Huacho siempre fue famoso por su salchicha, pero a principios del siglo pasado (1920) también lo era por su tamal.
Vivía por
aquella época doña Jovita, gran maestra
tamalera, de la zona de Peralvillo -cerca al puente de Huaura- quien hacía unos
tamales riquísimos. Ella casi siempre era apoyada por sus hijos, dada la gran
cantidad de trabajo que da el elaborar un tamal: desde el pelado del maíz (con
ceniza), hasta el empaquetado con hojas de plátano; pero más que empresa
familiar era una costumbre. El precio de los tamales nunca justificó el gran
trabajo de hacerlos.
Era
indudable que la calidad de sus tamales era insuperable, pero igual tenía por
competencia a dos hermanas de apellido Macarlapú.
Quienes también hacían tamales muy sabrosos, pero no podían igualar a los de
doña Jovita.
Estas
hermanas vivían frente al hoy local de Cáritas, cerca al balcón, pero
alternaban su labor de tamaleras con la práctica de la brujería. Eran
curanderas “malilleras”, las que sólo hacen
el mal. Estas le tenían mucha envidia a doña Jovita.
En una
víspera de fiestas patrias, fechas en que se consumía bastante tamal, doña
Jovita acababa de poner a cocinar sus tamales en dos pailas de agua hirviendo.
Fue cuando entre las quinchas de su corral (construcción de caña) vio entrar a
dos inmensas aves parecidas a los buitres gallinazos, pero muy grandes. Estos
pájaros con las mismas comenzaron a picotearla y patearla salvajemente,
tratando de empujarla y que caiga a la paila de tamal hirviente. Cosa que no
lograron, pues sus gritos fueron escuchados por el mayor de sus hijos quien
corrió al corral y vio a su madre atacada por estas aves. Trató de espantarlos más
estas también lo atacaron con patadas y picotazos. En su desesperación, él
cogió un balde y llenándolo de agua hirviente de las pailas lo arrojó hacia una
de las aves que emitió un grito desgarrador de mujer.
Doña
Jovita murió camino al antiguo Hospital del Carmen de la época (el que quedó
muy afectado por el sismo de 1966), por efecto de las patadas y picotazos.
Curiosamente
cuando doña Jovita era velada, una de las hermanas Macarlapú agonizaba con
quemaduras de tercer grado ¿Curioso no?,
¿Brujería?, ¿Licantropía (mutar de humano a animal)?
Hay
muchos casos similares en esta comarca, pero esa es otra historia.
De Darío Pimentel Delgado
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