Por: Daniela Sandí Torres. | Fuente: Catholic.net
Hace unos meses me di a la tarea de sembrar unas
plantas, sembré varias, pero resulta que solamente 5 sobrevivieron, después de
meses de echarles agua y de ayudarlas a crecer con abono, las plantas están
grandes y bonitas; a parte de estas tengo otras dos
plantas, una de ellas es bellísima con pequeñas flores rosadas.
Les cuento esto, porque decidí sembrar otras,
esta vez flores; así que primero me dediqué a limpiar la zona, quité toda la
maleza que había, hice el “caminito” donde
pondría las semillas, le eché agua a la tierra porque estaba un poco seca y
sembré las semillas.
Mientras hacía todo esto, pensaba
un poco en el proceso de ver crecer una planta y de cómo podía aplicar esto a
mi vida. Así que pensaba lo que sucede cuando se vive entre flores o cuando se
decide vivir entre la maleza.
Resulta que vivir entre la maleza es “sencillo”, esto en el sentido que no requiere
mucho esfuerzo, la maleza crece tan rápido, que es cuestión de dejarla ser y va
a crecer; no necesita cuidado, y aparece en toda parte, bajo cualquier
condición; se saca el tiempo para quitarla y a los pocos días vuelve a aparecer;
y así, el ciclo inicia nuevamente.
En cambio, vivir
entre flores lleva todo un trabajo, implica amor, atención, cuido; requiere
sacar tiempo para quitar la maleza, para abonarla y darle agua;
requiere trasplantar; alguna vez requiere incluso recortar para que crezca con
más fuerza o con mejor postura.
Vivir entre la maleza puede
resultar sencillo, es algo así como hacer de cuenta que no es con nosotros,
dejar que sea, que pase, es no meternos con eso; cuando vivimos entre la maleza
vivimos escondidos, refugiados, entre la maleza no estamos expuestos.
Empero; vivir entre flores es un asunto
diferente, requiere sin lugar a dudas salir de la zona de confort; nos lleva a
dedicar tiempo, vivir entre flores implica que cuando se quite la maleza o se
realicen recortes vamos a quedar expuestos, y eso siempre llevará cierta cuota
de dolor; es cierto, cuando las flores estén todo será bello, se convertirá
entonces en un espacio agradable; pero eso no quita que haya en su historia
cuotas de dolor… claro, eso definitivamente es lo que le da un valor especial.
Vivir entre malezas puede
ser sencillo, pero vivir entre flores es vivir entre amor; y no cualquier amor, es cultivar el amor propio,
eso sin lugar a dudas, es todavía mejor.
Mientras preparaba el espacio para sembrar las
semillas, pensaba en mi proceso de limpieza, de preparar mi camino para crecer
en medio de flores, y aunque ha sido doloroso, ha implicado quitar, recortar,
mover de lugar; la verdad no me arrepiento, porque me encanta la idea de verme
rodeada de flores.
¿Y vos, querés ver malezas
en tu jardín, o querés un espacio lleno de flores y color?
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