El asunto tiene más
enjundia de la que ya de por sí parece tener. Las consecuencias son
importantes.
La Arquidiócesis de
Indianápolis anunció el jueves que una
escuela secundaria jesuita local ya no será reconocida como una escuela católica, debido a un desacuerdo sobre el empleo de una
maestra que contrajo «matrimonio» entre personas del mismo sexo. El comunicado
es demoledor:
«Todos los que
ministran en instituciones educativas católicas llevan a cabo un ministerio
importante para comunicar la plenitud de la enseñanza católica a los
estudiantes, tanto por medio de la palabra como por la acción, dentro y fuera del
aula.
En la
Arquidiócesis de Indianápolis, todas las escuelas católicas diocesanas y
escuelas católicas privadas han recibido instrucciones para establecer
claramente en los contratos y descripciones de funciones ministeriales que
todos los ministros deben transmitir y apoyar todas las enseñanzas de la
Iglesia Católica».
Además añade que los maestros
se consideran como ‘ministros’ porque: «es su deber
y privilegio asegurar que los estudiantes reciban instrucción sobre la doctrina y la
práctica católica. Para dar testimonio efectivo de Cristo, ya sea
que enseñen religión o no, todos los ministros en sus vidas profesionales y
privadas deben transmitir y apoyar la enseñanza de la Iglesia Católica».
Y después sigue
relatando los hechos: «Lamentablemente, la Escuela Preparatoria Jesuita
de Brebeuf ha optado libremente por no celebrar acuerdos que protejan el
importante ministerio de comunicar la plenitud de la enseñanza católica a los
estudiantes. Por lo tanto, la Arquidiócesis de Indianápolis ya no reconocerá a
Brebeuf Jesuit Preparatory School como una institución católica»
Directo. Punto. Finito. No
es un colegio católico, por mucho que el cole siga afirmando que «nuestra identidad como institución jesuita católica
permanece sin cambios»
Lógicamente, no es un pronto
del obispo Thompson. El tema viene de atrás. En 2017, con publicidad en las
redes, el colegio daba a conocer que una maestra se había «casado» con una
persona del mismo sexo, como la misma institución reconoce. El obispado
solicitó que «la escuela Brebeuf de los Jesuitas
no renueve el contrato de esta maestra porque el estado civil de este maestra no se ajusta a la doctrina de la Iglesia».
LOS JESUITAS HAN
DICHO QUE NO, QUE NO PIENSAN HACER CASO:
«Después de una
consideración prolongada y orante, determinamos que seguir la directiva de la
Arquidiócesis no solo violaría nuestra conciencia informada sobre este asunto
en particular, sino que también sentaría un precedente relativo a la
interferencia futura en las operaciones de la escuela y otros asuntos de
gobierno que Brebeuf. La dirección jesuita ha tenido históricamente el único
derecho y privilegio de dirigirse y decidir»
Y, lamento alargarme, porque
la explicación es importante, declaran que: respetan la primacía de
una conciencia informada de los miembros de su comunidad al tomar decisiones
morales.
Reconocemos que a veces
algunas personas que están asociadas con nuestra misión toman decisiones
morales personales en desacuerdo con la doctrina de la Iglesia; hacemos todo lo
posible para ayudarlos a crecer en santidad, siendo todos nosotros amados
pecadores que deseamos seguir a Jesús».
Y termina el
portavoz diciendo que: «Reconozco esta solicitud del arzobispo Charles
Thompson para que sea su juicio prudencial en la aplicación del derecho
canónico, reconociendo su responsabilidad en la supervisión de la fe y la
moral, así como la educación católica en su archidiócesis»
Pero que «no estoy de
acuerdo con la necesidad y prudencia de esta decisión», y expone
la argumentación canónica. Dicen que recurrirán al arzobispo y a Roma para
defender «su» derecho y que «la intromisión
directa de la Arquidiócesis de Indianápolis en un asunto laboral de una escuela
gobernada por una orden religiosa no tiene precedentes».
