Cada 25 de enero, la Iglesia Católica celebra el milagro de la conversión de San Pablo, apóstol del Señor, a quien también llamamos “apóstol de los gentiles” o “apóstol de las naciones”; no sin razón, ya que ejerció un papel decisivo en la conformación de la Iglesia de Jesucristo, al lado de San Pedro.
Pablo, de origen judío, se había convertido en un fiero perseguidor de
cristianos. Su celo por la preservación de la Ley judía lo había convertido en
enemigo de todo aquel que se proclamase discípulo del Señor. Para él Jesús
había sido un impostor, alguien que se proclamó hijo de Dios y mesías sin
serlo.
“…Y CAYÓ A TIERRA”
Cuando se encontraba camino de Damasco,
Dios intervino haciéndolo caer del caballo que montaba, iniciándose una de las
historias de conversión y posterior entrega más hermosas que existen.
De acuerdo a los Hechos de los Apóstoles, Saulo -nombre judío de San
Pablo- fue derribado del caballo que montaba por el mismo Jesús resucitado,
quien se reveló a través de una fuerte luz proveniente del cielo, desde la que
le habló: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” A lo que él contestó: “¿Quién
eres, Señor?”. La voz le dijo: “Yo soy Jesús, a
quien tú persigues”. El destello fue tal que Saulo quedó ciego por tres
días, permaneciendo en casa de un conocido, sin comer ni beber.
UN NUEVO CORAZÓN
Ananías, discípulo de Cristo, fue enviado por Dios al encuentro de
Saulo, para mostrarle el camino del Señor. Saulo recuperó la vista por obra de
Dios. Y así como los ojos corporales se abrieron a la luz nuevamente, los del
espíritu conocieron la verdad que proviene de Dios. Saulo a partir de ese
momento dejó que sea Él quien transforme su corazón y lo conduzca por el
sendero de la caridad y la salvación. Así, Saulo pidió ser bautizado. Después
asumiría la predicación y la misión de anunciar a Cristo a todas las gentes.
APÓSTOL DE LOS GENTILES
San Pablo nació en Tarso, Cilicia (actual Turquía), y muy probablemente
fue ciudadano romano. Creció en el seno de una familia muy ligada a la religión
y las tradiciones judías, bajo la observancia del fariseísmo. Sus padres lo
llamaron “Saulo”, pero al ser ciudadano
romano llevaba el nombre latino “Pablo” (Paulo).
Para los judíos de aquel tiempo era bastante usual tener dos nombres, uno
hebreo y otro latino o griego. “Pablo” será el nombre con el que se hará
conocido “el Apóstol” entre los gentiles, a
quienes predicó de manera incansable.
El periodo que va del año 45 al 57 fue el más activo y fructífero de su
vida. Comprende tres grandes expediciones apostólicas, en las que Antioquía fue
siempre el punto de partida y que, invariablemente, terminaron en una visita a Jerusalén.
SAN PABLO EXTRAMUROS
Los restos del Santo descansan en la Basílica de San Pablo Extramuros en
la ciudad de Roma (Italia). Este templo, dedicado a quien ocupa un lugar
central en el cristianismo primitivo y cuyo papel en la historia de la Iglesia
es más que decisivo, es el más grande existente después de la Basílica de San
Pedro.
Redacción ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario