martes, 13 de abril de 2021

LOS OBISPOS DE CANADÁ ANTE LA NUEVA LEY DE EUTANASIA: «ES UN ASESINATO DELIBERADO DE LA VIDA HUMANA»

Ya no se aplicará solo a enfermos terminales

Los obispos canadienses han hecho pública una contundente declaración contra la nueva ley que amplía los casos en que se declara legal la eutanasia y el suicidio asistido: «Es un asesinato deliberado de la vida humana», aseguran.

(Vatican.news) La nueva ley de eutanasia aprobada en Canadá, que amplía la posibilidad de recibir asistencia médica para poner fin a la vida, antes reservada sólo a quienes tuvieran «una razonable previsión de muerte natural, ha sido objeto de una dura crítica por la Conferencia Episcopal Canadiense, cuyo presidente ha asegurado:

«Nuestra posición sigue siendo inequívoca: la eutanasia y el suicidio asistido constituyen el asesinato deliberado de la vida humana en violación de los mandamientos de Dios; erosionan la dignidad compartida al impedir la consideración, la aceptación y el acompañamiento de quienes sufren y mueren. Además, socavan el deber fundamental que tenemos de cuidar a los miembros más débiles y vulnerables de la sociedad». 

De hecho, la legislación también incluye a personas que pueden no estar en riesgo de muerte inminente, pero que han alcanzado un estado de «sufrimiento físico o psicológico intolerable» debido a una enfermedad o discapacidad incurable.

PROTEGER LA VIDA EN TODAS SUS FASES

La nota firmada por Mons Richard Gagnon, arzobispo de Winnipeg reitera que «la vida humana debe ser protegida desde la concepción hasta la muerte natural, en todas las etapas y bajo todas las condiciones», mientras que con la aprobación de la nueva ley los enfermos mentales y los discapacitados podrían recibir presiones «demasiado reales, peligrosas y potencialmente destructivas». Así, los prelados expresan su gratitud y muestran su apoyo a todos los trabajadores sanitarios y voluntarios «compasivos», que «siguen defendiendo la vida, resistiendo a la eutanasia y al suicidio asistido, promoviendo la atención a los familiares, amigos y seres queridos en su sufrimiento, o asistiendo a los enfermos y moribundos».

De ahí el llamamiento de la Conferencia Episcopal a fomentar «el acceso rápido a la atención de la salud mental, el apoyo social a los enfermos mentales y los programas de prevención del suicidio», al tiempo que se protege a los enfermos crónicos, a los que padecen enfermedades degenerativas o a los que viven aislados en centros de atención de larga duración.

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