Si es que no puede ser, si no hay manera… Pero es que se empeñan en meter el dedo en la boquita y al final tienes que decir alguna cosa. Lo comprendo. Son muchos los lectores que pasan por este blog y entiendo que quieran conocer mi opinión al respecto.
Vaya por delante que la
lectura que he hecho de la encíclica no me es suficiente. Tendré que hacer una
segunda lectura más pausada.
Dicho esto, así, y en
principio, hay cosas que no me entusiasman.
- Es una encíclica que ha pasado desapercibida en los grandes medios de comunicación. No digo ofrecer el texto, que
tampoco, sino que ni una mínima alusión al hecho. Resulta curioso que sean tan
solo “El País” uno de los diarios de tirada
nacional en España de ideología, digamos, de izquierda, y “La Vanguardia” los que hayan sacado un cuadrito
en portada.
- Tampoco
se sabe de grandes presentaciones en otros ámbitos, incluidos los eclesiales.
- No deja de ser
interesante constatar apoyos y
reticencias. En medios eclesiales medio serios, no digo RD, porque
escriba el papa lo que escriba lo van a jalear, silencio o salir del paso. Curioso
el entusiasmo de la gente de izquierdas, como Pablo Iglesias,
Alberto Garzón o el mismísimo Pedro Sánchez, sin olvidar el incondicional apoyo
de la masonería.
- Me gusta jugar
a las palabras que más se repiten. O menos. Conversión, por ejemplo, sale tan solo una
vez. Pecado, cinco. Evangelio, siete. Fraternidad, 46. Solidaridad,
20. Estructura, 14.
- En esta
encíclica observo, una vez más, que se habla mucho de cosas que no entendemos
demasiado y que necesitan una reflexión muy seria por parte de grandes
expertos: economía, ecología, inmigración, fronteras, medios digitales…
¿Hay cosas
positivas? Claro…
A todos nos impulsa la llamada
al amor y la solidaridad. El hecho de que el papa nos recuerde que somos
hermanos es de agradecer en este mundo de hienas. Por eso creo que la intención
es buena y es bueno no olvidar que somos hermanos y que como tales nada del
prójimo no es ajeno.
Dicho esto, tendremos que
estar de acuerdo en que una encíclica papal que habla
de justicia y solidaridad sin combatir la raíz de sus causas que es el pecado,
es una encíclica que queda coja sin más remedio. Y tendremos que estar de acuerdo en que una encíclica que produce un
gran entusiasmo entre podemitas y socialistas y extraordinario alborozo en la
masonería, a la vez que cosecha elocuentes silencios en católicos bien
formados, es cuando menos preocupante.
Jorge González
No hay comentarios:
Publicar un comentario