL ESPÍRITU SANTO derramado en nosotros como un don de Dios Padre,
por medio de Jesucristo muerto y resucitado, nos impulsa a ser anunciadores,
para que todos “te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” (Jn 17,3).
Con su luz y su gracia, la humanidad puede, en Cristo, “encontrar,
con insospechada plenitud, todo lo que busca a tientas acerca de Dios, del
hombre y de su destino, de la vida y de la muerte, de la verdad”, como
recuerda Juan Pablo ii, en la Encíclica
Redemptoris Missio (n.8).
EL EVANGELIO de
Cristo es anunciado a todos.
¿POR QUÉ?
En
cuanto que es capaz de:
- Entusiasmar a la persona de cualquier
edad, cultura, lengua,...
- Penetrar toda forma de vida que a priori
no la excluye. Y esto porque la Palabra de Cristo no está ligada “exclusiva e indisolublemente a ninguna raza o nación, a
ningún género particular de costumbres, a ningún modo de ser, antiguo o
moderno” (Conc. Vat. ii, GS 58). El Evangelio es para
todas las culturas, y todas las culturas pueden ser “fermentadas”
por el Evangelio: como la semilla que cae en
tierra, y donde es posible germina y fructifica; o bien, como la
levadura que fermenta la masa, o la sal que da sabor a la comida, o el rocío y
la lluvia que le permite crecer a la vegetación
- “El Evangelio
de Cristo renueva continuamente la vida y la cultura del hombre caído; combate
y elimina los errores y males que brotan de la seducción, siempre amenazadora,
del pecado. Continuamente purifica y eleva las costumbres de los pueblos. Con
las riquezas de lo alto fecunda, consolida, completa y restaura en Cristo, como
desde dentro, las bellezas y cualidades espirituales de cada pueblo o edad.” (GS 58).
LA PERSONA HUMANA, en
cuanto capaz de diálogo con su Creador, tiene el derecho y el deber de:
- escuchar la Verdad, de la manera más
auténtica, íntegra y completa que sea posible: la “Buena
Noticia” de Dios que se revela y se dona en Cristo. De este modo la
persona realiza en plenitud su propia vocación;
- anunciar la Verdad, para compartir con
los demás la propia fe: es propio del hombre el
deseo y el empeño concreto de hacer participar a los demás de los propios bienes, que
recibió como don y que aprecia;
- vivir en plenitud la propia vida: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios” (Mt 4,4)
¿POR QUÉ LA PERSONA TIENE NECESIDAD DEL ANUNCIO DE
CRISTO?
Porque
Cristo:
- libera al hombre del
pecado y lo convierte en Hijo de Dios;
- revela al hombre su
propia, integral y original identidad;
- tiene una
extraordinaria fuerza atracción y de convencimiento también para el hombre de
hoy.
Por eso, es necesario anunciar a todos, de modo
sereno y positivo, la Verdad cristiana en su integridad, armonía, y también en su belleza, que tanto fascina al hombre de
hoy. De este modo será posible para la persona humana conocer y acoger aquel ‘splendor veritatis’ (esplendor de la verdad) que
es Cristo mismo.
EL CRISTIANO, todo
cristiano en cuanto tal, tiene el derecho y el deber de anunciar a
Jesucristo.
¿CUÁL ES EL FUNDAMENTO DE ESTE DERECHO/DEBER?
Este
derecho/deber:
- Tiene su fundamento en la libertad
religiosa, derecho natural de cada hombre;
- Es una exigencia profunda de la vida de
Dios en él. Esta necesidad de anunciar a todos el Evangelio, nace en el
cristiano de la exigencia de compartir con los demás, todo aquello que de
original, específico y único, él recibió de parte de Dios, es decir, la
fe.
- Se funda en el mandato de Cristo: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda
creatura; el que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se
condenará”. (Mc 16,15-16).
- El anuncio de Cristo es indispensable
para que los demás puedan conocer y acoger a Cristo para obtener la salvación.
Para creer en Él, es necesario sentir hablar de Él, necesita uno que, después
de haberlo conocido, lo anuncie a los demás. En efecto: “¿Cómo invocarán a aquel a quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a
quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?” (Rm 10,14).
LA IGLESIA, siempre y
en todas partes, anunció a Cristo.
¿POR QUÉ Y EN QUÉ
MODO?
- La Iglesia existe no para anunciarse a sí
misma, ni para anunciar una nueva y extraña religión, sino para anunciar y
comunicar a Cristo.
