Testimonio de Sonia Yermak de Villagran, escultora de imágenes religiosas.
Por: Sonia Yermak de Villagran | Fuente: .
Nací en el 63, en una localidad del noroeste de
la Argentina.
De niña amé el dibujo como expresión de anhelos y emociones. Un día la niña
cedió paso a la joven que debía tomar su primera decisión importante en la vida… elegir una carrera. Como era buena estudiante la familia opinaba que debía ser
ingeniera o algo así… pero mi espíritu tenía impreso un mandato, las fantasías
eran de formas y colores y se relacionaban con crear piezas artísticas, liberar
pensamientos e ideas y trasmitirlas en objetos bellos y conmovedores.
Sentía también el deseo de la vida religiosa, visité por unos días una
congregación religiosa para clarificar mi vocación, la madre superiora me dijo
que una monja triste era una triste monja, si me quedaba no debía lamentar lo
que dejaba atrás… y escuché al corazón decirme que amara a Dios sin hábitos
pero con el dulce hábito de amarlo a través de mi cotidianidad, ahora el arte
sería cotidiano.
Llevaba ya 2 años en la Universidad de Artes cuando el amor llamó a mi puerta,
literalmente, pues quien hoy es mi esposo fue a casa a buscar a un amigo que
teníamos en común y al otro día ya llegó solo y comenzamos a hablar de arte
hasta el día de hoy, él es ingeniero y mi incondicional apoyo, me ayudó a
elegir la orientación de escultura y a montar el atelier con todo lo necesario
para el trabajo profesional, llevo con él 23 años de matrimonio.
Y el trabajo llegó… se multiplicaron los monumentos alegóricos, las molduras
para edificios, las estatuas de toda clase y cientos de pedidos de imágenes
religiosas, cientos de restauraciones, miles de bendiciones y unos cuantos
tropiezos, porque cuando se hace arte religioso algunos sectores se revelan…
desde las despiadadas críticas sobre la adoración de imágenes que se nos
atribuye a los católicos, hasta aquellos que creen que un verdadero artista no
se debe a nadie, sólo a sí mismo y a las modas. Nada tan dramático como la
soledad o la incomprensión se hace camino por un rumbo a contramano…
y como le pasó a Mel Gibson con la película La Pasión,
salvando las abismales distancias, decidí no desistir del propósito porque a la
tarea la realizo yo pero es el Espíritu Santo es el Honorable Mentor.
Con el tiempo, después de tantos hijos de piedra y color llegaron a este mundo
Bruno y Martín, dos verdaderos ángeles carentes de toda vanidad, ambos son
discapacitados, no pueden hablar y poco comprenden lo que se les dice, en su
mundo todo ser es bueno y digno de una sonrisa, la ingenuidad en la viven a
veces nos hace llorar y siempre nos enseña el verdadero valor de las cosas.
Estos niños especiales nos convirtieron en padres especiales, con el corazón en
las manos, una fe inquebrantable, una esperanza monumental y un amor que se
derrama en cada obra, cada pieza de arte, cada imagen del Señor o de la amada
Madre María o de los dulces santos y bellos ángeles, todos ellos nos ayudan en
nuestro camino a la santidad –Yo sólo hago los retratos-
¡Que todos seamos santos!
Con cariño:
Sonia Yermak de Villagran
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