Mi vida siempre ha estado llena de sueños e ilusiones. Recuerdo que desde chico siempre me visualicé cumpliendo algunas metas personales, familiares, académicas, laborales y por supuesto, sentimentales.
Sin embargo, muchos de esos
sueños se han visto frustrados debido a mi impaciencia, a la desconfianza que
pude haber tenido del plan de Dios
tantas veces. Tal vez, esto también te suene familiar a ti.
Esto hizo que perdiera el
control y cayera en una desesperación profunda, cuestionando mi persona, el
mundo, mis relaciones y entre ellas, evidentemente, la que tenía con Jesús.
PACIENCIA, FE Y ESPERANZA
En una ocasión, al leer la
Biblia me di cuenta de lo importante que es la paciencia: «Alégrense en la
esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración» (Rom 12, 12). En todo cristiano debe existir la
convicción de orar para que Dios sea quien provea la paciencia ante cualquier
situación en la vida.
Pero a pesar de orar, yo mismo
sentía que no lograba ser paciente, es difícil esperar. Un día, hablando con un
amigo sacerdote, me comentaba que el Señor no se maneja en el mismo tiempo que
nosotros: «Para el Señor, un día es como mil años y
mil años como un día» (2 Ped 3, 8).
Y es que sí, una cosa es
nuestro tiempo (cronos) y otro tiempo
es el de Dios (kairós).
Él siempre se toma su tiempo para actuar y en este Adviento particularmente lo
he comprendido.
Seguramente tú también,
sabemos que ha sido un año difícil, en el que tal vez muchos planes se
cancelaron o tomaron otro rumbo. La impaciencia y la frustración se apoderaron
de nosotros y nos hicieron cuestionar hasta lo más profundo.
¿PERO QUÉ TIENE QUE VER TODO ESTO CON LA NAVIDAD?
Para Dios habría sido fácil de
la noche a la mañana mandar a su hijo al mundo y ponerlo instantáneamente entre
los hombres. Pero ¿cómo habría sido eso? Totalmente
extraño para todos, sin preparación alguna, sin arar el camino, sin
conocimiento de quién era Él.
Dios se tomó su tiempo, como
en la creación, preparó el sendero para la llegada de Jesús, y eso mismo debemos
hacer nosotros esta Navidad. Esperar, y esperar lo mejor porque es el Niño
Jesús quien nacerá.
Será
Él el que nos llene de la alegría que tanto nos hace falta y de la paz que
tanto necesita nuestra alma. Este tiempo de angustia y
espera eterna para que las cosas mejoren o vuelvan a la normalidad, también lo
vivieron otros antes.
Pensemos en todos los que han
tenido que esperar a lo largo de la historia. En aquellos que recorrieron
kilómetros para ir a adorarlo, en los que predicaron entorno a su llegada y
aceptaron su voluntad, por más imposible que pareciera.
Que esta Navidad nosotros
podamos aceptar que después de estos largos días de espera, que parecen tan
difíciles, siempre estará Jesús. ¡Él es nuestro lugar seguro,
nuestra esperanza, consuelo y gozo!
Artículo elaborado por: Irwing Contreras Sánchez.
Escrito por Lector invitado
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