La dirección de la escuela
agregó que no renovar el contrato de la maestra lesbiana causaría «daño» a «nuestros
maestros y personal altamente capacitados y calificados. Nuestra intención ha
sido hacer lo correcto por las personas que empleamos, preservando nuestra
autoridad como una escuela católica jesuita independiente». Los jesuitas
sostienen que los asuntos administrativos internos de su escuela deben ser
hechos por su propia dirección, en lugar de la Iglesia local.
HASTA AQUÍ LOS
HECHOS.
Se presenta un apasionante
conflicto canónico, no hay más que recordar que el canon 803 dice:
§ 1. Se entiende por escuela católica aquella que dirige la autoridad
eclesiástica competente o una persona jurídica eclesiástica pública, o que la
autoridad eclesiástica reconoce como tal mediante documento escrito.
§ 2. La enseñanza y educación en una escuela católica debe fundarse en los
principios de la doctrina católica; y han de destacar los profesores por su
recta doctrina e integridad de vida.
§ 3. Ninguna escuela, aunque en
realidad sea católica, puede adoptar el nombre de «escuela
católica» sin el consentimiento de la autoridad eclesiástica competente.
Para empezar, una acción de Gracias. Y animo
especialmente a que la hagan aquellos que suelen decir «todos
los obispos», o «ningún obispo». No
es cierto, no son muchos, de acuerdo, pero buenos obispos haberlos, haylos. Todavía hay pastores que saben que con el cuidado de la grey a ellos
encomendada se juegan el alma.
Porque en esta diócesis no es la primera vez. En agosto de
2018, Shelley Fitzgerald, consejera de orientación en Roncalli High School en
Indianápolis, fue puesta en licencia administrativa remunerada (qué delicado
suena, ¿verdad?) como empleada de una
escuela diocesana. Fitzgerald había intentado contraer un matrimonio entre
personas del mismo sexo en 2014.
EN ESE MOMENTO, EL
ARZOBISPO THOMPSON ESCRIBIÓ QUE: «las escuelas católicas de la diócesis son
ministerios de la Iglesia. Los administradores escolares, los maestros y los orientadores son
ministros de la fe que son llamados a compartir la misión de la Iglesia. Nadie
tiene derecho a un puesto ministerial, pero una vez que están llamados a
desempeñar una función ministerial, deben liderar con su palabra y su ejemplo. Como ministros, deben transmitir y apoyar las enseñanzas de la Iglesia
Católica. Estas expectativas se explican claramente en las descripciones y los
contratos de los ministerios escolares, para que todos comprendan sus
obligaciones […] Cuando una persona no cumple con sus obligaciones como
ministro de la fe dentro de una escuela, la Iglesia y los líderes escolares
abordan la situación trabajando con la persona para encontrar un camino de
acompañamiento que conduzca a una resolución de acuerdo con las enseñanzas de
la Iglesia».
De prosperar la revocación de «colegio católico»
en sucesivas instancias se abre un panorama ilusionante de regeneración.
No de la Compañía de Jesús, es suficiente con leer su argumentación para
desistir. Se abre la posibilidad de sanear grandes parcelas gangrenadas de la
educación católica.
En la actualidad hay muchos
obispos que han actuado como Mons. Thompson, pero su capacidad de actuación se
ha visto limitada porque los colegios «católicos» son de
órdenes religiosas, no diocesanos. Si como temen los propios
jesuitas, se sienta con esto un precedente, las consecuencias pueden ser
maravillosas, bien porque habrá obispos que actúen de oficio, bien porque habrá
padres «que les animarán».
En
cualquier caso, gracias, Mons. Thompson. Estoy convencido que su ejemplo va a mover a hermanos suyos en el
episcopado y que sólo necesitaban un empujoncito. Y eso aunque el caso acabe,
previsible y desgraciadamente, como el de la PUCP.
Juanjo Romero
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