EL CONCILIO DE TRENTO ENSEÑA
QUE NO TODOS SON JUSTIFICADOS
Durante la
homilía que predicó ayer en la Misa diaria que oficia en Santa Marta, el papa
Francisco aseguró que Jesucristo no solo murió por todos los hombres «incluso
por la gente que no cree en él o es de otras religiones», sino que los
justificó a todos.
(InfoCatólica) Eso fue lo que dijo ayer Francisco:
El Señor, en el Evangelio, nos
dice: «Tengo, además, otras ovejas que no son de
este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un
solo rebaño y en solo Pastor» (Jn 10,16). El Señor dice: “Tengo ovejas en todas partes y yo soy pastor de todos”.
Este todos en Jesús es muy importante. Pensemos en la parábola de la fiesta de
bodas (cfr. Mt 22,1-10), cuando los invitados no querían ir: uno porque había
comprado un campo, otro se había casado…, cada uno dio su motivo para no ir. Y
el dueño se enfadó y dijo: «Marchad a los cruces de
los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis» (v. 9). A todos.
Grandes y pequeños, ricos y pobres, buenos y malos. Todos. Ese “todos” es la visión del Señor que vino por todos
y murió por todos. “¿Y también murió por aquel
desgraciado que me ha hecho la vida imposible?”. También murió por él. “¿Y por aquel bandido?”: murió por él. Por todos.
E incluso por la gente que no cree en él o es de otras religiones: murió por
todos. Eso no quiere decir que se deba hacer proselitismo: no. Pero Él murió por
todos, justificó a todos.
Y esto es lo que siempre ha
enseñado la Iglesia, tal y como aparece, entre otros muchos documentos
magisteriales, en el Decreto sobre la Justificación del Concilio de Trento:
No obstante, aunque
Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio de su muerte,
sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su pasión. Porque así
como no nacerían los hombres efectivamente injustos, si no naciesen propagados
de Adan; pues siendo concebidos por él mismo, contraen por esta propagación su
propia injusticia; del mismo modo, si no renaciesen en Jesucristo, jamás serían
justificados; pues en esta regeneración se les confiere por el
mérito de la pasión de Cristo, la gracia con que se hacen justos.
Decreto de Justificación del Concilio de trento, cap. III
Decreto de Justificación del Concilio de trento, cap. III
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