Lo
prohibido siempre es el escenario de una doble tensión. Por un
lado, la tensión se expresa en un rechazo, pues lo prohibido «es malo». Por
otro, la tensión se manifiesta en una atracción. En efecto, eso que «es malo»
no me resulta indiferente: me atrae. Y como me atrae y «es
malo», hay que prohibirlo.
Si no me atrajera, no habría
necesidad de prohibición alguna. ¿Por qué lo
prohibido atrae? ¿Y cómo se aplica esto al mundo de la sexualidad?
1. LA PROHIBICIÓN NO CREA LA ATRACCIÓN
Sería un error pensar que lo
que hace que lo prohibido sea atractivo es la prohibición misma. Es decir, no
sería correcto considerar que ponerle a algo el cartel de «prohibido» haga que mágicamente empiece a ser
deseado. Ciertamente, la prohibición puede añadirle una cuota de «riesgo» a eso que se prohíbe y hacer que el deseo
por esa realidad se incremente. Pero la prohibición no crea el deseo.
Si alguna autoridad prohibiera
ingerir combustible, esta prohibición no haría que la ingesta de este fluido se
hiciera popular. Ciertamente, la prohibición haría que la atención de la gente
se dirigiera momentáneamente a la «bebida» en cuestión. Sin embargo, como nada
hay de atractivo en ella, la gente concluiría sin más que la prohibición sería
absurda. Si la realidad en sí misma no es atractiva, nada le
suma la prohibición.
2. LO PROHIBIDO… ¿TIENE ALGO DE BUENO?
Aquello que es percibido por
todos como malo simplemente no atrae. Si acaso algo prohibido atrae es porque,
en el fondo, algo de bueno tiene. Y la atracción que despierta brota
precisamente de dicha bondad.
Vayamos al caso de las drogas.
Están prohibidas porque hacen daño. Pero la gente no las busca por
el daño que producen, sino por lo bien que pueden llegarse a sentir al
consumirlas.
Si únicamente causaran daño, no habría necesidad de prohibirlas. El problema es
que, junto con el daño, proporcionan placer: por
eso atraen. Y mucha gente está dispuesta a padecer ese daño con tal de
experimentar ese placer.
Eso que pasa con las drogas pasa también con todas las cosas que terminan
siendo prohibidas. Si acaso atraen es porque algo de bueno tienen. Sin embargo,
el precio que hay que pagar para acceder a dicho bien termina siendo muy
caro. Y así, algo que me puede
hacer sentir bien, no necesariamente me va a hacer bien. Eso es lo que da
sentido a la prohibición.
3. APLICADO AL MUNDO DE LA SEXUALIDAD
El mundo de la sexualidad es
fuente de sensaciones muy intensas. De hecho, el placer sexual
es el más intenso que se puede experimentar a nivel físico. Por eso genera tanta atracción.
Y atrae precisamente porque es algo muy
bueno. Pero como ocurre con todo lo bueno, si se usa mal, puede
hacer daño. Y en materia de sexualidad, ese potencial daño es lo que da sentido
a la prohibición.
El
placer no es un fin sino un medio: se trata de un insumo para el amor. Es decir, tiene por finalidad hacer que el amor crezca y se haga más
fuerte dentro del matrimonio. Hablamos aquí de amor entendido como la decisión
de buscar el bien y lo mejor para la otra persona. Considerado como un fin, en
cambio, el placer me orienta hacia una actitud de uso, que finalmente termina
alejándome del amor. Y esto me hace daño.
4. BROTA DE LAS EXIGENCIAS MISMAS DEL AMOR
Para Platón, es peor cometer
un mal que padecerlo. En efecto, cuando padezco un mal, este queda en el
exterior. En cambio, cuando cometo un mal, este brota de mi corazón, y me corrompe
interiormente.
El
ser humano ha sido hecho para el amor. De hecho, encuentra su
plenitud amando, entregándose, haciéndose don. Y dado que lo opuesto al amor es
el uso, toda acción que implique un uso, por más placentera que pueda llegar a
ser, en el fondo, termina haciendo daño.
No solo daña a quien es objeto
de dicha acción, sino sobre todo a quien la comete. En materia de
sexualidad, las prohibiciones deben tener su fundamento en el amor. En efecto, si quiero amar, busco
apartarme de todo aquello que me aleje del amor, de todo aquello que resulte
incompatible con él.
Vista así, la prohibición no
tiene por qué ser vivida como algo impuesto «desde
afuera», sino que está llamada a ser la conclusión de valorar las
propias acciones a la luz del amor.
Nuestro autor
también tiene un blog llamado www.amafuerte.com donde puedes encontrar más contenidos
sobre este tema.
Escrito por Daniel Torres Cox
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