- El primer y principal empeño de la
Iglesia en su tradición bimilenaria ha sido y es: La traditio evangelii (la
transmisión del Evangelio).
- Es derecho y deber de la Iglesia, de toda
la Iglesia, anunciar todo el Evangelio a todo el hombre y a todos los hombres,
en el modo más fiel posible, evitando reduccionismos o ambigüedades, y
reservando a este anuncio el primer lugar dentro de todas sus actividades y
preocupaciones.
- Los mismos Apóstoles, al inicio de la
vida de la Iglesia, dieron la prioridad al anuncio de Cristo: “No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de
Dios para servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a
siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los
pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la
oración y la ministerio de la Palabra” (Hch 6,
2-4).
- Después de los Apóstoles, muchos otros
hicieron propias las palabras de S. Pablo: “Predicar
el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me
incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor 9,16).
¡Es una obligación y un honor la predicación del
Evangelio!
- Toda actividad de la Iglesia (incluida la actividad asistencial, la defensa de los derechos
humanos, la promoción de la paz, etc.) debe ser inseparable del empeño de
ayudar a todos a encontrar a Cristo en la fe. Esta norma de conducta ha sido
válida durante toda la historia de la Iglesia y continuará siéndolo siempre.
Son innumerables las iniciativas que surgieron a lo largo de la historia para
difundir el Evangelio y caracterizan profundamente toda la vida del Pueblo de
Dios: esas conducen al encuentro con Cristo.
- La acción evangelizadora de la Iglesia no
puede venir nunca a menos, porque nunca faltará la presencia del Señor con la
fuerza del Espíritu Santo, según su promesa: “Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).
- La Iglesia, anunciando a Cristo Verdad y
salvación del hombre, va al encuentro de
la necesidad de cuantos buscan sinceramente esta Verdad y salvación,
estableciendo con ellos un diálogo motivado, finalizado y centrado en el amor a
la Verdad.
- Cada uno es llamado a la santidad en la
Iglesia. Ahora la santidad consiste en seguir las huellas de Jesús que vino a
anunciar la salvación y confió tal misión de anunciador a cada cristiano y a
toda la Iglesia.
LA SOCIEDAD ACTUAL tiene necesidad del anuncio del Evangelio
¿CÓMO SE MANIFIESTA ESTA NECESIDAD?
- El actual contexto cultural,
caracterizado sea de un difuso relativismo como de un fácil pragmatismo, exige
más que nunca el valiente anuncio de la Verdad que salva al hombre y a la sociedad;
- El orden ético social tiene necesidad de
ser iluminado con el anuncio de Cristo. Y esto porque como afirmaba justamente
el Papa Juan xxiii en la encíclica Mater
et Magistra (n.193), “el orden ético religioso incide más que cualquier otro
valor material sobre las direcciones y soluciones que se deben dar a los
problemas de la vida individual y asociada, en el interno de la comunidad
nacional y en las relaciones entre ellas”.
- El anuncio del Evangelio ayuda a
comprender el patrimonio histórico-cultural de muchos pueblos y naciones. De
hecho, los principios del Evangelio son parte constitutiva de tal patrimonio:
la historia, la cultura, la civilización de muchas generaciones, a lo largo de
los siglos, están impregnados de cristianismo e íntimamente enlazados al camino
de la Iglesia. Lo testimonian no sólo las innumerables obras de arte, que
embellecen diversos lugares del mundo, sino también las tradiciones, los usos,
las costumbres, que caracterizan el pensar y el obrar de los diversos pueblos.
- El mundo de hoy, mientras facilita la
comunicación, duda de la capacidad de la persona para conocer la verdad, o
hasta niega la existencia de una única Verdad y sin embargo, al mismo tiempo,
manifiesta en varios modos una necesidad de Absoluto, una sed insaciable de
verdad y de certeza. El anuncio viene al encuentro de tales exigencias y está
en grado de dar a ellas la plena satisfacción.
- El anuncio del Evangelio,
afirma Juan Pablo ii en la encíclica Slavorum
Apostoli (n.18), “no lleva al empobrecimiento o desaparición de todo lo
que cada hombre, pueblo, nación y cultura reconocen y realizan en la historia
como bien, verdad y belleza. Es más, el Evangelio induce a asimilar,
desarrollar y vivir todos estos valores con magnanimidad y alegría, y a completarlos
con la misteriosa y sublime luz de la Revelación”.
Por éstos y otros motivos, todavía es
absolutamente necesario anunciar a Jesucristo que murió y resucitó por todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario