Hace 23 años un joven seminarista en el último año
de Teología se cuestionaba cómo poder ayudar a los divorciados vueltos a casar.
La respuesta que encontró el hoy secretario general de la Conferencia del
Episcopado Mexicano (CEM) y Obispo Auxiliar de Monterrey, Mons. Alfonso Miranda
Guardiola, lo ayudó a acercar nuevamente a la Iglesia a muchos católicos
“publicanos”.
“El tema pastoral de los divorciados vueltos a
casar es fascinante y tomó mi corazón”, explicó a ACI Prensa Mons.
Miranda Guardiola, hoy de 53 años, en una reciente entrevista.
Corría el año 1996 y Mons. Miranda Guardiola era un seminarista que
debía realizar una tesina, y estudiaba en la Universidad Pontificia de México,
en Ciudad de México.
Aseguró que la idea de la atención pastoral a los divorciados en nueva
unión “fue un regalo de Dios, porque no hubo una
motivación, una causa, más que la curiosidad intelectual, la necesidad de hacer
una tesina y un tema que fuera atractivo”.
Otro seminarista, recordó, abordó el tema desde el punto de vista del
derecho canónico, mientras que él lo tomó desde la moral, la pastoral y el
dogma.
En uno de los primeros encuentros con divorciados, mientras intentaban
con su compañero de estudios hacer el caso teórico-práctico, uno de ellos le
dijo algo que le ha quedado marcado hasta hoy: “Qué
bueno que ustedes vienen, porque nos sentimos como los perritos del Evangelio,
esperando que las migajas caigan de la mesa para poder tomarlas”.
Pero no sería hasta 1999, al volver a Monterrey, cuando Mons. Miranda
Guardiola, ordenado sacerdote un año antes, comenzaría a dar forma a la
pastoral, que este 16 y 17 de noviembre celebrará su 20º aniversario.
En esos días no había prácticamente nada de pastoral para divorciados en
nueva unión en Monterrey, salvo un sacerdote que había realizado un retiro con
escaso material, la mayoría dirigido originalmente a matrimonios sacramentales.
Ese fue el punto de partida para Mons. Miranda Guardiola. “Ahí aprendimos, crecimos juntos, mi pensamiento era
acompañar al hermano que llora, a la hermana que llora. Si no podía dar nada,
por lo menos podía estar con ellos”, dijo.
Para el hoy secretario general de la CEM, ya con la tesina que había
realizado años atrás se dio cuenta de que la atención a los divorciados
en nueva unión no pasaba “por el acceso dogmático ni el acceso a la Eucaristía. Si quería entrarle, tenía que ser por la pastoral”.
“Crecimos mucho, aprendimos en ese entonces, todo
lo que surgía lo absorbíamos. Estudiamos todo el Catecismo de la Iglesia
Católica, todo libro de espiritualidad, de valores”.
El Prelado mexicano señaló que “yo sabía que era
una pastoral delicada, que yo no podía equivocarme en el acompañamiento
pastoral. Si la Iglesia me pedía
no dar la Comunión, no daba la Comunión, pero podía dar miles de cosas más”.
“Mientras no te salgas del cuadro, todo está
permitido”, destacó. “Yo
no podía darles la Eucaristía, pero podía rezar por ellos, llorar con ellos,
cenar con ellos, estudiar con ellos, resolver los problemas que tenían con sus
hijos, con sus parejas, con sus nuevas familias, enseñarles, estudiar el
Evangelio del domingo cada semana, podía celebrar la Semana Santa, la Navidad,
podía hacer todo, no había límites”.
“Ese cuadro es tan grande para mí como el
universo: puedo mostrarles el amor de Dios y puedo enseñarles a comulgar en el
hermano”.
Indicó que esta precisamente es la espiritualidad de esta pastoral para
divorciados en nueva unión: “Ser el publicano del
Evangelio que se sienta en la última banca, perdóname Señor que soy un pecador.
Y la otra es comulgar en el hermano: si no puedo comulgar sacramentalmente,
puedo comulgar en la vida sirviendo a mi hermano, escuchándolo, ayudándolo,
entregándome, perdonándolo”.
Al encabezar esta pastoral, destacó luego, “Dios
me regaló tesoros más allá de este planeta”.
“Aprendí que ellos podían soportar no comulgar,
como los bebés, pero no que no los amaras. Y si ellos no recibían la Comunión,
pero tú los abrazabas, ellos se transformaban y veías su rostro feliz”.
“Ellos soportan no comulgar si estás con ellos,
caminas con ellos, vives con ellos y los abrazas. Eso es lo primero que
entendí”, señaló.
El segundo regalo, dijo, se parece a una historia sacada de un cuento
infantil, pero él la vivió en carne propia. “Cuando
recibes una paloma herida y la agarras y la empiezas a sanar, a lavar, a curar,
al rato sin darte cuenta te das cuenta que no era una paloma, era un águila.
Eso lo viví”.
En el camino surgió una nueva pastoral, pero dedicada a divorciados
solos.
“Un día llega un muchacho con el periódico bajo el
brazo y dice ‘yo lo vi a usted, yo soy divorciado, solo, no vuelto a casar,
tengo una idea, porque yo perdí familia, amigos, caí en un hoyo por mi
divorcio. Y me dije a mí mismo que si salgo de aquí voy a ayudar a otros que no
caigan’. Yo era el segundo padre con el que iba”.
“Empezamos ahí otra pastoral, de divorciados solos,
que ya cumplimos 15 años, y llegamos hasta los presos, hasta el Topo Chico, la
cárcel más peligrosa de Monterrey. Llegamos a ancianos, porque esa
gente que se sentía corrida, desplazada, al ser recibida se transforma”,
añadió.
Mons. Miranda Guardiola es claro en su reflexión sobre los divorciados
en nueva unión: “Para Dios, antes de ser pecadores somos sus
hijos. Si yo voy a empezar
cualquier pastoral diciendo que tú eres pecador como que algo faltó. Dios nos
ve primero como hijos”.
Fruto del trabajo junto a los divorciados en nueva unión surgió un
libro, publicado originalmente en 2005, “Proyecto de
vida. Atención pastoral a los divorciados vueltos a casar”, que tuvo tres ediciones en Editorial Buena
Prensa. Catorce años después, este 16 de noviembre, coincidiendo con el
aniversario de la pastoral que fundó en 1999, Mons. Alfonso Miranda Guardiola
publicará una versión actualizada.
POR DAVID RAMOS
| ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario